jueves, 2 de agosto de 2007

Adiós a tres grandes del cine

Hace unos días nos sorprendíamos por la muerte de Ulrich Mühe, el gran protagonista de “La vida de los otros”. Ahora otros tres grandes maestros del cine europeo nos han dejado a una edad mucho más avanzada que la del actor alemán.

Las noticias se hicieron eco el lunes del fallecimiento de uno de los grandes maestros del siglo XX, Ingmar Bergman. Realizador sueco creador de joyas como “El séptimo sello”, “El silencio”, “Gritos y susurros”, “Fanny y Alexander” o “Sonata de Otoño”, entre un total de más de 50 filmes. Se despidió en 2005 con otra joya, “Saraband”. Siempre se vio a los fans de Bergman como culturetas, pero su cine si bien es denso y moralizante no es tan difícil de digerir como algunos predican. Siempre preocupado por temas como la soledad y la muerte, la limpieza en sus imágenes y su puesta en escena, ayudado por unos actores pletóricos que amenizan el metraje, hacen de su cine un referente de la segunda mitad del pasado siglo, y para nada debemos dejarnos llevar por los comentarios de que su cine es sólo apto para cultos. Otorgó una lección de cine inolvidable a todos los que disfrutamos sus películas, sin por ello resultar su obra ni pedante ni plomiza.

El siguiente gran profesional, del que poco o casi nada se hicieron eco en los medios, es el actor francés Michel Serrault, un enorme actor cómico de cine, teatro y televisión ganador de tres César, con más de 130 películas a sus espaldas y más de medio siglo de profesión. Alcanzó fama con la comedia de los 80 “La jaula de las locas”, en la que interpretaba a un homosexual, aunque para los más recientes su cara nos suena más de películas de los 90 como “Nelly y el Sr. Arnaud”, “El libertino”, “La máscara del faraón” y “Los actores”. Su extensísima carrera abarca trabajos con Jacques Demy, Claude Chabrol o Roger Vadim, entre otros muchos.

El tercer homenajeado y tristemente fallecido es el que posiblemente más ha marcado mi condición de cinéfago, gracias sobre todo a una película memorable, perfecta, precursora inconfesa de “La conversación” de Ford Coppola. “Blow-Up, deseo de una mañana de verano” era la crónica de un asesinato no esclarecido, la obsesión insana de un fotógrafo sumido en un pánico inexplicable por creer que ha descubierto un asesinato a través de sus fotos. Joya recomendable para los que crean que el cine es pura ilusión (eso no se cree, se sabe), “Blow-Up” no fue más que una pequeña muestra de un maestro como Michelangelo Antonioni, siempre pendiente de la estética neorrealista italiana de sus obras (“Blow-Up” es una muestra de ello), y que nos brindó otras buenas películas como “Más allá de las nuebes” (codirigida junto a Wim Wenders), “El desierto rojo” y “El eclipse”. Recibió un Oscar honorífico en 1995 y el Oso de Oro en Cannes por “La noche”, así como el León de Oro en Venecia por “El eclipse”. “Blow-Up” ganó asimismo la Palma de oro en Cannes. Falleció el mismo día que Bergman, el 30 de Julio, pero no se le dedicó tanto hueco en los medios.

En paz descansen.

lunes, 30 de julio de 2007

Snyder se atreve con Watchmen

Ha sido una de las grandes revelaciones de la Comic Con que se celebra estos días en San Diego. Allí los cinéfagos han dado rienda suelta a sus ansias de devorar cine con las comparecencias de J.J. Abrahams, quien presentaba el nuevo “Star Trek” y otra película que tiene en proyecto y de información aún desconocida, o Spielberg con su “Indiana Jones 4” vía conferencia interactiva. Entonces fue cuando hizo acto de presencia Zack Snyder (sí, el de “Amanecer de los muertos” y “300”) anunciando que la adaptación cinematográfica de “Watchmen” ya está en marcha y verá la luz el 6 de Marzo de 2009. Por si fuera poco ya tienen hasta el reparto, en el que me cuadra bastante poco Billy Crudup como el Dr. Manhattan -habrá que ver cómo hace milagros el maquillaje, y el gimnasio-, pero en el que sí veo como Rorschach (en la foto, en una imagen que se pudo ver durante el trailer de "300")a Jack Earle Haley, nominado este año como secundario al Oscar por Little Children.

Pero antes de seguir, ¿qué es “Watchmen”? Pues “Watchmen” es un comic book creado por Alan Moore y Dave Gibbons, un cómic con principio y fin, 12 episodios que se han convertido en todo un referente en la historia. Relatar de qué trata el cómic es tan arriesgado como adaptarlo al cine, pero en una primera aproximación podríamos decir que se trata de las historias paralelas de antiguos superhéroes, viejas glorias ya retiradas por cuyas vidas se hace un recorrido, siendo de importancia no sólo la trama, salpicada por un asesino de antiguos héroes, sino por las reflexiones que todos los enmascarados hacen de la época en la que viven. El cómic se permite la licencia de cambiar a conveniencia, y por hacer un análisis más ácido aún de la sociedad, parte de la historia americana, como por ejemplo mostrando a un Nixon que jamás dimitió y que durante los años 80, década en la que transcurre la historia actual de “Watchmen”, sigue gobernando con mano de hierro.

Después de esta nada acertada sinopsis -ya les digo, es bastante complicado de relatar- llega el análisis crítico de la obra. Poco hay que reprochar a la obra original, salvo una trama que se complica demasiado en su último tramo. El resto se reparte entre las ilustraciones simples pero efectivas de Dave Gibbons y la milimétrica composición de la historia de Alan Moore. Porque si algo caracteriza a “Watchmen” es la perfección en su presentación. Para su realización Moore no sólo decidió qué debía decir cada personaje, lo habitual, sino que planificó al detalle todo lo que se vería en cada viñeta, y cuando digo todo es todo. Absolutamente nada de lo que aparece en cada viñeta es arbitrario, está ahí por alguna razón, y contribuye igualmente a la historia. Esto hace que cuando comienzas a releer el cómic descubras detalles de los que antes no te percataste.

Es imposible expresar con palabras esa perfección a la que llega “Watchmen”, pero espero al menos que se hayan hecho una idea. Este año Snyder se tiró a la piscina con la adaptación de “300”, y salvo alguna secuencia redundante que no figuraba en el cómic, mi opinión es que dio en el clavo realizando un calco de la obra original, tanto como dio en el clavo igualando y a veces superando a ese gran clásico que fue el “Zombie” de Romero. Pero “300” no es “Watchmen”. El reto de “300” era estético, algo ya posible gracias a la magia digital. El de adaptar la obra de Moore y Gibbons es aún mayor, pues la legión de seguidores es considerablemente más numerosa y no importa tanto la estética del cómic como mantener las rupturas temporales del mismo, sus detalles milimétricos, los inteligentes y justos diálogos, etc. Podemos decir que ahora sí que se ha metido en un lío, del que veremos si sale bien parado el 6 de Marzo de 2009. Por ahora vayan echando un vistazo a la web provisional.

