domingo, 28 de febrero de 2010

La película del mes


La lista de Schindler *****
El reconocimiento de un maestro


Existen películas cuyo efecto colateral en el espectador continúa incluso cuando no se está visionando el filme. Un solo recuerdo de una escena, un tema musical determinado y hasta una frase se quedan en la memoria y hacen rememorar lo que se sintió, y se siente, al ver la película. “La lista de Schindler”, con la que por fin Spielberg recibió el reconocimiento que llevaba tiempo mereciendo, es de ese tipo de películas. Imposible olvidar sus imágenes documentales, sus crudas secuencias tan realistas, e imposible olvidar a sus actores, sus personajes, su banda sonora…
En 1982, cuando el director presentaba “E.T.”, apareció una novela titulada “El arca de Schindler”, de Thomas Keneally, que narraba la vida real del empresario alemán Oskar Schindler, quien consiguió salvar las vidas de cientos de prisioneros judíos del exterminio nazi usando como tapadera su fábrica. Más de 30 años pasaron desde que los hechos ocurrieran hasta que finalmente saliese publicado el libro. Su existencia se debe a Leopold Pfefferberg, uno de los judíos de Schindler, como se les conoció posteriormente, quien decidió contar la historia. Pero el hecho de que tardara tanto en publicarse la novela se debió al poco olfato de los mandamases de Hollywood. Pfefferberg, que había recopilado una enorme cantidad de documentos de la época sobre el empresario, se recorrió los estudios y los despachos de guionistas, productores y directores para que rodaran la historia de Oskar Schindler, pero no obtuvo éxito. Hasta que en 1980 entró en su tienda de Beverly Hills el escritor Thomas Keneally. Cuando Pfefferberg se enteró de la profesión de su nuevo cliente le enseñó todos los archivos recopilados y le convenció de escribir la historia.
Paradójicamente, ahora los estudios sí estaban interesados en el potencial de la novela, y los derechos fueron a parar a la Universal cuando uno de sus ejecutivos, Sid Sheinberg, decidió comprarlos. Sobre la marcha pensaron en Sidney Lumet para dirigirla. Pero Lumet creía que con “El prestamista” (1964) ya había contribuido a explicar las secuelas del Holocausto. Otro genial director, Billy Wilder, maestro entre maestros, trató de comprar los derechos de la novela, pero se encontró con que la Universal ya los poseía. Pero Wilder no se dio por vencido. Fue hasta los estudios Universal a convencer a los ejecutivos de que le encargaran el proyecto, el cual supondría su regreso por todo lo alto al cine, para lo cual comenzó a trabajar en un tratamiento del guión. Y es que el nivel de implicación de Wilder y su insistencia en realizar el filme estaban justificadas: su madre, su padrastro y su abuela murieron en el campo de concentración de Auschwitz. Pese a ello, Wilder nunca llegó a trabajar siquiera en el libreto de la cinta, pues se encontraba retirado del cine no por decisión propia, sino porque las compañías aseguradoras se negaban a responder ante una hipotética enfermedad o muerte del realizador durante el rodaje de una película.
Sheinberg tenía otro nombre en mente, el de su buen amigo Steven Spielberg. Spielberg se interesó de inmediato por el proyecto, pero en la Universal le consideraban demasiado joven y poco maduro como para afrontar una historia de tal envergadura. Para dirigir filmes de entretenimiento no dudaban en llamarle, pero para un drama se lo pensaban dos veces. Y de nada sirvió que en aquel momento Spielberg estuviera en la cima de su carrera gracias a los éxitos de “Tiburón”, “Encuentros en la tercera fase”, “En busca del arca perdida” y “E.T.” como director y de “Poltergeist” como productor. Sencillamente, la Universal no quería asumir el riesgo de un posible batacazo económico del Rey Midas. Fue por ello que Sheinberg decidió congelar el proyecto hasta que el director tuviera la suficiente madurez para los ejecutivos.
Con los años, y a medida que Spielberg preparaba en solitario el proyecto, fueron apareciendo ejecutivos y productores interesados en relanzarlo, ajenos a la decisión de Sheinberg. Pero si aparecía alguien que quisiera reabrir los archivos, nadie podría negárselo. Así que para no desvincular del todo a Spielberg se le convirtió en productor de la película, por lo que tendría carta blanca para elegir al director. La primera opción fue contactar con Martin Scorsese, que en contra tenía el no haber tenido aún, a pesar de haber dirigido obras maestras como “Taxi Driver” o “Toro salvaje”, un verdadero éxito de taquilla. Pero el cineasta italo-americano consideró que el director idóneo para el proyecto, el que podría ofrecer una visión más personal, sería de origen judío, por lo que se apeó del mismo. Para recompensarle, Spielberg le cedió los derechos del remake de “El cabo del terror”, de la cual saldría posteriormente “El caso del miedo”, donde Spielberg sería, aunque no aparece acreditado, el productor. Fue entonces cuando Spielberg tomó una decisión arriesgada. Ofreció la película a Roman Polanski, superviviente del gueto de Cracovia y uno de los mejores directores del último medio siglo. Pero en aquel momento Polanski no se sentía capacitado moralmente para rememorar esos episodios de su vida. No sería hasta casi 15 años después que tendría la valentía de plasmarlos en “El pianista”. Habría resultado curioso ver el resultado final en manos de estos directores. Habría quedado algo totalmente distinto, para bien o para mal.
Es entonces cuando vuelve a aparecer en escena Billy Wilder para convencer a Spielberg de que sea él quien la dirija. Esta devoción de Wilder por Spielberg no es nueva. Admiraba su trabajo y cada año le proponía como candidato al Oscar. Spielberg, convencido, se enfrenta a los directivos de la Universal y les amenaza con no trabajar más para ellos si le niegan dirigir la película. La Universal aceptó el desafío, no sin antes asegurarse la permanencia de su director de más éxito. Spielberg debería estrenar antes una película comercial, “Parque Jurásico”, para así evitar que dejara de dirigir cintas de entretenimiento si por casualidad “La lista de Schindler” resultaba un éxito. Además, si esta última era un fracaso al menos lo compensarían con la otra. Finalmente, ambas resultaron un rotundo éxito. Spielberg sería productor de ambas, y se embolsó más por “Parque Jurásico” (casi 200 millones de dólares) que por “La lista de Schindler”. La Universal obtuvo en aquel año los mejores ingresos de su historia gracias a un solo director al que consideraban poco maduro, a un blockbuster y a una cinta pequeña. No obstante, la parte de los beneficios que el director ganaría por su retrato del genocidio nazi fueron a parar a la Fundación Shoah, creada por él mismo un año después del estreno de la película con el objetivo de preservar la memoria histórica de aquel momento a través de entrevistas grabadas en vídeo a los supervivientes. Parte de estas entrevistas se encuentran recogidas en “Las voces de la lista”, un documental que podemos encontrar en la lujosa edición en DVD de la cinta, así como en otros muchos reportajes que el equipo fue realizando con los años.
Con “La lista de Schindler” Spielberg acallaría muchas bocas, especialmente las de aquellos que no confiaban en su enorme talento para el drama, a pesar de haber cosechado un gran éxito de crítica por “El color púrpura” y “El imperio del sol”. Para ello contó con un despliegue de medios asombroso, el mayor visto nunca para una producción sobre el Holocausto, que le llevó a levantar el campo de Auschwitz en Polonia cerca del real, pues le fue denegado el permiso de rodar allí. Un magnífico vestuario, una cantidad ingente de extras y todo un arsenal de utensilios, localizaciones, coches, tanques, etc. que elevaron el presupuesto a los 22 millones de dólares, una cifra muy baja en el Hollywood actual, casi independiente. Un presupuesto muy bajo gracias a haber contado con actores desconocidos, algunos autóctonos, que abarataron la producción y a un equipo entregado a la causa. Incluso el mismo director rechazaría los beneficios o cobrar algo por la película argumentando que sería como aceptar “dinero de sangre”. La idea inicial era rodar en alemán y polaco, pero fue desechada porque así no se sacaría de los actores una gran actuación al obligarles a aprender un idioma distinto que no dominaban.
Para los papeles principales sonaron como Oskar Schindler actores como Harrison Ford, Bruno Ganz (una década después recibiría elogios por su estremecedora y convincente recreación de Hitler en “El hundimiento”) o Stellan Skarsgard, pero fue finalmente Liam Neeson quien se transformó a la perfección en el empresario y lo interiorizó de tal forma que le valió el mayor reconocimiento de su carrera como actor; el otro personaje relevante en la historia era el sádico militar nazi Amon Goeth, para el cual se pensó en Tim Roth, al cual habría sido curioso ver encarnando al personaje. Pero el papel recayó en un acertadísimo Ralph Fiennes, que engordó 15 kilos a base de cerveza Guiness para dar un aspecto repulsivo a su personaje, confiriéndole una mezcla de belleza y maldad que transmite solamente con su mirada. Tan buena es su caracterización que una de las supervivientes que visitó el set de rodaje comenzó a temblar al ser presentada al intérprete, quien consiguió saltar a la fama tras su participación en esta película. Con quien no hubo dudas fue con Ben Kingsley, toda una institución en la interpretación que encarna de manera soberbia al secretario de Schindler, Itzhak Stern, pero que quedó eclipsado por la estremecedora encarnación de Fiennes hasta tal punto que si analizamos los galardones de aquel año, se dio prioridad a la nominación de este como secundario que a la suya.


Buena parte de que “La lista de Schindler” resulte tan veraz está en la decisión de Spielberg de rodar en un deslumbrante blanco y negro, cámara en mano y con estilo documental que asemeja las imágenes a las de archivo, tal que se hace imposible distinguir sus secuencias de cualquiera de los reportajes de la época. Gracias a que evita el melodramatismo propio de su cine, a una excelente fotografía de Janusz Kaminski, a la banda sonora de su inseparable John Williams y al guión de Steve Zaillian, quien se haría de oro tras el filme como guionista, “La lista de Schindler” resulta tan creíble, tan impactante que es imposible olvidarse de sus imágenes.

Sería imposible destacar una sola secuencia dentro de su abultado metraje de más de tres horas, que no obstante pasan como un suspiro, a pesar de que Spielberg golpea al espectador durante el mismo con imágenes a veces crueles, otras incluso cómicas y llevaderas. A la mente me viene el retrato inicial de Schindler como un mujeriego y oportunista hombre de negocios ajeno al mal que le rodea, que cambia de parecer a medida que avanza la trama. El punto de inflexión dicen que está en la famosa secuencia en la que en medio del caos ve a una niña de rojo, el único punto de color que llama nuestra atención forzosamente, a la cual ve posteriormente Schindler en una pila de cadáveres que va a ser incinerada. Muchos críticos coinciden en que uno de los puntos débiles –el otro sería que no se muestra a los nazis sino como bárbaros sin escrúpulos, como los malos absolutos de la función- de la película es que ese cambio de ideas en su protagonista no ocurre de forma gradual, sino de manera brusca tras ver el cadáver de la niña de rojo. Dos males menores en mi opinión, aunque esté de acuerdo con el de la visión partidista de la historia pero no con el del cambio repentino en la manera de pensar de su personaje principal.
Pese a todo, no se puede dejar de reconocer la maestría que Spielberg demuestra de principio a fin, y que culmina con los supervivientes llevando piedras a la tumba de su salvador en Jerusalén, a quien por otro lado algunos historiadores han tachado de oportunista (pretendía en esencia salvar su negocio) y otros de hombre justo y de héroe. Los supervivientes y sus familiares reconocieron la labor de Spielberg declarando que era una recreación fidedigna y detallada de los hechos y por su tratamiento de la historia alemana recibió la Cruz del Mérito Federal con Estrella, la más alta distinción civil alemana.
Pero si un reconocimiento significó un antes y un después en su carrera, ese fue el que se le había resistido hasta la fecha, el ansiado Oscar. Tres veces había sido nominado en la categoría a Mejor Director por “E.T.”, “Encuentros en la tercera fase” y “En busca del arca perdida”, pero siempre se le había escapado. La Academia incluso no le reconoció su solvencia en el género dramático con “El color púrpura” o El imperio del sol”. De hecho, la primera recibió once nominaciones y ningún Oscar, un hecho sin precedentes en la historia del cine. Pero con “La lista de Schindler” saldaron cuentas con él al entregarle siete merecidísimos galardones: película, director, guión adaptado, fotografía, banda sonora, montaje y dirección artística, si bien merecía alguno más de los otros cinco a los que optaba. Entre ellos se encuentran los de Mejor Actor para Liam Neeson y Actor de reparto para Ralph Fiennes, que se antepuso a su compañero Kingsley en prácticamente todos los galardones. Pero nada tuvieron que hacer estos frente a los ganadores, Tom Hanks por “Philadelphia” y Tommy Lee Jones por “El fugitivo”, ambos totalmente merecidos, aunque en mi opinión, si bien las de Neeson y Hanks están prácticamente a la misma altura, la de Fiennes es superior a la de Lee Jones. Y por supuesto, el Globo de Oro aquel año fue a parar a Spielberg de manera doble, como productor y director. Cinco años después repetiría recibiendo un Oscar como director por “Salvar al soldado Ryan”, tras la cual solo ha sido nominado en dos ocasiones más.


Con respecto a la taquilla, la jugada de la Universal salió mejor de lo que esperaban. A nivel mundial la película multiplicó por diez el presupuesto, y a nivel local las nominaciones a los Oscar dispararon la recaudación, que durante el primer mes fue bastante discreta dando lo justo como para cubrir el presupuesto, hasta los 96M$. Es más, aquel mismo año el estudio disfrutó no solo del éxito de otra película de un mismo director, “Parque Jurásico”, sino de los tres premios Oscar técnicos que consiguió esta., por lo cual aquella noche se hizo con nada más y nada menos que 10 Oscar gracias a solamente dos títulos.
Podríamos encontrarnos ante el filme más atípico en la filmografía del director de Cincinnati, aquel en que se jugó el pellejo como nunca para sacar un proyecto adelante. El resultado es un retrato sincero, desgarrador, no solo acerca de la odisea de un hombre justo por salvar vidas humanas, sino sobre las personas a las que consiguió salvar y a las que Spielberg dedicó sus premios y la película en sí. El mismo Billy Wilder no pudo más que alabar la labor de su amigo, como bien expresó en un artículo publicado aquel año en Süddeutsche Zeitung Magazin, donde respaldaba públicamente “La lista de Schindler” afirmando que la había visto ya tres veces y que iba a seguir viéndola una vez por semana mientras estuviera en cartelera. Incluso confesó que el realismo de las imágenes era tal que se pasaba los primeros treinta minutos intentando encontrar entre los extras a su propia madre, fallecida en Auschwitz 52 años atrás. Un ejemplo de lo que el cine es capaz de conseguir en su intento de emular a la realidad. Y es que pocas veces el séptimo arte se ha parecido tanto a la realidad, salvando las distancias, claro está.

 Enlaces de descarga
Opción 1 (enlaces intercambiables) (by kudogfx) (1.7GB) (Dual Español-Inglés+subtítulos)
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  5. Gracias a todos los uploaders.

1 comentario:

Pablo Martinez dijo...

GENIAL!!! Muy buena...

ATENCIÓN: YA ESTÁN PUBLICADOS LOS NOMINADOS DE LOS "PREMIOS PALITOH"! PASEN POR EL BLOG A ECHARLE UN VISTAZO, APOSTAR POR SU PREFERIDO Y OPINAR!

Un abrazoo!!!

PM

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