Sherlock Holmes ***1/2
Guy Ritchie reinventa el blockbuster
Estamos ante la visión de un cineasta con un estilo narrativo particular y un desquiciado sentido del montaje de los personajes creados por sir Arthur Conan Doyle en su primer salto al cine tras más de veinte años inactivos. Los Holmes y Watson que se nos presentan ahora bien podrían ser la versión madura, ya pasada de rosca y embriagada de éxito, del bonachón aprendiz de doctor y del sagaz y tunante aprendiz de detective que prefería crear misterios en vez de estudiar de todo un clásico de los 80, “El secreto de la pirámide”, otra alternativa al original bien llevada por Barry Levinson. Con los años, Holmes se ha vuelto un fanfarrón, un ególatra petulante consciente de su propia importancia y que necesita más un caso que resolver que la cocaína para conciliar el sueño. Un camorrista adicto a las peleas, pero siempre usando su cerebro antes que los puños, incluso en el combate. Por su parte, Watson sigue siendo Watson, arrastrado irremediablemente por su compañero de fatigas.
Tal refrito consistente en una reinterpretación del original basado en unos personajes ya excesivamente populares y pasados por el filtro de un director inquieto como Guy Ritchie es lo que nos encontramos en “Sherlock Holmes”, gran divertimento victoriano dotado de grandes dosis de comicidad y misterio, como marcan los cánones del personaje. Porque ¿qué ocurriría si el director de las febriles “Snatch. Cerdos y diamantes” y “RocknRolla” aplicara su toque a un producto destinado a amasar dinero? La respuesta es que inauguraría un nuevo concepto de cine entretenimiento.
Ritchie, ya aparentemente recuperado del tifón Madonna, pone toda la carne en el asador y se convierte en un eficiente realizador, y auténtico renovador, del blockbuster de siempre. Ofrece una comedia de acción y suspense con clase, con un estilo narrativo portentoso mezclado con la estética gótica propia de la época, un guión inteligente que no abusa de sus propios golpes de efecto, y una trama que se complica a medida que avanza más que la manera de pensar de su protagonista.
Lo advertimos ya en sus primeras secuencias. Ritchie no es capaz de hacer un taquillazo al uso, y eso le pasa factura durante casi la primera mitad. Es tan difícil entrar en la dinámica de su juego que más de uno desconectará de la historia. Los que no lo hagan experimentarán cómo el interés en la trama y su inteligente desarrollo van in crescendo. A mí, por ejemplo, me ha costado entrar de lleno en su propuesta al principio, para luego dejarme llevar por ella sin resistencia.
Además consigue algo muy importante: una complicidad entre sus dos actores protagonistas que traspasa la pantalla. Jude Law da la réplica perfecta y necesaria a un Downey, Jr. irresistible en el papel del mítico investigador, amo y señor de la función que se pasea a sus anchas por los planos de este londinense paisaje digital sublimemente ambientado. Hasta su banda sonora choca con lo que estamos acostumbrados en un producto de estas características. Un cine comercial diferente sí es posible.
A favor: la complicidad entre sus dos protagonistas y el nuevo concepto de cine entretenimiento de su director
En contra: ese nuevo concepto puede hacer que cueste entrar en su juego desde el principio
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