En tiempos de crisis una buena dosis de ingenio, poco o nulo sentido del ridículo y por supuesto la necesidad de llegar a fin de mes pueden llevar a algunos a tomar medidas tan desesperadas, pero lucrativas después de todo gracias a la era Internet, como rodar una película porno sin medio alguno pero con mucha motivación. Éste es el camino que toman dos amigos de toda la vida, los Zack y Miri del título original, en la última ocurrencia del ex-prodigio del cine independiente Kevin Smith.
Smith ha pasado de la lúcida comedia indie de sus primeros trabajos al cine políticamente incorrecto en apariencia, pero demasiado correcto en su conjunto. Ha tenido que soportar ver cómo su época, la cual no supo aprovechar del todo, pasaba sin pena ni gloria, a pesar de haber sido en sus comienzos una joven promesa. Ahora se ve relegado a ser un obseso de “Star Wars” y los cómics que de vez en cuando gesta comedias blandengues del estilo “Una chica de Jersey” y es incapaz de volver a divertirnos con aquel cúmulo de despropósitos que fue la genial “Dogma” –la cual sí era incorrecta desde el comienzo hasta el final-, un freak que hace alguna cargante aparición en pelis de otros, como la última entrega de “La jungla de cristal”, interpretándose básicamente a sí mismo.
“¿Hacemos una porno?” contiene, por suerte, las esencias del cine del Smith primerizo, el de “Clerks”: diálogos bastante ingeniosos y las enésimas referencias al universo galáctico de Lucas y los tebeos. Smith nos sirve incluso una original, más kitch que pornográfica, versión de “Star Wars”, aquí titulada “Star Whores (La guarra de las galaxias)”, así como algún que otro diálogo punzante sobre los actuales juguetes sexuales del mercado, como la linterna masturbatoria.
Sin llegar a ser tan genial como la misma “Dogma” y sin estar siquiera a la altura de su debut, su nueva locura es divertida, ocurrente y consigue de sobra su objetivo, que no es otro que el de entretener. Pero en definitiva, “¿Hacemos una porno?” parece más una película surgida de la mente del último fenómeno de la comedia made in USA, Judd Apatow, que de la pluma y la imaginación de Smith, quien ha tenido que soportar ver, como le ocurriera a los hermanos Farrelly –no obstante, estos sí supieron explotar su propio éxito-, cómo Apatow le roba un terreno que en realidad no ha tenido nunca. Lejos de resignarse a seguir haciendo cine como aquellos, busca obtener el mismo éxito usando las mismas fórmulas. Y sí, la película parece más de Apatow que de Smith, pero el público no ha reaccionado como se esperaba, y en taquilla su intento no ha dado sino para recuperar su inversión y la de los malditos hermanos Weinstein.
A pesar de haber perdido parte de su propia identidad, el director sale airoso con esta comedia que comienza muy bien pero acaba en la cursilería propia de las películas románticas, algo que ya se olía desde el comienzo, con la pareja de amigos de toda la vida que termina descubriendo que están enamorados. En ese tramo final tan azucarado para lo que se preveía como una comedia marca de la casa Apatow, solo sobresale Jason Mewes, el eterno compinche de Smith, su atrevido desnudo frontal y su técnica del timón holandés.
Smith ha pasado de la lúcida comedia indie de sus primeros trabajos al cine políticamente incorrecto en apariencia, pero demasiado correcto en su conjunto. Ha tenido que soportar ver cómo su época, la cual no supo aprovechar del todo, pasaba sin pena ni gloria, a pesar de haber sido en sus comienzos una joven promesa. Ahora se ve relegado a ser un obseso de “Star Wars” y los cómics que de vez en cuando gesta comedias blandengues del estilo “Una chica de Jersey” y es incapaz de volver a divertirnos con aquel cúmulo de despropósitos que fue la genial “Dogma” –la cual sí era incorrecta desde el comienzo hasta el final-, un freak que hace alguna cargante aparición en pelis de otros, como la última entrega de “La jungla de cristal”, interpretándose básicamente a sí mismo.
“¿Hacemos una porno?” contiene, por suerte, las esencias del cine del Smith primerizo, el de “Clerks”: diálogos bastante ingeniosos y las enésimas referencias al universo galáctico de Lucas y los tebeos. Smith nos sirve incluso una original, más kitch que pornográfica, versión de “Star Wars”, aquí titulada “Star Whores (La guarra de las galaxias)”, así como algún que otro diálogo punzante sobre los actuales juguetes sexuales del mercado, como la linterna masturbatoria.
Sin llegar a ser tan genial como la misma “Dogma” y sin estar siquiera a la altura de su debut, su nueva locura es divertida, ocurrente y consigue de sobra su objetivo, que no es otro que el de entretener. Pero en definitiva, “¿Hacemos una porno?” parece más una película surgida de la mente del último fenómeno de la comedia made in USA, Judd Apatow, que de la pluma y la imaginación de Smith, quien ha tenido que soportar ver, como le ocurriera a los hermanos Farrelly –no obstante, estos sí supieron explotar su propio éxito-, cómo Apatow le roba un terreno que en realidad no ha tenido nunca. Lejos de resignarse a seguir haciendo cine como aquellos, busca obtener el mismo éxito usando las mismas fórmulas. Y sí, la película parece más de Apatow que de Smith, pero el público no ha reaccionado como se esperaba, y en taquilla su intento no ha dado sino para recuperar su inversión y la de los malditos hermanos Weinstein.
A pesar de haber perdido parte de su propia identidad, el director sale airoso con esta comedia que comienza muy bien pero acaba en la cursilería propia de las películas románticas, algo que ya se olía desde el comienzo, con la pareja de amigos de toda la vida que termina descubriendo que están enamorados. En ese tramo final tan azucarado para lo que se preveía como una comedia marca de la casa Apatow, solo sobresale Jason Mewes, el eterno compinche de Smith, su atrevido desnudo frontal y su técnica del timón holandés.
A favor: la técnica del timón holandés de Jason Mewes
En contra: previsiblemente, se endulza llegado el final; que Kevin Smith no es Judd Apatow
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