Web provisional de Watchmen

jueves, 26 de julio de 2007

LA CRÍTICA


LOS SIMPSON: LA PELÍCULA ****1/2

Más de lo mismo, que es mucho

Existe un momento en el salto a la pantalla grande de la familia animada más famosa de la televisión que podría ser visto por algunos como simple vehículo de desconcierto y transgresión, aquel en el cual la acción se ve interrumpida por un Continuará para dar paso a un Inmediatamente, intermedio tras el cual se reanuda la película. Este crítico prefiere ir más allá y ver ese intermedio como un momento de gran cine, como un guiño cinematográfico a esas películas interminables como “Ben-Hur” que obligaban a hacer un parón durante la proyección, parada que se mantiene intacta incluso en las ediciones en DVD de los grandes clásicos.

Ya sea como arma de transgresión o fruto de esa cinefilia de la que Matt Groening, James L. Brooks y sus camaradas han hecho alarde durante estos 20 años de existencia de la serie, lo cierto es que constituye tan sólo uno de los muchísimos aciertos de este gran capítulo alargado. Sus creadores sabían lo que se jugaban, y la presión que tienen sobre sus espaldas de mantenerse fieles a la serie de animación es inmensa. “Los Simpson” es uno de los grandes iconos de nuestra generación, ya no sólo de los Estados Unidos, sino del mundo entero.

Tras ver “Los Simpson: La película”, el veredicto es claro: es un episodio alargado, con el mismo espíritu de la serie y que hace avanzar un paso más la irreverencia, originalidad e inteligencia del producto original. La nueva aventura simpsoniana arremete como nunca contra Arnold Schwarzenegger, y de paso contra el presidente de la nación, contra los grupos de música estilo Green Day que han perecido en Springfield durante todos estos años, e incluso se permiten el lujo de mostrar un inolvidable desnudo integral de Bart Simpson y alguna que otra palabra malsonante.

El culpable de la cadena de acontecimientos que llevará al pueblo a ser aislado dentro de una gigantesca e indestructible cúpula totalmente vigilada cual Gran Hermano o Show de Truman no es otro que el cabeza de familia, Homer Simpson, quien por culpa de su Spider-Cerdo detonará uno de los mayores desastres ecológicos que se recuerdan y que pondrá en peligro a todo el país. Homer deberá huir con su familia sin ninguna intención de restaurar su honor, mientras Marge comienza a perder la confianza en su marido, Bart descubre en Flanders al padre que nunca tuvo, Lisa experimentará el amor que sigue sus mismos ideales y Maggie se perfila como la gran heroína en más de una situación.

“Los Simpson: La película” mantiene la frescura del producto original, mejora notablemente la animación y ofrece momentos de absoluta ironía e irreverencia, a los que probablemente sólo resten gracia unos trailers en los que se muestran demasiados gags de la cinta. Viéndola uno no puede evitar colocarla a la altura de otros ilustres saltos como los de “Beavis y Butt-Head”, “South Park”, “Las Supernenas” o “Los Rugrats”, por citar solo algunos ejemplos. Y no se preocupen, no es necesario haber visto las últimas temporadas para entender la película. Estamos ante un acontecimiento cinematográfico que se salda con una triunfal película en la que nada falta y nada sobra, un capítulo alargado de uno de los hitos televisivos más importantes de la historia.

Un misterio resuelto, el de la supuesta localización de Springfield y una última recomendación: no se muevan de sus asientos durante los títulos de crédito. La familia guarda un último comentario para los ayudantes de producción reconvertidos en encargados del cine y todos aquellos que nos esperamos hasta la última letra del último crédito, en contra de lo que dictan nuestras vejigas, para memorizar los nombres de todos aquellos que han hecho posible esta gloriosa película.

Título original: "The Simpsons Movie"; Nacionalidad: EEUU; Género: Animación; Año: 2007; Duración: 87 minutos; Dirección: David Silverman; Doblaje original: Dan Castellaneta (Homer Simpson), Julie Kavner (Marge Simpson), Nancy Cartwright (Bart Simpson), Yeardley Smith (Lisa Simpson), Harry Shearer (Sr. Burns), Hank Azaria (Varios)

lunes, 16 de julio de 2007

LA CRÍTICA

Los 4 Fantásticos y Silver Surfer **1/2

Estela Plateada merecía algo mejor

Debo reconocer que de todos los héroes que pueblan el universo Marvel, Los 4 Fantásticos son los que menos interés me han despertado siempre. Salvo por el dilema moral ante un nuevo aspecto que presentaba un personaje ya imprescindible de la factoría marveliana como era La Cosa, siempre vi a este equipo como un subproducto para niños y adolescentes, alimentado por cierta serie de dibujos animados que contemplé durante mi niñez.

Siendo así cabía esperar que la adaptación cinematográfica del cómic creado por Stan Lee y Jack Kirby no despertara en absoluto mi curiosidad como lo han hecho las de “Spider-Man” o “La Patrulla X”. Ante tal falta de expectativas por una película descubrí que realmente era un producto entretenido que no seguía a rajatabla la esencia de la historieta original pero que poseía un aura de no tomarse demasiado en serio a sí misma. Ofrecía, como yo esperaba, un retrato digno aunque incompleto -esto es ya habitual en todas las adaptaciones de cómics a la gran pantalla- de la tesitura en la que Ben Grimm/La Cosa se encontraba, pero continuaba dejándome ese mal sabor de boca de ser una película más preocupada por satisfacer al público infantil y juvenil que de profundizar en los personajes como lo han hecho hasta ahora Sam Raimi o en su momento Bryan Singer.

En el número 48 de la serie que revitalizó a la Marvel aparecía un personaje cumbre en la iconografía del comic art, Estela Plateada, un ser de poderes incomprensibles para la corta mentalidad humana al servicio de Galactus, a quien buscaba planetas pobres en vida pero con suficiente energía como para que el Devorador de Planetas saciara su hambre, y a fin de evitar la destrucción del suyo propio. Fue entonces, una vez llegado Estela Plateada a la Tierra, analizada ésta y sus habitantes y surgida la humanización de un personaje que se debatía entre acabar con unos seres que terminaron maravillándole o salvar su mundo, cuando Los 4 Fantásticos consiguió alcanzar esa madurez que no le intuía en entregas anteriores.

