miércoles, 31 de agosto de 2011

La película del mes: La noche de los muertos vivientes

Los últimos hombres “vivos”


«George Romero creó a los zombis, él hizo las reglas, dispararles en la cabeza, si te muerden quedas infectado, los muertos regresando a la vida, George hizo todo eso».
(Eli Roth)

  
1968 fue un año en que dos de los géneros más explotados durante las décadas anteriores, la ciencia-ficción y el terror, sufrieron un importante cambio que determinaría el devenir de ambas tendencias en años posteriores. Si “2001: Una odisea del espacio” (Stanley Kubrick, 1968) y “El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968) revolucionaron el concepto de la ciencia-ficción, que hasta entonces se había movido en el terreno de las monster movies y la serie B, “La semilla del diablo” (Roman Polanski, 1968) y “La noche de los muertos vivientes” marcarían la clase de terror que se explotaría durante la década de los 70, desde “El exorcista” (William Friedkin, 1973) hasta “La matanza de Texas” (Tobe Hooper, 1974).

El terror avanzaba más bien poco en aquellos tiempos. Influenciada por las producciones de la Universal de los años 30 y 40, la productora británica Hammer había comenzado en la segunda mitad del siglo XX a mezclar terror, erotismo, un poco de sangre y humor en un cóctel que hizo circular por la pantalla a monstruos clásicos como Frankenstein, Drácula o la momia, y dio a conocer al público a actores ya icónicos como Peter Cushing y Christopher Lee. Esta fórmula exitosa se prolongó casi veinte años, y no parecía que el cine tuviera la más mínima intención de cambiar esta tendencia.

“La noche de los muertos vivientes” rompió esta dinámica, ofreciendo un producto de muy bajo coste que arrasó en taquilla y abrió la puerta a nuevas formas, mucho más violentas y extremas, de enfocar el género. No obstante, no fue la primera. El gore, y más específicamente el splatter –mezcla de gore y violencia gráfica, término acuñado por Romero pero no creado por él realmente- debemos atribuírselo, a pesar de que ya la Hammer diera muestra de ello, a Herschell Gordon Lewis en Estados Unidos con títulos como “2000 Maniacs”. Junto al Alfred Hitchcock de “Psicosis”, que comenzaría la buena andanza de los serial killers en el celuloide, Gordon Lewis se atrevió a probar otros caminos, mucho antes de que Romero mostrara el truculento banquete que supone su saga de muertos vivientes.

En este sentido, la película no inventa nada, ni siquiera la presencia de zombis en el séptimo arte. Los no muertos ya deambulaban por las pantallas desde los años 30, dando lugar a dos clásicos imperecederos: “White Zombie” (Victor Halperin, 1932), con Bela Lugosi, y “Yo anduve con un zombi” (Jacques Tourneur, 1943), y alcanzaría cotas mucho más salvajes con los filmes de Lucio Fulci, que si bien había comenzado su carrera mucho antes, no disfrutó del éxito que merecía hasta “Zombi II” en 1978. Hasta entonces, los zombis eran retratados como seres individuales, en ocasiones hechizados siguiendo el sagrado ritual de la zombificación, y meramente serviles. 

Analizándola con riguroso detenimiento, “La noche de los muertos vivientes” no es que no invente nada, sino que literalmente lo inventa todo. Abre una época a pesar de sus muchos referentes, da al gran público una dosis de gore que les pilló desprevenidos, y cambia la visión de los zombis en el cine, organizándolos como una horda y haciéndolos voraces caníbales. Posteriormente, Romero puliría a sus criaturas y les conferiría, como a los vampiros, la capacidad virulenta de transformar a otros en seres putrefactos solamente con una mordedura. Por ello, el director es considerado el padre cinematográfico de los zombis, el que estableció las reglas del género y el más influyente en años venideros.

