domingo, 27 de mayo de 2012

LA CRÍTICA: 50/50

Sin medias tintas

Cáncer, esa palabra tan temida que deseamos no oír nunca de los labios de nuestro médico. Esa palabra que, con solo pronunciarla, hace que los demás traten a los enfermos con condescendencia, como si fueran niños pequeños. Una enfermedad que, como cualquier otra, saca lo mejor y lo peor de nosotros mismos y de los que tenemos alrededor. Pero también ha sido una palabra que ha dado mucho juego en el cine, aunque normalmente abusando del melodramatismo. En este sentido, el título de “50/50” no podía ser más apropiado, ya que no sólo alude al porcentaje de posibilidades que maneja una persona afectada de cáncer, sino que al retratarlo en pantalla es muy fácil caer en tópicos y quedarse en tierra de nadie en sus aspiraciones.

Lo que propone el inteligente guión de Will Reiser, que funciona a la vez como relato de su propia lucha contra la afección, y la mirada independiente del realizador Jonathan Levine es hablar de tú a tú con el espectador, sin rodeos y directo al grano. Es decir, justamente al revés de como lo hacen a veces los amigos, familiares y médicos. Como hace su protagonista, pidiendo a su terapeuta que alguien tenga el valor de decirle que va a morir en lugar de darle la gran noticia como su médico, como un autómata.


Aquí no hay tabúes que valgan a la hora de hablar del cáncer. Y lo llamativo es el tono elegido para hacerlo. “50/50” combina sabiamente comedia y drama, sin que ninguna de las dos vertientes predomine en el conjunto, lo que la convierte en inclasificable. Y, por si fuera poco, tocando multitud de palos. Desde cómo afronta el protagonista su mal, pasando de la negación al distanciamiento, hasta cómo lo hacen sus seres queridos. Desde esa novia que no quiere ser enfermera –correcta, como siempre, Bryce Dallas Howard-, hasta esa madre sobreprotectora –fantástica Anjelica Houston, injusta olvidada en la carrera a los Oscar-, pasando por el amigo aparentemente egoísta y malhablado –Seth Rogen en un papel a su medida, pues él mismo lidió con la enfermedad de Reiser-. Sin olvidar a dos secundarios de lujo como Matt Frewer y Philip Baker Hall encarnando a los dos enfermos “felices”. Para al final descubrir que todos, en el fondo, encaran la situación a su manera.


Pero todos son devorados por un rotundo Joseph Gordon-Levitt, majestuoso en su rol de Adam, omnipresente durante casi todo el metraje y amo y señor de una película que no resulta todo lo excelsa que pudiera haber sido en su conjunto, pero sí  una pequeña gran propuesta que cumple su objetivo sin caer en sentimentalismos baratos. Aunque la trama amorosa con Anna Kendrick suponga el único punto débil de una trama que, no obstante, es necesaria para el avance de su personaje principal, en un desenlace que nos devuelve el optimismo y la idea de que siempre tenemos un 50% de posibilidades. Habría sido muy fácil inclinar la balanza hacia los convencionalismos hollywoodienses y quedarse en un mitad y mitad. Lo mejor, y he aquí su gran punto fuerte, es ver el vaso totalmente lleno o totalmente vacío. Sin medias tintas.


A favor: Joseph Gordon-Levitt y la claridad con que afronta el tema del cáncer
En contra: la trama amorosa, que de todos modos no deja de ser necesaria

Calificación: ****

1 comentario:

Fútbol y Lágrimas dijo...

Lo mejor de la película son sus dos protagonistas. Creo que el tema del cáncer es manejado con bastante control, relegándolo un poco y destacando, por encima de éste, la amistad sincera de Adam y Kyle.
A mi me gustó bastante,una joya del cine independiente!!

Saludos

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