domingo, 2 de febrero de 2014

En paz descanse... Philip Seymour Hoffman (1967-2014)

Pocos actores en la actualidad están a su nivel interpretativo. Philip Seymour Hoffman pertenecía a esa cantera de intérpretes difíciles de encontrar, de enorme presencia y versatilidad en la pantalla. Se comía, literalmente, a sus compañeros de reparto en cuanto aparecía, por insignificante que fuera su papel. Era, sencillamente, uno de los mejores actores que ha dado Hollywood en los últimos 20 años.

Ya desde sus comienzos en el cine en 1992 dio sobradas muestras de talento. De ascendencia alemana e irlandesa, Hoffman comenzó a mediados de los 80 a interesarse por el mundo de la interpretación, y se graduó en la Universidad de Nueva York, formando una compañía de director con el director Bennet Miller. Su primer papel fue en televisión, en la serie “Ley y orden”, en 1991, en la que intervino tras ser ingresado en un centro de rehabilitación debido a su adicción a las drogas. Tan sólo un año después conseguiría el papel que le colocaría en el ojo del huracán de la industria, en un año en el que encadenó cuatro proyectos. Fue en “Esencia de mujer”, de Martin Brest, a partir de la cual se convertiría en un secundario habitual en Hollywood, con más de un trabajo por año.


Trabajó a las órdenes de Roger Donaldson (“La huida”), Luis Mandoki (“Cuando un hombre ama a una mujer”), Jan de Bont (“Twister”), Todd Solondz (“Happiness”), David Mamet (“State and Main”), Cameron Crowe (“Casi famosos”), Brett Ratner (“El dragón rojo”), Spike Lee (“La última noche”), los hermanos Coen (“El gran Lebowski”), Anthony Minghella (“El talento de Mr. Ripley”, “Cold Mountain”), J.J. Abrams (“Misión: Imposible III”), Sidney Lumet (“Antes que el diablo sepa que has muerto”), Mike Nichols (“La guerra de Charlie Wilson”), George Clooney (“Los idus de marzo”), y recientemente Francis Lawrence (“Los juegos del hambre: En llamas”).

Además, se convirtió en el actor fetiche de cineastas como Paul Thomas Anderson (“Boogie Nights”, “Magnolia”, “Punch-Drunk Love”, “The Master”) o Bennet Miller (“Capote”, “Moneyball”), bajo cuyas órdenes recibió el Oscar a mejor actor por meterse en la piel de Truman Capote. Fue candidato a la estatuilla en tres ocasiones más a partir de entonces, todas ellas como secundario, y se llevó a casa, entre otros, el Globo de Oro, el BAFTA, tres Independent Spirit Awards, un premio del Sindicato de Actores y la Copa Volpi en Venecia gracias a su absorbente interpretación en “The Master”.

Un actor de raza, de carácter, capaz de meterse en la piel de un bonachón o un villano, capaz de hacer comedia y drama con facilidad, aportando siempre una enorme presencia en todos sus papeles. En mayo del año pasado, Hoffman volvió a ingresar en un centro de rehabilitación para curarse de su adicción a los medicamentos y la heroína. El actor fue encontrado hoy sin vida en su apartamento de Manhattan. Tenía 46 años, más de medio centenar de trabajos a sus espaldas en apenas dos décadas, y el respeto y admiración de toda la profesión. Una pérdida irreparable para el séptimo arte. Descanse en paz, Master.

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