“Los 4 Fantásticos y Silver Surfer” trata precisamente de eso, del encuentro entre el grupo de superhéroes y el extraterrestre plateado dispuesto a salvar su planeta, aunque ello conlleve la aniquilación del nuestro. Y de la misma manera que la sensación ante la primera película y el cómic iban a la par, esta segunda parte ha conseguido captar mi atención como Estela Plateada lo hizo en el tebeo. Primero por tratarse de la continuación de una película menor, lo que hace que no se espere nada de ella, constituyendo el factor sorpresa. Segundo por la aceptable caracterización del personaje estrella de la película, a quien presta físico nuestro fauno particular, Doug Jones, y cierto atisbo de dilema moral en que se encuentra en algún momento del film y que hace alcanzar a éste un grado más adulto que su predecesora.

Cierto es que Tim Story ha vuelto a realizar una de las más pobres adaptaciones de cómic a la gran pantalla, que sigue teniendo en su primera hora ese aire de película palomitera sin sustancia y que traslada el cómic con cierta licencia artística. Sin embargo, juega a su favor el ser una segunda entrega que no intenta superar a la anterior, ni tecnológica -algunos efectos, como los de los estiramientos de Mr. Fantástico, resultan bastante pobres- ni argumentalmente, como cabe esperar de toda secuela. Además, en su última media hora roza un grado de madurez narrativa que le hace parecer más seria y adulta.

En definitiva, estamos ante una película que por no intentar ser mejor que la primera resulta hasta entretenida dadas las escasas expectativas que se tienen de ella, que cuenta con la aparición de un personaje crucial que le otorga por momentos un aire de madurez, aunque dentro del resultado global pase sin pena ni gloria y se quede bastante corta en el análisis de la ambigüedad moral a la que Estela Plateada está sometido. Un entretenimiento sano con la aparición estelar de Stan Lee -sigo sin entender cómo permite que se haga esto con sus criaturas, será por dinero- que dejará un mal regusto a los fans del cómic original. Porque Estela Plateada merecía algo mejor.

Título original: Fantastic Four: Rise of the Silver Surfer; Nacionalidad: EEUU; Año: 2007; Duración: 88 minutos; Dirección: Tim Story; Guión: Don Payne; basado en un argumento de Mark Frost; sobre los personajes creados por Stan Lee y Jack Kirby; Intérpretes: Ioan Gruffud, Jessica Alba, Chris Evans, Michael Chiklis, Julian McMahon, Doug Jones

viernes, 13 de julio de 2007

LA CRÍTICA

TRANSFORMERS **1/2

El perfecto blockbuster del verano

Steven Spielberg sabe a la perfección cuáles son los mecanismos que detonan un blockbuster, ese concepto del megataquillazo que él mismo inaugurara hace tres décadas con “Tiburón” y que ha venido explotando con “E.T.” o “Parque Jurásico”. En un blockbuster la historia es lo de menos, a pesar de que las que haya ofrecido el maestro en sus obras posean toda la solvencia narrativa que le asegure un podio en el olimpo de los dioses cinematográficos. Lo que prima en este tipo de producto es el espectáculo, el hacer reventar los tímpanos de los espectadores, y de paso sus carteras, con una mezcla tecnológica de pura imaginería audiovisual que más que aleccionar intenta entretener.

Ésta es la segunda película de Michael Bay apadrinada por papá Spielberg tras la olvidable y desastrosa “La isla”, un fallido híbrido cuyo mayor acierto era ese primer tramo en el que Bay se movía a sus anchas estéticas que bien concordaban con el género de la ciencia-ficción. La carrera de este director, desde sus prometedores comienzos con las adrenalíticas “Dos policías rebeldes” y “La Roca”, ha experimentado un claro declive patente en otra película desastrosa, “Pearl Harbor”, y todo por funcionar para una maquinaria de hacer dinero que exprime al máximo sus valores.

“Transformers” no es más que otro producto bayniano que llega para romper las taquillas de todo el mundo. Su sucesión de cámaras lentas pero en constante movimiento, la fotografía heredera del videoclip, la acción a raudales, la falta de guión en numerosos fragmentos,... todo está presente en una película que sin embargo funciona mucho mejor como blockbuster que la película con la que el dúo se estrenara hace dos años. Olvídense de una adaptación de la vieja serie de televisión y ya explotada cadena de juguetes, que a veces lo es, dotada de un guión bien estructurado y en definitiva digno de las películas de Spielberg. “Transformers” no es más que puro cine espectáculo, palomitero, hecho a la vez con ingenio en sus constantes cinematográficas -varias películas del productor y el director se ven homenajeadas con acierto, así como el obvio referente a “Terminator”- y con secuencias realmente absurdas en ciertos momentos fruto de un guión que se sostiene con alfileres.

La última proeza visual del esteta Bay se mantiene como blockbuster veraniego, con sus incontables bajos y mal contados aciertos. Es así como debe disfrutarse, y no esperen otra cosa, esta batalla entre Autobots y Decepticons que tiene en su última media hora del excesivo metraje una prueba de lo que es el séptimo arte para su autor: el perfecto cine espectáculo.

Título original: "Transformers"; Nacionalidad: EEUU; Año: 2007; Duración: 147 minutos; Dirección: Michael Bay; Guión: Roberto Orci y Alex Kurtzman; a partir de una historia de Roberto Orci, Alex Kurtzman y John Rogers; basada en los muñecos Transformers de Hasbro; Intérpretes: Shia LaBeouf, Megan Fox, Tyrese Gibson, John Turturro, Jon Voight

miércoles, 4 de julio de 2007

STAR WARS: 30º ANIVERSARIO

Episodio II: Todo son problemas

Parte 2: El caótico rodaje

Los problemas en el casting, los cambios en los nombres de los personajes, en el director de fotografía y en crear los departamentos de efectos especiales fueron tan solo un conato de lo que se avecinaba. El verdadero reto del equipo al completo estuvo durante el rodaje, y concretamente en Túnez, donde se rodaron las secuencias que transcurrían en el planeta Tatooine.

