Ángulos imposiblemente curvos
Tal y como lo describe
uno de los personajes del film de Luca Guadagnino, lo que convierte al arte del
período helenístico del siglo V en un deleite para la vista es su carácter
ambiguo, esos ángulos imposiblemente curvos y músculos firmes que exhiben las
esculturas y que invitan al deseo. Una característica que se ha mantenido en el
tiempo, y que supone todo un reto para el que las contempla. Un reto por lo
prohibido, por descubrir esa sexualidad latente que lucha por no salir a la
superficie.
Oliver es como una de
esas esculturas helenísticas. Un ser perfecto física, personal e
intelectualmente, encarnado con brillantez por un innegablemente atractivo para
los sentidos Armie Hammer, que invita al deseo con sólo mirarle. Un hombre que
supondrá el paso a la madurez del joven Elio, un magnífico, natural y
espontáneo Timothée Chalamet que pese a su reticencia inicial, irá
convirtiendo el inicial sentimiento de repulsión y celos ante el nuevo infiltrado
en algo de mayor intensidad y peligroso para la época. Porque Oliver, como las
esculturas que su personaje tanto admira, es un fruto prohibido en una sociedad
que por aquel 1983 seguía sin estar preparada para el amor que presenta esta
película.
El trabajo de Guadagnino
constituye también una obra de arte en sí misma, en cada uno de sus aspectos.
No sólo en la formidable interpretación de su pareja protagonista, sino en las
labores de realización, fotografía, guión o banda sonora, por citar algunos de
sus puntos fuertes. Pero especialmente, por retratar de una manera exquisita,
sincera y con enorme frescura un amor de verano como el que todos hemos vivido
alguna vez en nuestras vidas, tanto que no es difícil identificarse con lo que
cuenta y cómo lo hace. Un amor con devastadora fecha de caducidad por su naturaleza
estival, que en el caso que nos ocupa se torna en una tragedia mayor dada las
circunstancias que rodean al relato.
Así, lo que presenta “Call
me by your name” es una historia de amor veraniego cargada de sinceridad, sin
manierismos más allá de su profundo y marcado carácter europeo, sin rincón para
la sensiblería pero sí para la nostalgia. Una de las mejores películas del pasado
año, y todo un ejemplo de virtud cinematográfica. Una deliciosa pieza artística
repleta de ángulos imposiblemente curvos, que seguramente vivirá eternamente en
el tiempo como tal. Lo merece.
A
favor: su pareja protagonista, la frescura, sinceridad y exquisitez
del relato
En
contra: cierta desmesura en su metraje, por decir algo
Calificación ****1/2
Imprescindible
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