Cuando Alex Proyas estrenó la magnífica “Dark City” escribió con letras doradas una página de la historia de la ciencia-ficción de finales del siglo pasado, junto a compañeros como los hermanos Wachowski, cuyo “Matrix” guardaba no pocas similitudes estéticas con la segunda película del realizador australiano, cuatro años después de su más que prometedor debut con “El cuervo”.
Ha pasado poco más de una década y los fans que ha ido ganando aquella película a la que el tiempo ha catapultado muy merecidamente a la categoría de culto seguimos esperando otro milagro similar del director y escritor. No habiendo sido posible, hemos tenido que contentarnos con auténticos blockbusters como “Yo, robot” con más sustancia que la mayoría de los filmes palomiteros que inundan las salas actualmente, pero aún carentes de esa aureola que confirió a “Dark City” como una de las más lúcidas y a la vez sombrías experiencias audiovisuales y conceptuales de los últimos años.
Proyas parece aún seducido por el reverso oscuro de Hollywood, ese que se esmera más en ganas dinero que en la calidad, pero no por ello ha perdido su universo personal. “Señales del futuro” contiene así una atmósfera opresiva, situaciones de tensión milimétricamente insertadas, y un look visual en el que predominan los tonos fríos.
Con “Yo, robot” fuimos concientes de que estábamos ante un nuevo vehículo de lucimiento para Will Smith, y como tal concienciación dejamos pasar los chistes del actor y que primara la acción sobre todo lo demás. El guión tan solvente de aquélla ayudaba a digerirla, y Proyas concibió una película entretenida, enérgica e inteligente. Pero en “Señales del futuro”, el peso ya no recae en la estrella –Nicolas Cage no es Will Smith, e incluso nos cae mal algunos, aunque en esta ocasión está bastante correcto-, y las miradas se han centrado en el director, con más razón teniendo en cuenta la relevancia que “Dark City” ha ganado con los años.
Por ello, esperamos de este nuevo trabajo una seriedad inusitada, algo que sin duda tiene. Esperamos una gran historia, algo que también posee. Esperamos que mantenga el tipo durante dos horas, algo que no le falta en absoluto. Y esperamos por supuesto notar la mano de Proyas al menos en el aspecto audiovisual, y esto es lo que afortunadamente más sobresale. Pero que sea una adaptación de un film del director para el público en general, como ocurriera en su anterior cinta, es algo que no deseamos ver. Así, en “Señales del futuro” se enfrentan dos fuerzas: la de un cineasta con identidad propia que tiene una interesante historia entre manos y sabe llevarla a buen puerto, a pesar de la previsibilidad de la misma, y la de unos productores que quieren un bombazo en taquilla, una película que hermane más con el público que con los pocos seguidores que puedan llegar a verla.
Así, “Señales del futuro” es una película entretenida, muy interesante, potentemente dirigida, con secuencias que quedan grabadas en la retina –el plano secuencia del accidente aéreo y el del metro son para quedar enmarcados por siempre como buena muestra de lo que debe ser el cine espectáculo- y un guión que cambia de tercio un par de veces sin por ello resultar difícil de seguir, aunque pueda resultar fácil verlo venir en su desarrollo. Pero el empeño por hacer una película para el público es lo que más tropieza con ella –se nota en el tópico pasado del protagonista-, hasta el punto de alargar la trama para mostrar el Apocalipsis en todo su esplendor. Porque de haberse dejado libertad a Proyas, el necesario desenlace no habría resultado tan risible y esta película habría llegado a algo dentro de su género. No habría alcanzado a su trabajo más célebre ni por asomo, pero no olería tanto a producto veraniego desaprovechado.
Ha pasado poco más de una década y los fans que ha ido ganando aquella película a la que el tiempo ha catapultado muy merecidamente a la categoría de culto seguimos esperando otro milagro similar del director y escritor. No habiendo sido posible, hemos tenido que contentarnos con auténticos blockbusters como “Yo, robot” con más sustancia que la mayoría de los filmes palomiteros que inundan las salas actualmente, pero aún carentes de esa aureola que confirió a “Dark City” como una de las más lúcidas y a la vez sombrías experiencias audiovisuales y conceptuales de los últimos años.
Proyas parece aún seducido por el reverso oscuro de Hollywood, ese que se esmera más en ganas dinero que en la calidad, pero no por ello ha perdido su universo personal. “Señales del futuro” contiene así una atmósfera opresiva, situaciones de tensión milimétricamente insertadas, y un look visual en el que predominan los tonos fríos.
Con “Yo, robot” fuimos concientes de que estábamos ante un nuevo vehículo de lucimiento para Will Smith, y como tal concienciación dejamos pasar los chistes del actor y que primara la acción sobre todo lo demás. El guión tan solvente de aquélla ayudaba a digerirla, y Proyas concibió una película entretenida, enérgica e inteligente. Pero en “Señales del futuro”, el peso ya no recae en la estrella –Nicolas Cage no es Will Smith, e incluso nos cae mal algunos, aunque en esta ocasión está bastante correcto-, y las miradas se han centrado en el director, con más razón teniendo en cuenta la relevancia que “Dark City” ha ganado con los años.
Por ello, esperamos de este nuevo trabajo una seriedad inusitada, algo que sin duda tiene. Esperamos una gran historia, algo que también posee. Esperamos que mantenga el tipo durante dos horas, algo que no le falta en absoluto. Y esperamos por supuesto notar la mano de Proyas al menos en el aspecto audiovisual, y esto es lo que afortunadamente más sobresale. Pero que sea una adaptación de un film del director para el público en general, como ocurriera en su anterior cinta, es algo que no deseamos ver. Así, en “Señales del futuro” se enfrentan dos fuerzas: la de un cineasta con identidad propia que tiene una interesante historia entre manos y sabe llevarla a buen puerto, a pesar de la previsibilidad de la misma, y la de unos productores que quieren un bombazo en taquilla, una película que hermane más con el público que con los pocos seguidores que puedan llegar a verla.
Así, “Señales del futuro” es una película entretenida, muy interesante, potentemente dirigida, con secuencias que quedan grabadas en la retina –el plano secuencia del accidente aéreo y el del metro son para quedar enmarcados por siempre como buena muestra de lo que debe ser el cine espectáculo- y un guión que cambia de tercio un par de veces sin por ello resultar difícil de seguir, aunque pueda resultar fácil verlo venir en su desarrollo. Pero el empeño por hacer una película para el público es lo que más tropieza con ella –se nota en el tópico pasado del protagonista-, hasta el punto de alargar la trama para mostrar el Apocalipsis en todo su esplendor. Porque de haberse dejado libertad a Proyas, el necesario desenlace no habría resultado tan risible y esta película habría llegado a algo dentro de su género. No habría alcanzado a su trabajo más célebre ni por asomo, pero no olería tanto a producto veraniego desaprovechado.
A favor: el poderío visual del mejor Alex Proyas y las escenas de accidente del avión y del metro
En contra: el final puede parecerle ridículo a muchos; la sensación de que por culpa de Hollywood no haya llegado a más
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