Imaginemos por un momento que nos encontramos en medio del desierto sahariano, donde en las mejores condiciones la temperatura a la sombra es de 40 grados centígrados, y que tenemos que ir vestidos de los pies a la cabeza de metal, y por si fuera poco simular una interpretación, que todo es normal. En esta tesitura se encontraba Anthony Daniels, el actor que se enfundaba el traje dorado de C-3P0. En unas condiciones como las expuestas y con semejante atuendo, al pobre Daniels había que ir suministrándole cada cierto tiempo refresco por un orificio mediante una pajita para prevenir la deshidratación, lo que no le evitó perder cerca de dos kilos diarios durante su estancia en el país. Por si esto fuera poco su traje metálico le impedía agacharse, por lo que o descansaba de pie o apoyado en una tabla inclinada. O imaginemos ahora que es nuestro cumpleaños, como fue el caso de sir Alec Guiness, y debemos comernos la tarta en menos de 20 segundos o se derretirá. Si a esto unimos a un Kenny Baker (R2-D2) incapaz de desplazarse por la arena del desierto y del que se olvidaban para ir a comer, de la limpieza y mantenimiento continuos que exigían las cámaras por culpa de la arena y de que justo en pleno rodaje cayó una de las mayores precipitaciones en 50 años en el Sáhara que arrasó con decorados enteros podemos imaginarnos el estado en el que se encontraba George Lucas.

Pese a todo consiguieron, aunque a duras penas, cumplir el plazo previsto, y consiguieron volver, estado de salud aparte, a Londres. Allí Lucas pensó que los problemas, dado que trabajarían en un estudio, ya se habían acabado. Todo iba como la seda. Los decorados estaban completamente terminados y eran majestuosos y todo estaba ya listo, hasta que se toparon con un inconveniente con el que jamás contaron: las leyes sindicales. Éstas obligaban por aquel entonces a parar de trabajar a las 17.30 horas, así estuvieran en medio de un plano. El ritmo del rodaje se ralentizaba y el director lo veía cada vez todo más oscuro ante unos decorados y vestuario que no eran todo lo impresionantes que él había imaginado en su cabeza, y ante unos actores que no se tomaban en serio su trabajo por creer que hacían una película para niños y una productora que por la posible censura pedía cambios como el de que Chewbacca llevara pantalones.

Todo esto trajo consigo un retraso en el rodaje de poco más de dos semanas, lo que puso de los nervios a los directivos de la Fox. La junta de los estudios pidió a Alan Ladd que exigiera a Lucas el fin del proyecto en una semana o lo darían por cancelado. Fue entonces cuando “Star Wars” pasa de ser el proyecto de un director independiente en un gran estudio a ser la historia de un esfuerzo sobrehumano, de la lucha de un hombre por realizar su sueño. Lucas se dividió en varias partes, viajando entre los distintos departamentos en bicicleta para ahorrar tiempo. Fragmentó al equipo en tres partes y mientras terminaba de rodar la película decidió hacerse cargo del montaje. Al ver la falta de ritmo del primer montaje hizo alarde de su independencia y despidió al montador asignado por los estudios, llamando a los montadores Paul Hirsch, habitual de de Palma, Richard Chef y a su mujer Marcia Lucas. La idea era partir de cero, darle a la película la energía que le faltaba utilizando hasta el último fotograma en un metraje total que tenía demasiado material inservible.

El siguiente disgusto del realizador-montador fueron los efectos especiales, de los que solamente existían 3 de los 365 previstos. Lucas acabó ingresado en el hospital por una subida de tensión y al día siguiente tomó las riendas también del departamento de ILM, creando una unidad de producción para poder participar de la creación de efectos. En esos momentos la Fox le concedió un aplazamiento del estreno, previsto para la navidad de 1976. Le dieron hasta verano de 1977, por lo que o Lucas se desdoblaba a sí mismo para aumentar esfuerzos o no podría realizar en seis meses el trabajo de todo un año. Afortunadamente, con la llegada del invierno la película comenzó a cobrar nueva forma y ya se parecía más a lo que su creador tenía en mente. El montaje ya tenía cierta agilidad y todo hacía presagiar que para el plazo impuesto por la Fox la película estaría terminada.

Así fue, Lucas había por fin acabado su película y a sus amigos Alan Ladd y Steven Spielberg les convenció el resultado. Pero faltaba algo importante. Nadie confiaba aún en el proyecto, y Lucas debía asegurar cierto margen de beneficios. Menos de 40 cines aceptaron proyectarla y por ello había que crear un concepto ya crucial para la saga y para el cine moderno que cambiaría la historia del celuloide para siempre: el marketing. El cineasta contrató a un director de marketing que tenía contacto con los fans de películas de ciencia-ficción y promovió la nueva película, que apenas estaba siendo anunciada en los medios (el trailer oficial estaba narrado por el gran Orson Welles), entre los miles de fanáticos del género, con lo que se aseguraban al menos una cierta cantidad de público. Fue con esa primera distribución de camisetas y pósters con lo que nació el gran negocio del cine que hoy en día conocemos, y el artífice no fue otro que George Lucas.

La paradoja estaba servida. George Lucas pasó de ser el cineasta independiente que no quería saber nada de las grandes productoras a ser el instigador de un nuevo modo de hacer cine, y él mismo se convirtió en uno de los grandes nombres sinónimo de dinero en la fábrica de sueños. Había escrito con grandes letras doradas una página de la historia del cine, y con su esfuerzo nunca pudo imaginar lo que vendría luego, lo importante que sería su trabajo en el futuro.

sábado, 30 de junio de 2007

LA CRÍTICA

28 semanas después ****1/2

Cine de zombies en estado puro

Un grupo de personas se dispone a comer en el interior de una casa rural alejada del mundo en la que domina la oscuridad. La apacible velada se ve interrumpida cuando alguien golpea desesperadamente la puerta. En el momento en que la luz irrumpa en la casa comenzará la pesadilla. Éste es el prometedor comienzo, y no conviene desvelar mucho más del mismo, de “28 semanas después”, la secuela de esa pesadilla en formato digital que realizara Danny Boyle en 2003. “28 días después” constaba de una apocalíptica presentación en medio de un Londres desolado y que se iba diluyendo temerariamente en las aguas del análisis social, convirtiendo a la película de zombies que debía ser en una historia bélica de hombres matando hombres. Es uno de los puntos débiles de la película de Boyle, que en su afán continuo de reinvención de las constantes cinematográficas de los distintos géneros olvidó que lo que tenía entre manos era una de zombies.

Temía este crítico que esta secuela sería una película de encargo en la que Boyle como productor exigiría al elegido, el cineasta nominado hace ya una década al Oscar por “Esposados” y ganador de un Goya por “Intacto” Juan Carlos Fresnadillo, que se atuviera férreamente al esquema de la primera parte. Nada más lejos de la realidad. El cineasta británico ha dejado libertad absoluta al realizador canario, quien ha cogido a su productor de siempre y ha reescrito buena parte del tratamiento original. El resultado es un film de zombies al cien por cien, y deja en muy mal lugar a esa película de la que hereda la pocas veces esperanzadora coletilla de segunda parte.