Una fórmula reciclada
Como ya comentaba anteriormente, la fórmula no era nueva. Los zombis ya existían, pero se actualizaron; el gore llevaba más de diez años en activo, pero Romero lo acercó a las grandes masas; y en la historia se veían influencias de “Los pájaros” de Hitchcock y de “Soy leyenda”, de Richard Matheson, que tres años después daría lugar a “El último hombre vivo”, con Charlton Heston. 

Y, si me atrevo a teorizar, en su argumento hay un poco de “Plan 9 from outer space”. Al igual que en la cinta de culto de Ed Wood, se sugiere que el origen de la invasión de muertos vivientes procede del espacio exterior, de la radiación de un satélite de la NASA proveniente de Venus y estrellado en la Tierra, algo que no volvería a mencionarse en ninguna de sus entregas posteriores. Todo empieza cuando una chica es testigo de cómo su hermano es asesinado en un cementerio por un misterioso hombre. Ella escapa y llega a una casa en medio del bosque, donde se encuentra con que el propietario acaba de ser parcialmente devorado. Poco después se le unen otras personas, que se atrincheran dentro de la casa junto con ella, pues lo que parece estar pasando es que los muertos están saliendo de sus tumbas para comerse a los vivos. Aislados del mundo, con la televisión y la radio como único contacto con el exterior, deberán poner de acuerdo sus desavenencias si quieren sobrevivir al apocalipsis en el cual se encuentran inmersos.

La película se rodó en Pittsburgh, en cuya universidad estudiaba cuando gestó un relato llamado Anubis, en referencia al dios egipcio que guiaba a los muertos. En la universidad de Carnegie-Mellon entró en contacto con un grupo teatral independiente donde conoció a los que serían sus socios, John Russo y Russell Streiner, , con quienes formó la compañía independiente The Talent Image, para la cual rodó anuncios comerciales para autocones hasta que decidieron dar el salto al cine. Y la elegida fue la historia de Romero, transformada en guión por Russo en 1967 con la intención de convertirla en una efectiva cinta de bajo presupuesto con el nombre de “Night of the flesh eaters”, y posteriormente “Night of Anubis” por problemas legales con una cinta ya existente, “Flesh Eaters” (Jack Curtis, 1964).


Los problemas de financiación y copyright
El problema era la financiación, para lo cual pensaron que si cada miembro del equipo ponía 600$, lograrían cubrir los 6.000 que necesitaban para comenzar, rodar algo de material y mostrarlo a otros inversores con el objetivo de obtener más dinero. Funcionó, pues con el tiempo fueron entrando más y más inversores, que querían participar de los beneficios obtenidos en taquilla, siendo finalmente el presupuesto de 114.000$.

Por motivos económicos, se tomó una serie de decisiones que indudablemente jugaron a favor del resultado final. En primer lugar, el reparto era totalmente desconocido y prácticamente amateur y a los extras escogidos entre los ciudadanos de Pittsburgh para interpretar a los muertos vivientes se les retribuyó con una camiseta que ponía "yo estuve en el rodaje de La noche de los muertos vivientes". Algunos miembros del equipo realizaron cameos, como los propios Russo y Romero, y el productor y miembro del equipo Karl Hardman, que dio una gran interpretación como padre de la niña del sótano, además de hacer las veces de maquillador, fotógrafo –suyas son las fotos de los créditos finales- y técnico de efectos sonoros.


En segundo lugar, debía encontrarse la localización donde ambientar la filmación, esa claustrofóbica casa que servirá de fortín para los protagonistas. Necesitaban una casa en la que pudieran destrozar y prender fuego cuanto quisieran. Se decidieron por una vieja granja situada en Evans City, prestada por su propietario, pues iba a ser demolida en poco tiempo.
 
