Interesante
el punto de partida de esta ópera prima de Pablo Palazón, tanto como el hecho
de que ha sido financiada con capital propio, sin ayudas externas de una
industria en la que entrar no es fácil sin pasar por el aro. Un profesor de
autoescuela decide emprender un viaje marcha atrás con su coche rumbo a Ávila
por amor, encontrándose por el camino con un grupo de personajes de lo más
variopinto, relacionados unos con otros mediante un nexo de unión mucho más
fuerte y poderoso de lo que imaginan.
Dicho así, podría
parecer una road movie al uso. Y sí,
de road movie tiene mucho, pero de
típica no tiene nada. Palazón ha preferido no sucumbir a los arquetipos de este
tipo de películas y la prometedora premisa de la película no es más que un
pretexto para sorprender al espectador a través de unas situaciones y
personajes de lo más inesperados. Nada en “Shevernatze” es previsible, y los
giros de guión aumentan conforme su ajustado metraje avanza.
Y es precisamente esta
capacidad de sorpresa lo que puede desubicar a más de uno. Por encima de todo,
lo que aquí priman son los personajes y las situaciones que protagonizan, muy
bien hilvanados por el magnífico guión de Palazón y Carlos Yuste. Un guión que
tiene hueco para la comedia, el amor, la esperanza, el suspense –magnífico
McGuffin hitchcockiano el del hombre
bomba siendo parado por los guardias, que evita que pensemos en a quién buscan
realmente- y por el destino, materializado por ese imprescindible grito de
guerra que compone su propio título. Unos personajes estrafalarios –el asesino
en serie quizá sea el que más descoloca de todos- que protagonizan momentos de
lo más surrealista y excéntrico, más en la línea de Kusturica que del
costumbrismo patrio de Berlanga y compañía, que a algunos podrán resultarle
ridículos, pero que tienen una razón de ser en ese universo que el cineasta ha
presentado en su puesta de largo. Y es que si algo demuestra ante todo es su
enorme capacidad para concebir pequeños relatos, como el programa de radio
omnipresente durante toda la cinta.
Cómo no, no sería
posible sin un reparto en estado de gracia. El gran Saturnino García y la
prometedora Melani Olivares –cómo necesita urgentemente esta chica demostrar
todo lo que vale fuera del personaje televisivo que le ha dado la fama-
acompañan al rey de la función, el genial Jesús Noguera, en esta peli de
carretera nada convencional y sorprendente a la que no todos le pillarán el
punto. Los que sí lo hagan, encontrarán un nuevo término que defina esos
instantes en los que las coincidencias se confunden con el destino. Porque sí,
todo es posible en este mundo de aparentes casualidades, incluso encontrarnos a
nuestro vecino en Helsinki.
A
favor: unos personajes y situaciones mimadas, propias,
salidos de un excelente contador de pequeñas historias
En
contra: su propio surrealismo y su carácter estrafalario
pueden no convencer a muchos
Calificación: ***1/2
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