Fresnadillo sigue en la explicación inicial sobre la situación y en la presentación del escalofriante final el mismo trazo que “28 días después”, pero ahí acaban las similitudes. El director sabe qué producto tiene entre manos y en ningún momento deja de pertenecer al género al que pertenece, lo que la encumbra de entrada por encima de la anterior. Se reconoce a sí misma esta cinta en las películas de Romero y no tiene reparos en pillar algunas ideas de las mismas (esas calles desoladas recuerdan a “El día de los muertos”, y la supuesta ciudad segura a “La tierra de los muertos vivientes”), pero en ningún momento deja de ser un artefacto autónomo, que no depende siquiera de su predecesora para ser entendida.

“28 semanas después” nos habla con gran acierto de la instauración de un nuevo orden que tiene sus días contados en medio del caos, curiosamente implantado por el ejército norteamericano. Un orden militar en el que no existe intimidad y que promueve pasar al código rojo si la situación se va de las manos; esto es, matar a todo el mundo, esté infectado o no. Pero aparte del análisis socio-político al que nos somete existe la historia de una familia desestructurada por el abandono forzado por el miedo de uno de sus integrantes, hecho que les marcará a todos durante el resto del metraje. Es entonces cuando Fresnadillo demuestra ser un excelente contador de historias humanas acerca de personajes con un arma apuntando directamente a su cabeza y que nos recuerda a esas situaciones límites a las que se veían sometidos los protagonistas de sus trabajos anteriores. Aquí el desencadenante de la pesadilla no es la estupidez humana por creer que se puede partir de cero en una zona devastada de esta manera, ni el descuido de dos niños que añoran ver por última vez su hogar. La razón del espectáculo gore del que hace gala el director sin titubear es el amor, el gran cáncer que hará que un marido hunda con sus propias manos los ojos de su esposa, y es la falta de amor precisamente la que salvará hacia el final a alguno de los personajes.

Juan Carlos Fresnadillo consigue una película para goremaníacos de estómago fuerte y lo intercala con su mensaje social y humano, en la que suenan a previsibles algunos pasajes y que no duda en usar algunos tópicos del género para subsistir, detalles que no estropean ese montaje frenético y de cámara temblorosa que busca la inseguridad en el público. Y por si esto fuera poco nos regala tres momentos que deberían pasar a la historia de este mal denominado subgénero: el exterminio de infectados y sanos previo paso por ese matadero en el que Robert Carlyle se pone las botas, la convincente manera en que un helicóptero acaba con una horda de zombies de una manera más contundente que cualquier arma biológica, y finalmente esa claustrofóbica secuencia en los pasillos subterráneos del estadio, con la única ayuda de una mira de visión nocturna como linterna.

Título original: "28 weeks later"; Nacionalidad: Reino Unido; Año: 2007; Duración: 99 minutos; Dirección: Juan Carlos Fresnadillo; Guión: Juan Carlos Fresnadillo, Jesús López Lavigne, Rowan Jofe y Jesús Olmo; Intérpretes: Robert Carlyle, Rose Byrne, Jeremy Renner, Harold Perrineau, Catherine McCormack, Imogen Poots, Mackintosh Muggleton

jueves, 28 de junio de 2007

LA CRÍTICA

LAST DAYS ***1/2

Viaje a la mente de un dios

Recién salido de las diabólicas garras de Hollywood, Gus Van Sant recuperó el halo independiente de la ilustre “Mi Idaho privado” con dos películas en las que las dualidades realidad y ficción, espacio y tiempo y documental y realidad poseían una delgadísima línea de separación. “Elephant” era un falso documental que relataba la tragedia ocurrida en el instituto Columbine y que jugaba a su antojo con el concepto del punto de vista de personajes y del tiempo, un recurso ampliamente explotado en la insoportable para algunos pero imprescindible para otros “Gerry”.

Con el estreno de su última película deben tenerse en cuenta estas dos referencias dentro de su propio cine. “Last Days” es la crónica de una muerte anunciada, un deambular despreocupado por la vida de un cadáver viviente llamado Blake en sus últimos días de vida, mientras por su casa pasan todo tipo de fantasmas ajenos a lo que se avecina. Tiene en común con sus predecesoras su aparente falta de argumento, el juego incesante con el tempo cinematográfico y el choque entre la pasividad de la que hace gala durante todo su metraje y que puede hacerse extenuante y el ya conocido y fatídico final.

Pero es que a pesar de esa apariencia de que no está ocurriendo nada, “Last Days” nos obliga a agudizar los sentidos si queremos realmente captar que sí que algo ocurre. El uso que Van Sant hace del sonido a lo largo de la película es sencillamente magistral, y una vez captado su juego de campanas y composiciones musicales en forma de susurros de su protagonista podemos advertir que todo lo que vemos existe solamente en la cabeza de Blake.

Por si fuera poco, la película se erige al final como un análisis de los últimos días del gran Kurt Cobain, en un retrato tan fidedigno a los hechos reales como “Elephant” lo era con respecto a la masacre de Columbine. Van Sant ha hecho un testamento cinematográfico sin precedentes, que rompe con las típicas películas biográficas de ascenso y caída. Aquí no hay nada de eso. El viaje de “Last Days” es al interior de la cabeza de Blake-Cobain, a sus sensaciones, a cómo un hilo de sonidos acuáticos y tonos armónicos se convierte finalmente en una pieza musical. Y definitivamente al ocaso de un genio, de un dios de la música que tiene sus dos mejores momentos en ese interminable travelling que se aleja de la casa mientras da rienda suelta a su vorágine creativa y en esa mirada a ninguna parte que sirve de prefacio para su muerte. Kurt Cobain se sentiría orgulloso.

Título original: "Last Days"; Nacionalidad: EEUU; Año: 2005; Duración: 92 minutos; Dirección y guión: Gus Van Sant; Intérpretes: Michael Pitt, Lukas Haas, Scott Green, Asia Argento

miércoles, 20 de junio de 2007

STAR WARS: 30º ANIVERSARIO

Episodio II: Todo son problemas.