Pero el mayor acierto vino del formato usado para el rodaje. Por motivos económicos, y no estéticos, se rodó en blanco y negro con fotografía del mismo Romero, en una época en la que el color aún era un lujo al alcance de unos pocos, lo cual, junto al manejo amateur de la cámara de su director, confería a la película un aspecto de cine verité que incrementaba el desasosiego. Esto, además, permitió no tener que gastar tanto en maquillaje, usándose sirope de chocolate como sangre, ya utilizado en “Psicosis”.
Y pese a que tuvo que posponerse el rodaje a la primavera para evitar el frío del invierno, y solo durante los fines de semana en jornadas maratonianas para hacer compatible la realización con las obligaciones profesionales de cada miembro del equipo, se pudo finalizar el film en treinta intensivos días, quedando lista para ser proyectada en un pase privado, donde tuvo una buena acogida. Pero faltaba la distribución, una tarea que se tornó imposible debido precisamente al blanco y negro, que rechazaban las grandes distribuidoras, y más ahora que la televisión en color estaba en auge. Columbia Pictures y American International Pictures rechazaron la idea, la primera por la falta de color y la segunda porque querían un final feliz. Al final, la distribución la terminó realizando la Continental con una mínima campaña publicitaria, pues no confiaba demasiado en el éxito que acabó consiguiendo. 

Y, por una fatal negligencia, la película fue considerada de dominio público, por lo que sus responsables no pudieron disfrutar de los beneficios económicos conseguidos. En aquellos tiempos, era obligatorio un aviso apropiado para mantener el copyright, La compañía formada por Romero y sus compañeros así lo había hecho, poniendo la declaración bajo el título original. Pero una vez este cambió por la similitud con el del film de Curtis del 64, se perdió totalmente, y más cuando tomó el nombre definitivo, idea de la distribuidora, y con el cual se quedaría de por vida. Algo que no sería tan preocupante si hubiera sido un fracaso, algo que no ocurrió.


La descendencia de los muertos
Cuando se estrenó en Pittsburgh el 1 de octubre de 1968 en una pomposa premiere mundial seguida de una fiesta privada, la prensa especializada la vapuleó, acusándola de gratuitamente violenta –fue considerada X- y relegándola a los autocines y salas universitarias, donde vivió una segunda vida y poco a poco fue considerada de culto, llegando a recaudar cerca de 12 millones de dólares. Una vez más, la crítica se equivocaba, pero no el público, al que pilló por sorpresa al no saber cómo se las gastaba exactamente el gore. En Europa fue enormemente elogiada, aunque se exhibiera censurada en buena parte de países, como Alemania, Inglaterra o Francia. En total, entre reposiciones y reestrenos, alcanzó internacionalmente los 30 millones de dólares. En España tuvo el honor de estrenarse durante las navidades de 1970, en pleno franquismo, aunque en salas de arte y ensayo en versión original subtitulada.


Y, sobre todo, la película abrió el camino a toda una corriente de trabajos que imitaron su estilo hasta la saciedad. Sus imágenes realistas, muy cercanas al documental, toda la filosofía que desarrolló en torno a los zombis –palabra que no se usa durante todo el metraje; como máximo se refieren a ellos como “esas cosas”-, la crudeza de sus fotogramas, tuvieron descendencia, y las consecuencias las seguimos sufriendo actualmente. El propio Romero perpetuó su obra en cinco trabajos más, donde aprovechaba para realizar alguna crítica social, y donde introduciría variantes como la virulencia de las mordeduras de los zombis o la manera de acabar con ellos. Incluso en España tuvimos honrosas aportaciones como “No profanar el sueño de los muertos” (Jordi Grau, 1974), así como parodias como “El regreso de los muertos vivientes” y sus secuelas, o “Shaun of the dead”, que cuenta con el beneplácito del director, y cuyos creadores, Edgar Wright y Simon Pegg, realizaban cameos en “Las tierra de los muertos vivientes” (Romero, 2005). 


La misma cinta original tiene un más que solvente remake distribuido por la Columbia, la misma que rechazó la primera en su momento, en color y perpetrada por el mago de los efectos Tom Savini, a quien Romero quería como maquillador en aquella, pero con el que no pudo contar dado que Savini tuvo que ir a Vietnam como reportero de guerra. Eso sí, colaboraría en “Dawn of the dead”. En 1999, con motivo del trigésimo aniversario del estreno, Russo rodaría quince minutos de escenas y las agregaría a su propio Director’s Cut, algo que no entusiasmó a los fans. 


