sábado, 6 de julio de 2013

LA CRÍTICA. Star Trek: En la oscuridad

La perfecta secuela hiperbólica
Ya en sus primeros minutos, J.J.Abrams consigue captar la atención tanto del fan como del iniciado al universo trekkie, siempre que el primero no se encuentre anclado irremediablemente en un vórtice temporal que le haga añorar “tiempos mejores”. Su escena inicial da a la vez la bienvenida a la filosofía de su reinvención de la saga, a modo de deslumbrante y frenética carta de presentación, y rinde tributo al serial televisivo como si de un tótem, o un pergamino sagrado en este caso, se tratase. A partir de este magistral juego referencial y mitológico, Abrams vuelve a esgrimir lo que ya fue el reboot de hace cuatro años: un viaje interestelar destellante al espacio profundo en el que la vieja franquicia y la nueva van de la mano.

Durante las dos horas restantes, “Star Trek: En la oscuridad” supone la perfecta secuela, una en la que se repiten algunos de los esquemas de su antecesora, pero llevados al extremo. Es decir, escena inicial de infarto, el nuevo tema central de Michael Giacchino, créditos iniciales y finales atronadores, mucha acción y tiempo para las emociones y el desarrollo de personajes entre el caos. No era fácil mantener el ritmo de sus primeros diez minutos, pero Abrams consigue que ni sus momentos de menos ritmo decaigan. Una montaña rusa atropellada en intenciones e ideas, pero clara en su exposición de la trama, en su desarrollo y directa en su desenlace.


Así, el nuevo viaje del USS Enterprise no tiene la capacidad de sorpresa de la anterior, y aquí el interés reside en hacer avanzar a sus personajes, especialmente a Kirk y Spock, a ritmo de persecuciones imposibles a velocidad de curvatura, y enfrentarles a la misión de sus vidas. Una segunda parte de acción hiperbólica, sin aliento, en la que se repiten las constantes de una nueva saga en la que su director ya parece moverse como pez en el agua, se recurre a argucias espacio-temporales ya utilizadas en su antecesora para dar rápida solución a la trama, y en la que se avanza paralelamente a la línea temporal original aunque con una ligera inversión de roles.


Y, pese a repetir los mismos esquemas, “Star Trek: En la oscuridad” es la secuela perfecta, un blockbuster veraniego sin fin que se limita a entretener, sin buscar la innovación de una nueva franquicia que, en realidad, no la necesita para sobrevivir. Eso sí, por el camino disfrutamos de un villano mucho mejor construido–gracias, Benedict Cumberbatch- y del rescate del olvido de un amiguete de la casa “Fringe”, Peter Weller. Divierte, se pasa en un suspiro, y se convierte en un entretenimiento enormemente inteligente y consciente de su condición de secuela funcional y espectacular. No se le puede pedir más.


A favor: Benedict Cumberbatch, y que no te suelta hasta el final de su metraje
En contra: su poca capacidad de sorpresa con respecto a su antecesora

Calificación: ****

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