Parte 1: La preproducción

Marzo de 1977. A pocos meses del estreno de “La guerra de las galaxias”, el episodio con el que se abría la saga, George Lucas decide hacer una proyección especial para un grupo de amigos de lo montado hasta la fecha, montaje en el cual faltan las escenas más espectaculares. Entre esos amigos está el hombre que confió en él desde el principio, el productor Alan Ladd, que mantuvo su firme idea de promover el proyecto tras ver la cinta, y los también directores Brian de Palma y Steven Spielberg, recién salido este último del éxito de “Tiburón” y con los ojos puestos ya en “Encuentros en la tercera fase”. Tras el pase inicial se hizo el silencio, y fue de Palma quien lo rompió afirmando que aquello no había quien lo entendiera. Pero Spielberg, que bien sabemos tiene un olfato indiscutible para los taquillazos, apoyó a Lucas argumentando que tenía entre manos una joya que si sabía explotar convenientemente se convertiría en todo un clásico del séptimo arte y en un producto más que rentable.

Todo lo que vino después quedó en manos del público, pero la misma realización de “La guerra de las galaxias” supuso una empresa equiparable a la de liberar a la galaxia del yugo del malvado emperador Palpatine. El primer bache a solucionar era el de los efectos especiales, imprescindibles en una película de ciencia-ficción de la envergadura del “Star Wars” que Lucas tenía en mente. El gran problema era que los departamentos de efectos especiales de los estudios, dado el coste de los mismos y su desuso por el cambio de gustos del público durante los 70 hacia un cine más realista, habían desaparecido. Pero una vez fundada su propia productora la idea era sencilla: fundar también su propia empresa de efectos especiales. Fue así como nació en 1975 la famosa ILM (Industrial Light and Magic), que no ha dejado de perfeccionarse con los años y que ha sido responsable, entre otras, de las criaturas digitales de “Parque Jurásico” o la reciente trilogía de “Star Wars”.

ILM la formaban profesionales de la publicidad ávidos de evolucionar en la dirección artística del cine y que soñaban con llegar a ser directores de cine algún día. De hecho, algunos de ellos, como el por entonces director de arte y efectos visuales, además de dibujante, Joe Johnston - director de “Jumanji” y “Parque Jurásico III” -, lo consiguieron. Empezando de cero en un almacén cerca de un aeropuerto, se definieron estratégicamente dos grupos. Uno de ellos, supervisado por el cámara de efectos John Dykstra, hizo evolucionar el concepto de control de movimiento para generar elementos múltiples de la película, y el otro se encargaba de construir las maquetas de naves a partir de cartón y piezas y siguiendo los bocetos de Johnston.

Solventado el problema de la financiación y los efectos, y ya montada toda la idea en la cabeza de su creador, restaba elegir a los actores. En ello ayudó Brian de Palma, quien también buscaba a los protagonistas de Carrie. Muchos fueron los aspirantes para el papel de Han Solo, el cínico cazafortunas que tuvo el rostro en las pruebas de actores como Kurt Russell, Nick Nolte o Christopher Walken. Pero Lucas quería actores más desconocidos en contra del consejo de Francis Ford Coppola de usar actores de teatro y cine de cierto renombre como ya había hecho en “El Padrino”. Tuvo clara la elección casi desde el principio. Había puesto sus ojos encima de un actor que ya había trabajado a sus órdenes en su anterior película, “American Graffiti”, llamado Harrison Ford. Sin embargo, Ford era bastante reacio a interpretarlo, y por ello Lucas le llamó como amigo para que diera la réplica a los demás aspirantes en las pruebas. Fue así como Ford se ganó su papel dándole el aire de mercenario socarrón que ya se ha convertido en una leyenda. Para el papel del provisional Luke Starkiller Lucas buscaba a un joven actor que fuera capaz de dar al personaje esa aura íntegra pero casual que tanto buscaba. Lo encontró en Mark Hamill, rostro desconocido que se prodigaba hasta entonces en televisión. Curiosamente, para el papel de Leia Organa hubo un cruce de actrices entre directores. A las pruebas había acudido la actriz Carrie Fisher, hija de Debbie Reynolds (“Cantando bajo la lluvia”), en la que de Palma se fijó de inmediato para el papel de la protagonista de Carrie. Pero a Fisher no le sedujo el papel y para propia sorpresa de Lucas aportó la seguridad y fuerza que buscaba para la princesa Leia. Para el mismo papel se presentaron Jodie Foster y Sissy Spacek, quien finalmente fue la protagonista de la adaptación que de la novela de Stephen King estaba preparando de Palma.

Pero el consejo de Coppola acerca de los actores tenía una base bien fundamentada: la Fox, al igual que cualquier otro estudio que pida éxito y solvencia interpretativa, le terminaría exigiendo a Lucas algún rostro conocido entre tanto debutante. Por ello, el director pensó para Obi Wan Kenobi en el actor oriental Toshiro Mifune, famoso por trabajar a las órdenes de su ídolo Akira Kurosawa. Pero finalmente el papel atrajo a una eminencia, Sir Alec Guiness, por la idea de interpretar a un mentor en una historia moral de la lucha entre el Bien y el Mal. Eso sí, Guiness vio también en la película un éxito y pidió un 2.25% de los beneficios. Trasladado a Londres para hacer uso de los estudios con las dimensiones necesarias en las que dar rienda suelta al universo que había creado, Lucas prosiguió allí el casting y encontró a todo un clásico para interpretar a la mano derecha de Darth Vader, el gobernador Moff Tarkin. Peter Cushing, ese gran actor que junto a Christopher Lee, quien paradójicamente terminaría trabajando en la nueva trilogía de “Star Wars”, había cosechado algunos de los mayores éxitos de la productora de cine de terror Hammer. De la Hammer fue también David Prowse (en la foto anterior en la serie "Champions"), un campeón de culturismo que prestaría su físico, pero no su voz - para ello se eligió a alguien que impusiera mayor autoridad, resultando elegido de entrada otro grande, James Earl Jones -, al malvado Darth Vader. Para finalizar el casting principal, el mayor reto fue encontrar a dos actores con suficiente altura como para encarnar a Chewbacca y R2-D2. Para el primero, y evitando la necesidad de caminar con incómodas plataformas, se eligió a un camillero de hospital de 2.20 metros de altura llamado Peter Mayhew (en la foto al comienzo de esta línea). Para el segundo, en cambio, decidieron buscar a un actor de poca estatura pero una imaginación suficiente para travestirse incluso de un robot con movimientos tan circulares y complicados como los del compañero de C-3PO. Kenny Baker, un cómico experto en encajarse en disfraces de perros y gatos y que medía un metro de altura, solamente hizo una prueba. En ella Lucas le pidió que se metiera en el robot e hiciera que estaba feliz. En el momento que Baker comenzó su caracterización tal y como el director le había especificado el papel fue suyo, y quedó establecido cómo R2-D2 iba a moverse durante toda la película y en entregas posteriores.

