(Drag Me To Hell)
Desde las entrañas
Quien diga que no queda nada del viejo Sam Raimi en la trilogía que sobre el hombre araña ha hecho hasta la fecha es que no ha sabido ver no solo la mano del director en la misma, sino que ha sido incapaz de situarla con el resto de su filmografía. En especial se ha visto su estilo en la última entrega de la saga. El gran problema de alguien como Raimi es que solo se le atribuye como gran mérito la trilogía “Evil Dead”, pero no olvidemos que también ha dirigido “Darkman”, “Un plan sencillo” o “Premonición”, entre otras. Es decir, no podemos verle únicamente como un director goremaniaco, como sí lo fue en sus comienzos Peter Jackson -este, además, ha seguido una progresión por ahora lógica-, sino como un director de múltiples registros.
Con una carrera llena de altibajos –en mi opinión prefiero definirla como felizmente irregular-, entendiéndolo como que ha tocado innumerables géneros con más o menos suerte, no deberíamos considerar que la vuelta a los orígenes que plantea Raimi en “Arrástrame al infierno” –de hecho, es así como nos la han vendido a los ya conocedores de su obra; a los demás sorprenderá que tras “Spider-Man” se haya embarcado en el género de terror- sea un regreso al gore y la mala baba que destilara “Evil Dead” por los cuatro costados.
“Arrástrame…” es mucho más que eso. Es una sentida y entrañable vuelta al Raimi de siempre, en todas sus facetas, como si el realizador quisiera tomarse un respiro del hombre araña y haya decidido visitar toda su filmografía. Así, esta película realiza un ejercicio de nostálgico anacronismo en el que se mezcla lo mejor y lo peor de su carrera. En definitiva, que le hemos recuperado, pero al mismo tiempo nunca le perdimos del todo.
Es importante volver a resaltar que no solo de “Evil Dead” ni de “Ola de crímenes, ola de risas” se nutre la filmografía de Raimi. Es importante porque muchos han esperado ver en su último filme más de aquellas y menos efecto especial de spidy –la sesión de espiritismo quizás abuse de la infografía-, sin tener en cuenta lo demás que ha hecho. “Arrástrame…” es el claro ejemplo del quiero y no puedo. Quiere ser muy salvaje, y lo consigue en muchas ocasiones, como en la escena del aparcamiento o la del funeral, pero nunca llega a esa rabia que contiene de manera forzada y no deja aflorar, posiblemente por el hecho de tratarse de una película para una gran compañía y esto no le permite la libertad de sus obras más salvajes e independientes.
Aún así, se agradece la valentía de Raimi y por supuesto su vuelta al terror. Y aunque puede que no sea tan transgresora ni bestia como lo que se espera de ella, al menos nos hace pasar uno de los mejores 90 minutos de lo que llevamos de verano, aunque sea a costa del sufrimiento exagerado de Alison Lohman, con la cual Raimi se despacha a gusto. Cine mainstream desde las entrañas y muy divertido, como debe ser.
A favor: recuperar al Sam Raimi goremaniaco
En contra: que no es todo lo salvaje que se espera de ella
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