Lo imprevisible es el boom que el género ha tenido en los primeros años del siglo XX, con películas como “Amanecer de los muertos” (Zack Snyder, 2004), “28 días después” (Danny Boyle, 2003) o “[·REC]” (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007), que convierten a los zombis en infectados o incluso poseídos capaces de correr al doble de velocidad que una persona normal. Hasta la pequeña pantalla vivió el año pasado el resurgir zombi con el estreno de la aclamada serie "The Walking Dead". Todas son pruebas de la buena salud de los zombis en la pantalla.




Carne de sociólogos
Algo que también influyó notablemente en el terror que se exhibiría en años posteriores, descontando producciones de serie B y Z destinadas al puro entretenimiento, fue el uso del género como crítica social y política. En “Dawn of the dead” se criticaría al consumismo, en “El día de los muertos” el papel del ejército, y en “La tierra de los muertos vivientes” haría lo propio con el poder y la discriminación de clases. Y, por supuesto, en “La noche de los muertos vivientes” no escasean las sublecturas socio-políticas propias de la época.


Para empezar, rompe con los estereotipos de los héroes convencionales del cine. La chica está catatónica, y el protagonista, por primera vez en el género de terror, es negro. El personaje de su actor, Duane Jones, pelea con el de Hardman, en un acto de reivindicación racial, en una época en la que la lucha por la igualdad civil estaba llegando a su fin (un dato anecdótico es que, cuando Romero y Russo fueron a Nueva York a buscar un distribuidor para el filme, desayunaron con la noticia del asesinato de Martin Luther King Jr). En los mismos zombis vemos a personas de diferentes clases sociales, simbolizando que todos somos iguales ante la muerte. Además, tenemos a la masa de individuos no pensantes acosando a la minoría pensante, un acto de rebelión contra cualquier clase de poder. Y en el ambiente que se crea en la casa, vemos represión, asedio, lucha, desencuentros… de haberse puesto todos de acuerdo, más de uno habría salido con vida. La presencia de la guerra de Vietnam ayudó a la visión del film como una visión de la contienda, incluso del avance comunista, y tenemos incluso a una hija que se venga del yugo de sus padres devorándoles –el amor es la perdición de sus padres, como lo fue también para los protagonistas de “28 semanas después”, de Juan Carlos Fresnadillo-. 


Pero es su desenlace el que mayor número de connotaciones sociales conlleva. La última media hora de la película es la más intensa, y en su escena final, cuando parece que el protagonista negro va a salvarse y ser uno de los pocos hombres “vivos”, es abatido a tiros por unos cazadores que limpian la zona de zombis, confundiéndole con uno de ellos. Muchos ven un retrato de la América profunda, del problema racial en Estados Unidos, pero yo prefiero entender el desenlace a través de la locución latina Homo homini lupus (El hombre es un lobo para el hombre), potenciada por la situación de desacuerdo que se produce en la casa entre los personajes, y que les lleva a morir uno a uno, y esas fotografías finales en la que los cazadores asesinan fríamente y sin miramientos, tratando los cuerpos como a ganado recién salido del matadero. Un ejemplo de lo potencialmente peligrosa que es la raza humana. Como decía el militar de “28 días después”, “Hombres matando hombres… siempre ha sido así”.


Como regalo, la peli al completo, vía Youtube, en V.O. y la posibilidad de verla en HD. Un lujo.

3 comentarios:

Lasaga dijo...

Genial tio, no he podido resistir y he tenido que leerlo ahora jejeje. A ver si te motivas y haces alguna de las otras :D

El Cinéfago dijo...

Muchísimas gracias Manu.¿De qué otras hablas? La lista de película del mes está repleta para los próximos dos años, así que hay bastante sobre lo que escribir...

manipulador de alimentos dijo...

'¿Cómo puede el director de 'Drácula', por muy autoreferenciadora y coñera que sea, revisitar con 'Twixt' el género hoy tan de moda y que él elevara a tal altura? Un saludo!!!!

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