sábado, 27 de agosto de 2011

LA CRÍTICA: El castor

Ante una crisis, muñeco de trapo

La filmografía de Jodie Foster como directora, aunque corta, es tan interesante como su trayectoria como actriz. Con “El castor”, vuelve a hablar de la familia, aunque con la depresión como telón de fondo. Su protagonista, Walter Black, está deprimido, apático. El hombre feliz capaz de enamorarse que hubo una vez ya es pasado. Está en algún rincón de su interior, pero no consigue salir a la superficie. Su estado le ha hecho ser rechazado por su familia y expulsado de su casa, su empresa está al borde de la quiebra y tiene tendencias suicidas. Hasta que aparece el castor, una marioneta adherida a su mano a través de la que hablará y que pondrá en orden su vida. Temporalmente.

A nivel estético y visual, Foster afronta su película más lograda –la fotografía y la dirección de actores es excelente-, aunque igual de pequeña e independiente que anteriores obras. Pero a la vez, es su film más arriesgado. Y no por el tema que trata, sino por su protagonista. Habrá quienes prejuzguen la cinta porque Mel Gibson es cabeza de cartel, y de hecho así ha sido en vista de sus resultados en taquilla. Sus escándalos recientes le pasan factura entre el público, pero desde aquí animo a todos a darle una oportunidad a la película, pues es precisamente Gibson lo mejor de la propuesta. El actor da sobradas muestras de solvencia modulando su voz para transformarse en el castor, expresando depresión y felicidad con la misma facilidad con que se recita Hamlet, y dominando la función por encima de su compañero de trapo. Un gran actor que, desafortunadamente, ya no consigue bombones como este papel, que le permiten lucirse.


Desgraciadamente, el castor no domina la pantalla tanto como debiera. El guión da demasiada cancha a la desdibujada figura del hijo mayor, y el conjunto es tan irregular que, cuando no aparece su protagonista, puede resultar hasta aburrido. El retrato del hombre que se convierte en castor para aprender a ser padre y descubrir que no está solo acaba siendo un mosaico demasiado coral de personajes que piensan que la mejor manera de superar una crisis es pasar página, obviar el pasado y transmutarse en otras personas, ya sea utilizando un muñeco de trapo, renegando de la herencia paterna y escudriñando las vidas ajenas, refugiándose en el trabajo o convirtiéndose en el reflejo de lo que los demás quieren. Aún así, se deja ver.



A favor: Mel Gibson, soberbio
En contra: el guión se distrae demasiado en la figura del hijo

Valoración: ***

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