Esperanza en lo imposible
“Star Trek: Más Allá”
comienza de manera contemplativa, con James T. Kirk echando la vista atrás y
haciendo balance de una misión que se alarga ya tres años en el tiempo y que separa
a toda su tripulación de sus familias. No
es extraño que la USS Enterprise afronte su nueva travesía de manera pausada,
reposada, sin apostar por el non stop que suponían los comienzos de sus dos
predecesoras. Porque a la creación de Gene Roddenberry le pesan los años tanto
como a su ahora más experimentado y maduro capitán. Cincuenta, para ser
exactos.
Y lo hace de manera
nostálgica. Porque si bien no está a la altura de las dos anteriores, este
nuevo salto hacia territorio inexplorado recupera buena parte de la esencia del
referente catódico y la serie de películas original. Con un lavado de cara
acorde a los tiempos que corren, por supuesto, y aunando el sentido del
espectáculo con el que J.J. Abrams renovara la franquicia allá por 2009 con ese
aroma a opereta especial tan encantadoramente geek que convirtiese al producto
original en todo el fenómeno de masas que es hoy en día.
Todo en ella es
distinto a lo que ya habíamos visto en los dos primeros capítulos. El guión se
nota escrito por Simon Pegg por la predominancia de un humor de lo más
inteligente y acertado, muy propio del comediante británico pero también de lo
más trekkie, que tiene enormes
aciertos como convertir a Bones y Spock en una nostálgica pareja cómica, y la ágil
dirección de Justin Lin apuesta por pervertir las leyes físicas, concibiendo
los escenarios como si de una cámara antigravedad se tratase, donde el arriba y
el abajo se confunden continuamente. El villano cumple, el reparto mucho más –atención,
porque aquí Chris Pine tiene más porte de capitán que nunca-, y la
espectacularidad de las escenas de acción está garantizada. Y todo acompañado,
por si fuera poco, por la excelente, y también reflexiva, partitura de Michael
Giacchino.
Puede que haya quien
eche de menos a Abrams y su manera de inyectar savia nueva a la saga, y quien
se muestre temeroso ante la elección de Lin. Pero esta vuelta a los orígenes,
pese a ofrecer algo ya visto, contiene la suficiente dosis de diversión como
para hacer pasar el rato en una cartelera veraniega algo falta de entretenimiento
con pedigrí de blockbuster. Y permite
a su director, además, continuar con el discurso sobre la importancia de la
familia que ya iniciase con “Fast & Furious”. Aquí a una escala mucho
mayor. Interplanetaria. Así que tranquilos. Sus muchos problemas de producción
no dañan el resultado final. La Enterprise sigue en buenas manos. A veces hay
que mantener la esperanza en lo imposible.
A
favor: la vuelta a los orígenes de la franquicia, pero sin
dejar de lavarle la cara
En
contra: que habrá quien eche de menos lo iniciado por sus
dos predecesoras
Calificación *****
Imprescindible
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