El 2 de Octubre llega a nuestras pantallas “Scar”, la autoproclamada primera película de ficción rodada en 3D de alta definición, lo mismo que veremos en Diciembre en “Avatar” y el año que viene en Alicia en el País de las Maravillas según Tim Burton. Lo sugerente de esta película es que se trata de un filme de terror, lo que unido a la nueva experiencia 3D hará que solo falte que el público sea salpicado con sangre para conseguir una mayor sensación de realismo. Y de sustos, claro está.
Me recomendaron por activa y por pasiva que fuera a ver una película en 3D, que era algo que no olvidaría fácilmente. Y así fue, a pesar de que la elegida fuera “Up”. Que lo de “a pesar” no preste a malentendidos: “Up” es otra joya de Pixar, de esas a las que ya nos tiene acostumbrados. Ahora bien, no comparto la opinión popular de que es una obra maestra, algo que sí opiné al ver “Los Increíbles” o “Wall-E”, por citar solo algunos ejemplos. Suele ocurrir que la última película de Pixar es considerada siempre como la mejor de todas, como una gran obra maestra, como si antes no hubieran conseguidos hazañas iguales o en algunos casos mejores. Pero no nos desviemos del tema. La coletilla de “a pesar” viene porque quizás “Up” no sea la película idónea para experimentar las tres dimensiones, pues no contiene tanta acción como, por ejemplo, “Ice Age 3”. Es absolutamente disfrutable en ese formato, pero no al nivel de otras con más acción.
A pesar de todo, ya durante los trailers previos experimentas lo nunca visto: los personajes parece que están fuera de la pantalla, que puedes tocarlos. En más de una ocasión, durante esos minutos iniciales la sensación de asombro llevó hasta el punto de intentar apartar una mosca en pantalla con la mano o apretar la cabeza contra la butaca por miedo a que una sierra, que venía directa hacia la cámara, te cortara el cuello. Algo parecido a lo que debieron sentir aquellos primeros espectadores hace un siglo al ver cómo un tren llegaba a una estación, pero sin todo el público corriendo despavorido de la sala.Me recomendaron por activa y por pasiva que fuera a ver una película en 3D, que era algo que no olvidaría fácilmente. Y así fue, a pesar de que la elegida fuera “Up”. Que lo de “a pesar” no preste a malentendidos: “Up” es otra joya de Pixar, de esas a las que ya nos tiene acostumbrados. Ahora bien, no comparto la opinión popular de que es una obra maestra, algo que sí opiné al ver “Los Increíbles” o “Wall-E”, por citar solo algunos ejemplos. Suele ocurrir que la última película de Pixar es considerada siempre como la mejor de todas, como una gran obra maestra, como si antes no hubieran conseguidos hazañas iguales o en algunos casos mejores. Pero no nos desviemos del tema. La coletilla de “a pesar” viene porque quizás “Up” no sea la película idónea para experimentar las tres dimensiones, pues no contiene tanta acción como, por ejemplo, “Ice Age 3”. Es absolutamente disfrutable en ese formato, pero no al nivel de otras con más acción.
Recientemente, Álex de la Iglesia declaraba que el 3D es pasajero, una novedad momentánea que no durará muchos años, lo justo para que el público lo experimente y lo deje de lado. No puedo decir que le falte razón, en vista del precio de una entrada -9€ en Las Palmas-. Pero bien invertido está ese dinero si lo que te vas a encontrar es algo nuevo. En una época en la que Internet ha comido terreno a las salas comerciales, la tecnología 3D es la única candidata posible que se me ocurre para paliar la crisis del cine. El espectador ya puede adquirir fácil e ilegalmente cualquier película por la red, así que lo que debe prometerse ahora en un cine es una experiencia totalmente nueva, que por ahora no es posible disfrutar con la misma intensidad que en una sala –al menos no por ahora, hasta que James Cameron ultime los televisores digitales que posibiliten este formato-. Algo parecido a lo que ocurriera hace medio siglo con la aparición de la televisión, medio que se comía literalmente a las viejas salas de proyección, a las cuales salvó precisamente la tecnología 3D y el Cinemascope, y especialmente un título, “La casa de cera”. Los estudios optaron por el terror como género insignia del nuevo fenómeno, conscientes de que es el género que más fácilmente perdure en la conciencia del espectador, impacto amplificado gracias al 3D.
Muchas películas se han ido proyectando en 3D a lo largo de las décadas, pero es ahora cuando se ha conseguido una mayor sensación de realismo. La metodología es simple y se basa en algo que inconscientemente usamos en la vida cotidiana: la visión estereoscópica o binocular. Poseemos esta visión gracias a la presencia de dos ojos, que captan la misma imagen pero con unos pocos centímetros de diferencia, algo que podemos comprobar si cerramos y abrimos cada ojo alternativamente. Dos imágenes iguales desde ángulos ligeramente diferentes entre sí que llegan al cerebro a la vez, el cual traducirá la mezcla en una sensación de profundidad y distancia.
El objetivo es conseguir lo mismo en el cine, por lo que se filma la escena con dos cámaras, que al igual que los ojos, se encuentran unos pocos centímetros desplazadas entre sí. A la hora de proyectar se proyectan, por supuesto, ambas películas por separado con dos proyectores. En pantalla incidirán, alternativamente –se proyecta un fotograma de una y otro de la otra, pero la sensación de continuidad ya la pone el cerebro- la imagen izquierda y la derecha. El problema es que ambas imágenes llegarán a cada ojo simultáneamente, cuando lo ideal sería que el ojo izquierdo recibiera solamente la imagen izquierda y el derecho hiciera lo propio con la suya. Y es ahí donde entran en juego las gafas, lentes polarizadas que filtran hacia cada ojo la imagen correspondiente. Es un resumen un tanto escueto, pero la realidad ya es bastante más complicada.
Este nuevo sistema supera con creces al que ya estamos acostumbrados a ver, el de las dos imágenes intercaladas de distinto color, usando gafas con cristales también de diferente color, de manera que a cada ojo iba la imagen correspondiente. Un avance que unido al nuevo sistema de sonido hiperrealista de los cines actuales, e incluso a las butacas vibratorias de algunos, aportan una experiencia difícil de olvidar. Algunos directores, como Spielberg, hablan de una gigantesca sala de cine en la que los espectadores irán tumbados y la pantalla les rodee como una gigantesca bóveda, usando por supuesto la tecología 3D.
En los próximos meses llegará lo nuevo de James Cameron, como ya anuncié anteriormente, en lo que promete ser toda una revolución en la tecnología 3D. Los afortunados que ya han visto un avance hablan incluso de sensación de vértigo en algunas secuencias. Dado el precio tan poco económico de la nueva oferta, no es aconsejable ir asiduamente, pero sí cuando la ocasión lo merezca. Y la de Cameron, Burton e incluso “Scar” bien merecerán el esfuerzo. No me aventuraré a vaticinar si es la gran salvadora del cine, pero si lo consiguió en parte hace medio siglo…
2 comentarios:
Pues tengo curiosidad por este formato, pero es que el precio no incita mucho a ello... claro que pienso como tu dices... al menos por esa experiencia nueva quizás compense
Sí, es caro Manu, pero te aseguro que no olvidarás la experiencia.
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