Una vez completado el reparto quedaron pequeños detalles de preproducción tales como el cambio en el apellido de Luke, que pasaría de Starkiller a Skywalker, y el cambio del director de fotografía de “2001: Una odisea del espacio” Geoffrey Unsworth por el de “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú” Gildert Taylor (ambas películas de Kubrick, íntimo amigo de Spielberg que sin embargo detestaba a George Lucas, al que consideraba un niño mimado que sólo deseaba dinero) por motivos de indisponibilidad del primero. Pero los problemas no habían hecho más que empezar.

viernes, 15 de junio de 2007

LA CRÍTICA

BAJO LAS ESTRELLAS ***1/2

Esa falsa utopía

Pocas veces sales de una sala con la sensación de haber visto la historia de siempre pero en la que todo suena a nuevo. La historia de un aspirante a trompetista de jazz que no termina de ganarse la vida como tal en Madrid, la historia de un hermano que no ha conseguido salir de su burbuja y sus esculturas de hierro, la de un reencuentro con un pueblo y un pasado a los que no se pensaba volver bajo ningún concepto.

Benito vive en esa falsa utopía, ese mundo imaginario en el que ha conseguido triunfar como músico para los habitantes de Estella, su pueblo natal, al que se verá forzado a volver por defender unas tierras que no le interesan y por visitar a un padre moribundo con el que no queda clara la relación. Pero no es el único. Allí sobreviven a sus propios mundos imaginarios una antigua colega de juergas, Nines, y su hermano Lalo, el actual prometido de Nines. Sí, el cuento es el de siempre, pero en su debut Félix Viscarret consigue que el espectador sienta esta falsa utopía a través de un montaje algo excesivo a veces, pero edulcorante en todos los sentidos. La sensación tras ver “Bajo las estrellas”, basada en la novela de Fernando Aramburu “El trompetista del Utopía”, es la de haber presenciado un desasosegante relato onírico costumbrista y real, que nos descubre lugares rurales de esa Navarra que se hace tan mágica en pantalla.

A pesar de no compensar del todo drama y comedia como debería y de ser bastante hermética en ciertos aspectos (la relación de los hermanos con el padre, el pasado de Benny con Nines), esta opera prima, de las más estimulantes de los últimos años junto a “La noche de los girasoles” o “AzulOscuroCasiNegro”, desprende el aroma del cine mágico pero real, descansando en todo momento en la omnipresente interpretación de Alberto San Juan. Suyo es parte del mérito de esta cinta en un papel hecho específicamente para él.

Si bien le dan la réplica al protagonista a la perfección el gran Julián Villagrán y una recuperada Emma Suárez, lo que más destaca de este viaje a los orígenes y hacia la madurez de un nihilista reconvertido finalmente en improvisado padre de familia es la relación con Puerquita, la hija de Nines, encarnada con rotunda naturalidad por Violeta Rodríguez. El magnetismo entre ambos actores se deja ver desde el primer momento, y es en sus conversaciones acerca de chipirones, coliflores e inexistentes consejos paterno-filiales (en ningún momento San Juan le dice a la niña que deje de fumar) donde “Bajo las estrellas” alcanza por todo lo alto la categoría de utopía fílmica, y es con esa buena sensación con la que acabas saliendo de la sala.

Título original: "Bajo las estrellas"; Nacionalidad: España; Año : 2007; Duración: 102 minutos; Dirección y guión: Félix Viscarret, basada en la novela "El trompetista del Utopía", de Fernando Aramburu; Intérpretes: Alberto San Juan, Emma Suárez, Julián Villagrán, Violeta Rodríguez

CÓDIGO DE ESTRELLAS
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**** No se la pierda
*** A tener en cuenta
** Se deja ver
* Ni se moleste

lunes, 11 de junio de 2007

LA CRÍTICA

HOSTEL ***1/2

Se acabaron las bromas

Definitivamente se acabaron las bromas. Nada libra a los adolescentes hiperhormonados, ni a los torturadores, del juicio final por sus excesos. La crisis en el paraíso del sexo eslovaco que intentaba vendernos la primera entrega como resumen de los miedos americanos y colectivos sigue presente, pero ya no es más que la excusa para contar lo mismo de una manera distinta.

Si algo queda claro tras ver las espléndidas “Cabin Fever” y “Hostel”, donde el concepto del miedo por incomprensión y desconocimiento de lo foráneo ya dejaba asomar su hemoglobínica dosis de terror visceral, es que Eli Roth no es un tipo tonto. Con papá Tarantino como cabeza propulsora del proyecto, Roth se deshace de cualquier atisbo de copiar a su predecesora y hace ascender a esta secuela un peldaño por encima.

Cuando la estructura narrativa parece seguir los mismos criterios que el primer “Hostel”, esta segunda entrega cambia totalmente de tercio llegado el conveniente instante y aporta dos nuevas y trascendentales ideas a la saga. La primera es esa sensación purificante de destrozar la belleza juvenil americana que da una nueva razón para la tortura más allá que la del turismo sexual, la misma que servía de base en forma de enfermedad venérea en “Cabin Fever”, la misma que se vuelve en contra de las protagonistas de esta nueva pesadilla.

La segunda, y quizás más influyente, es la de mostrar la otra cara, la de la organización interna, la de los torturadores y sus motivaciones, sin llegar jamás a justificar sus actos ni permitirles la redención que parecen merecer en determinados momentos de la trama. Como ya dije al principio, aquí se acabaron definitivamente las bromas. El terror de Roth se torna de nuevo aleccionador, pero ya las excusas sobran. Sabemos perfectamente qué va a ocurrir, quiénes van a perecer y de nada sirve dejarlo en suspense. Eso estaba bien la última vez, pero ya no sirve de nada. Lo importante ahora es el horror por el horror, y si hay que amputar miembros sensibles se hace, con la misma sangre fría con la que Jay Hernández daba caza a su torturador al final de la primera.

Da igual que a ratos se parezca a la anterior, que sea previsible en algunos aspectos o que no convenza a partes iguales durante todo su metraje (en especial por ese final de torturado convirtiéndose en torturador, algo repetitivo). Roth es inteligente, sabe jugar sus cartas y da lo mismo pero haciéndolo parecer distinto. Y sobre todo recupera ese humor tan macabro que se echaba de menos desde el final de su primera película, con esos niños jugando al fútbol con la cabeza de la modelo.

Fecha de Estreno en España: 15 de Junio

Título original: Hostel. Part II; Nacionalidad: EEUU; Año: 2007; Duración: 95 minutos; Dirección y guión: Eli Roth; Intérpretes: Lauren German, Bijou Philips, Roger Bart, Richard Burgi, Vera Jordanova, Heather Matarazzo

CÓDIGO DE ESTRELLAS
***** Imprescindible
**** No se la pierda
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** Se deja ver
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viernes, 8 de junio de 2007

LA CRÍTICA

OCEAN'S 13 ***1/2

La cuadrilla de siempre


El objetivo del cine de robos es el de sorprender al espectador, el de ofrecerle un carrusel de historias contadas desde varios puntos de vista, montaje frenético y una historia que si bien no tiene por qué ser del todo complicada, desde su sencillez consigue atrapar al público desde el comienzo, llevarle por donde quiere y finalmente asestar el golpe maestro que nadie espere. Bien lo definió así Kubrick en la magistral “Atraco perfecto”, auténtico ombligo del cine de timos del que emanan obras recientes como “Plan oculto” o la no tan reciente “El golpe”.

Sabiendo esto, “Ocean’s Eleven” se presentaba como la película de las estrellas, del mismo modo que “La cuadrilla de los once” era un desfile de caras célebres salidas del Rat Pack. A su favor jugaba precisamente lo que define “Atraco perfecto”, pero con la particularidad del buen rollo de unos actores que demuestran habérselo pasado bien haciendo la película. Desgraciadamente, jugaba en su contra el hecho de que en la materia que trata no era pionera, y que las comparaciones con otras cintas son odiosas.

Esto es justamente lo que le ocurre a la nueva entrega de los once de Ocean, que hemos visto el mismo truco una y otra vez. De entrada no comete el error de la anterior entrega, el de intuir que el buen rollo se ha perdido y que Damon intenta pisar a Pitt y éste a Clooney, y que el resto está de relleno, sin contar ese careo ficticio entre Julia Roberts y Catherine Zeta-Jones, a las que han decido retirar convenientemente. Soderbergh elude cualquier atisbo de responder qué ha sido de los personajes. Ya les conocemos, y el objetivo es ir al grano, darnos lo que queremos, más ración de la primera entrega.

“Ocean’s 13” es eso, puro entretenimiento que supera a “Ocean’s Twelve” pero que nos deja con la sensación de no estar ya viendo “Ocean’s Eleven”. Y a pesar de ser la misma película de siempre, lo que la hace entretenida es ese ágil montaje que te obliga a estar atento cada segundo, a la espera del golpe sorpresa que te haga maldecir lo inteligentes que son estos tipos.

Obviando a un sobreactuado Al Pacino (me está doliendo decir esto), cierto happy end en el que todos salen ganando (horrorosa la secuencia de Andy García en el show de Oprah Winfrey) y la amenaza de una cuarta parte, si con algo debemos quedarnos es con esa capacidad de su director de renovarse a sí mismo, de no copiarse al extremo y regalarnos un montaje distinto, fresco, que no deje ese aire a déjà vu de otras secuelas. Porque sí, “Ocean’s 13” es una secuela de un remake, pero con alma propia.

Título original: Ocean's 13; Nacionalidad: EEUU; Año: 2007; Duración: 122 minutos; Dirección: Steven Soderbergh; Intérpretes: George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon, Andy García, Don Cheadle, Bernie Mac, Al Pacino, Ellen Barkin, Carl Reiner, Elliot Gould, Casey Affleck, Scott Caan, Shaobo Qin, Vincent Cassel

viernes, 1 de junio de 2007

LA CRÍTICA

LA CAJA *****

Nos echaron el muerto

A no todos los muertos se les recuerda como grandes personas en vida. Algunos, como Don Lucio, se han ganado a pulso que tras pasar al otro barrio se les corte la lengua, se les defeque encima o incluso se les introduzca un mortero por donde la espalda pierde su bonito nombre. Tanto la monta el cadáver que hasta lo pone difícil para ser subido a su casa a la espera del funeral. Ante esto, su viuda Eloísa se ve forzada a pedir a su vecina que deje en su casa al muerto durante el velatorio.

Así comienza esta comedia negra del debutante Juan Carlos Falcón, un lío que irá aumentando a medida que transcurre el metraje. Y es que el muerto traía de cabeza en vida a casi todos los de la vecindad, y no se puede subestimar a cuatro mujeres y un loco que aprovecharán instantes de soledad para tomar su venganza contra el difunto, que experimentará en sus propias carnes que eso de descansar en paz no es tan fácil como parece.

Basada en la novela “Nos dejaron el muerto”, de Víctor Ramírez, “La caja” transcurre durante los años 60 en cualquiera de las Islas Canarias, aunque por sus horizontes se puede intuir dónde está rodada. La caja en cuestión bien puede ser una metálica que supondría el legado material de Don Lucio, una de madera con sus peores recuerdos o el mismo lujoso féretro donde pasará el resto de la eternidad.

No existe ni un solo minuto de esta película en el que te asalte el aburrimiento. Es tal su capacidad de inventiva soportada por un guión plagado de un humor inteligente y unas situaciones tan cómicamente negras, a veces hasta hilarantes, que es imposible cansarse. Si a eso unimos una dirección, tanto a nivel técnico como de actores, excelente, estamos ante una película tan soberbia que a tramos nos recuerda al cine de mujeres de Almodóvar.


Una lista de intérpretes de primera fila que bordan sus acentos canarios y sus papeles, con mención especial a la portentosa Elvira Mínguez y la innatamente chistosa Antonia San Juan, para una comedia con la muerte como excusa pero muy viva. Si algo se le puede reprochar a esta genial cinta es no explicar pequeños detalles de la historia, como ese Manuel Manquiña que algo parece haber encontrado pero no sabemos bien qué, y el hecho de ser una película más canaria que el gofio, lo que podría hacer que el público de fuera de las islas no entienda algunos de los diálogos.

Hacía tiempo que un servidor no salía de una sala con tan buena sensación tras minutos de ovación y aplausos, en la que a todo juicio es de lo mejorcito que ha pasado por el presente festival de Las Palmas de Gran Canaria. Si es que tenía que ser de aquí.

Título original: La caja; Nacionalidad: España; Año: 2006; Duración: 107 minutos; Dirección: Juan Carlos Falcón; Guión: Juan Carlos Falcón, inspirado en la novela "Nos dejaron el muerto" de Víctor Ramírez; Intérpretes: Ángela Molina, Elvira Mínguez, Antonia San Juan, María Galiana, Vladimir Cruz, Mari Carmen Sánchez, Manuel Manquiña, Joan Dalmau, José Manuel Cervino

CÓDIGO DE ESTRELLAS
*Ni se moleste
** Se deja ver
*** Interesante
**** No se la pierda
***** Imprescindible

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