Mucho ruido y pocas nueces
Quizás sea “Terminator” la saga que más ha marcado la evolución de la ciencia-ficción seria -excluyamos a “Star Wars”- y de las técnicas infográficas al servicio del espectáculo. El primer “Terminator” ofrecía una nueva historia de la que nutrir al género, una estética de serie B reconvertida en espectáculo de masas en su segunda parte. Más grande, más larga y más ruidosa, “Terminator 2: El juicio final” superaba a su predecesora, ya firmemente asentada en el olimpo de obra de culto, en espectacularidad y efectos, a pesar de contar la misma historia. Y mientras “Terminator 3: La rebelión de las máquinas” apostaba por la economía de metraje y por ofrecer más de lo mismo, que es mucho, ayudándose de uno de los desenlaces más coherentes de los últimos años –coherente para la misma saga, por supuesto-, el “Terminator Salvation” que ahora nos llega lo hace mostrándonos lo que en las anteriores solo eran ráfagas tímidas en medio del estruendo: la definitiva guerra contra las máquinas puesta por fin en imágenes en un largometraje, con un John Connor consciente ya de su papel de líder.
No puede achacársele a esta nueva vuelta de tuerca, que no del todo resucitación –para eso ya está la solvente serie de televisión basada en la franquicia-, el ser demasiado previsible. Ya eran previsibles las anteriores, pues precisamente la historia no puede cambiarse, ya estaba todo escrito. Del mismo modo que el desenlace de la tercera entrega reducía a la nada al film por no llevar a ningún sitio al mismo tiempo que era el único final posible, en la segunda parte sabemos que Connor no puede morir, o el futuro de la humanidad y todo lo que hemos visto hasta entonces caería por su propio peso. En resumen, nos encontramos ante un modelo que no se puede permitir los cambios temporales de “Regreso al futuro”, sino que todo está ya previamente predestinado a ocurrir, pues el pasado marca el futuro, y viceversa. “Terminator Salvation” no comete así la desfachatez de jugar a los dados con el tiempo y se erige como primera parte real de la saga, aquella que debería ocurrir antes de la que James Cameron presentara hace un cuarto de siglo, antes de que Connor enviara al pasado a su padre para salvar a su madre. Consciente de su papel en la franquicia, “Terminator Salvation” es fiel a la historia original y nada en ella cambiará lo que hemos visto hasta ahora, y por tanto su previsibilidad es en parte necesaria.
Podría esperarse del ecléctico McG que usara los artificios de “Los Ángeles de Charlie” y la película no se sostuviera estéticamente. No es el caso. El director rehuye de sus manías habituales en la dirección y ofrece un monocromático futuro post-apocalíptico cercano a los escenarios de una cinta bélica del calibre de “Salvar al Soldado Ryan”. El 2018 que recrea vuelve a ser consecuente con la historia que narra, y se planta como una de las mejores bazas de esta película. Ayudan a ese cometido el siempre sobrio Christian Bale, quien sin embargo se ve ensombrecido por un actor con mucha fuerza en escena, Sam Worthington, y la banda sonora de Danny Elfman, muy alejado, al igual que McG, de sus tics habituales.
Puede que mostrar en pantalla la definitiva batalla hombre-máquina sea más de lo mismo, pero “Terminator Salvation” lo solventa con muchas buenas dosis de entretenimiento, polvoriento y ruidoso donde los haya, con unos efectos hiperrealistas –aquí se contempla otro avance más de la saga en materia de efectos especiales-, que no decae casi en ningún momento.
Pero debajo de tanto ruido subyace el principal problema: un guión que suspira en cada línea. En especial durante la primera hora de metraje, la inexistencia de este guión solo puede hacer equiparar a esta entrega con “Transformers”, pero no con la trilogía original. Cuando por fin llegan los primeros resquicios de guión, la película se ve sumida en su propio estruendo, absorbida por la dosis vibrante que McG insufla al conjunto, una buena muestra de cine espectáculo, pero con menos contenido que la serie B de la que partía en un principio, y a la que parece ir destinada –no olvidemos que realmente es el comienzo de toda la historia, y tras ella iría cronológicamente un clásico de la serie B-.
Rabiosa, vibrante, y por supuesto muy ruidosa, “Terminator Salvation” se permite solo cuatro momentos de nostalgia, aunque no precisamente de momentos nostálgicos para la misma saga: una niña que recuerda a la de “Aliens, el regreso”; la dedicatoria final al mago Stan Winston; la recuperación de un grande, Michael Ironside; y la fugaz aparición, para algunos ridícula –se oía más de una risa en la sala- del incombustible Schwarzenegger, recuperado con su aspecto de hace 25 años gracias a la magia digital. Lo demás se reduce a una entrega necesariamente previsible, ferozmente espectacular, pero tan silenciosa en el fondo como ruidosa en su envoltorio.
A favor: su buena dosis de constante espectáculo
En contra: el guión, casi inexistente
Crítica también disponible en locoporelcine.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario