lunes, 4 de mayo de 2009

Maestros del Horror: John Carpenter (I)

Retomo mi análisis de la serie “Masters of Horror (MOH)” y esos maestros que la integran. El que nos ocupa ahora es el considerado por muchos, entre los cuales me incluyo, como uno de los mejores cineastas de cine fantástico y de terror –me cuesta clasificar su obra como terrorífica, a pesar de contar con títulos tan relevantes como “La noche de Halloween” en su filmografía- vivos. John Carpenter se ha labrado una fama de artesano y artista con mayúsculas, en especial en Europa, donde es considerado un autor. Puede que su mejor época ya haya pasado, pero en su carrera ha deambulado por todos los géneros dentro del cine de terror, siempre con un estilo rabiosamente personal. Suyo es el que es para mí el mejor episodio de toda la primera temporada de la serie, muy por encima de las sobrevaloradas propuestas de John McNaughton o Joe Dante, en especial del primero. Dado que su aportación a la serie se podría calificar de pequeña obra maestra, he decidido escindir la crítica en dos partes: una dedicada a la primera temporada y otra a la segunda.

La fin absolue du monde

Antes de diseccionar la compleja obra de Carpenter sentemos cátedra. No podremos entender plenamente su intención si no les hablo primero de “La fin absolue du monde”, la película que activa los mecanismos del miedo en la cinta de Carpenter.

Se trata posiblemente de la película más misteriosa de la historia del cine. Un extraño aura de secretismo y superchería rodea a este film desde hace décadas, hasta tal punto de poner en duda su propia existencia. No existen imágenes del mismo, ni carteles –la imagen que pueden ver acompañando a este texto está sacada del episodio Carpenter-. Su equipoestá extinto, falleció hace tiempo, y no existen copias conocidas. Y su director, Hans Backovic, se dice que se voló la tapa de los sesos obsesionado por el material que había creado. Otros, en cambio, hablan de él como desaparecido. Sea como fuere, no existen reseñas suyas por ningún lado, ni una triste biografía básica.

La leyenda comenzó en el aún primerizo Festival de Sitges -dónde si no, con lo aficionados que son sus organizadores a generar leyendas urbanas- en el año 1971, durante el cual se proyectó la única copia conocida del film de Backovic. Durante la misma los espectadores comenzaron a manifestar una conducta extremadamente violencia. Algunos hablaron incluso de canibalismo en la sala, y de un fuerte olor a sangre proveniente de la sala de proyección. Varios heridos y muertos durante el visionado del film, que culminó con el incendio de la sala, en lo que parece ser el único hecho confirmado de la velada. La historia oficial indica que el incendio provocó la histeria colectiva y la consecuente cadena de acontecimientos. No se puede afirmar si la película fue la causante del incendio –se acusó a Backovic de utilizar material inflamable a propósito- o del brote desenfrenado de violencia.

Tal era el caos organizado en la sala que los que sobrevivieron hablan de actos horrendos tales como el canibalismo. El humo y la confusión hicieron presa del pánico al público. No obstante, todos los que pudieron vislumbrar entre tanta supuesta carnicería retazos de la obra de Backovic coincidían en que se trataba de una película absolutamente bizarra, en la cual entre otras calamidades, se podía ver una sucesión de actos violentos e injustificados de niños contra ángeles, a los cuales mutilaban hasta arrancarles las alas. Una snuff movie con todas las de la ley, de la cual se llegó a especular que usaron ángeles de verdad. En definitiva, una oda a la maldad como medio de lograr el arte cinematográfico y que deja patente el poder subversivo del séptimo arte, de su potencial uso como arma de doble filo.

De la película ya no se sabe nada, y de su director, para el cual fue su último trabajo, menos. Su esposa, Katia Backovic, sólo afirmó que esa película había causado dolor y destrucción. Algunos hablaron incluso de un pacto de Backovic con el diablo. La leyenda se ha visto alimentada con el paso de los años, pero los intentos de encontrar “La fin absolue du monde” han resultado, que sepamos, frustrados. Se rumorea que Backovic intentó sacar la única copia existente, la que se exhibió en Sitges, pero el gobierno la destruyó. No obstante, dicen que circulan copias por el mundo, pero no se ha confirmado su existencia. Algunas sectas satánicas reconocen haber buscado una copia sin éxito y varios coleccionistas de cine pagarían lo que fuera a quien les consiguiera un trozo visionable del film.

¿Existe realmente esta película? Y de ser así, ¿estarían ustedes dispuestos a verla? Dicen que verla es desear el suicidio. Yo, presa del morbo, tras haber visto el film de Carpenter y leer sobre la peli, me muero de ganas por verla…


Cigarette Burns *****

“Una película es magia, y en las manos oportunas, un arma”. Con estas palabras introduce la historia Kirby Sweetman (Norman Reedus), un cinéfago que regenta un cine de serie B en el que, entre otros, podemos ver que proyectan “Profondo Rosso” del maestro Dario Argento, la cual momentos después cortará a conveniencia el ayudante de Sweetman. Éste, a su vez, alterna su trabajo en el cine como investigador privado, buscando esas rarezas del celuloide que los cinéfagos coleccionistas le encargan encontrar. Con un truculento pasado y una importante deuda pendiente, Sweetman acepta desesperado el encargo más difícil de su vida: encontrar la película maldita de Backovic, “La fin absolue du monde”. El ricachón Bellinger (el enigmático Udo Kier) le encarga una difícil tarea, no sin antes dar pruebas concretas de la existencia de la película. Bellinger tiene encadenado a uno de los ángeles que formaban parte del reparto original, mutilado hasta las alas y encadenado como una pieza más de coleccionista. Convencido, Sweetman comenzará a buscar la cinta, y por su camino se topará con un fanático aficionado a las snuff movies y con esas inconfundibles marcas de cigarrillo que dan título original al episodio –sí, no entiendo en qué pensaban los traductores españoles para darle el título de “El fin del mundo en 35mm.- y que señalan el cambio de bobina. Poco a poco, y a medida que ve las marcas, el protagonista irá sintiendo el terrible magnetismo del film de Backovic y sufrirá sus fatales consecuencias.


Esta trama de obsesión y de los efectos fatales del cine como arma de destrucción moral acerca el episodio de Carpenter a uno de sus mejores trabajos, “En la boca del miedo”. Al igual que Sam Neill, el personaje de Norman Reedus buscará al autor de la obra original y se irá adentrando en las fauces del horror, para al final comprender la importancia del arte en el ser humano –en aquel caso era una novela, ahora se trata de una película-, su poder de trascendencia, si bien en la cinta de 1995 los efectos eran mucho más apocalípticos. Carpenter habla así del cine dentro del cine, de su influencia positiva o negativa en nosotros, de su capacidad para hacer el mal en un discurso metalingüístico que trasciende incluso las imágenes. Porque “Cigarette Burns” no es solo la crónica de una obsesión y sus consecuencias, sino que el mismo trabajo de Carpenter se vuelve adictivo según avanza la trama. Es curioso que a pesar de tratarse de un producto limitado al ser televisivo, el director es capaz de aprovechar al máximo el tiempo del que dispone y realiza una obra intensa, adictiva, de esas que impiden despegar los ojos de la pantalla. Un ejemplo de esto es el uso de la elipsis. Con la excusa de las marcas de cigarrillo, el realizador omite un pasaje que sabemos que ha sido sangriento, aquel en el que Sweetman acaba con sus captores. Tras la mencionada marca, Norman Reedus ya está suelto y solo vemos la carnicería que se ha formado a su alrededor en el almacén. Una prueba de la inteligencia de Carpenter para economizar metraje, algo de lo que posiblemente adolezcan otros trabajos anteriores, de un exceso de metraje que convierte en lento su avance.

A este poder de adicción contribuye su desenlace, 10 minutos finales en los que Carpenter tontea con Cronenberg y “la nueva carne”, como cuando Bellinger realiza su particular y visceral película. Un torrente de imágenes y sensaciones inunda la pantalla y al espectador en uno de los mejores tramos finales que un servidor recuerda desde hace tiempo. El cineasta no comete el error de mostrarnos una proyección de “La fin absolue du monde”, sino que hace algo mejor: ofrece fragmentos proyectados en pantalla grande de la misma, tal y como lo habrían visto los espectadores originales en Sitges por culpa del pánico, una decisión que sin duda deja con más ganas si cabe de ver la obra de Backovic.

Solo una cosa puede reprochársele a este episodio, y son los flashbacks con la mujer del protagonista, un tanto cursis. Por lo demás, asistimos al renacimiento de un maestro del horror –no estrenaba desde “Fantasmas de Marte”-, con unos créditos iniciales precedidos por su característico JOHN CARPENTER’S, una banda sonora solvente compuesta por su propio hijo y un trabajo encomiable de Gregory Picotero y Howard Berger en el apartado de maquillaje. En especial cabe destacar el ángel, un prodigio del maquillaje imposible borrar de las retinas tras ver el capítulo. Toda una joya de la pequeña pantalla imprescindible para cualquier amante del género, del cine en general y de su director en particular, muy superior incluso a muchas películas de terror que se estrenan estos días.

Descarga

No voy a proporcionar enlaces para “La fin absolue du monde”. Como han podido ver, está descatalogada, parece incluso una invención. Les animo a buscarla, y si descubren algo, les ruego me avisen. Pero lo que sí les proporciono es el enlace desde megaupload para descargar el episodio de Carpenter. Espero que lo disfruten y les obsesione tanto como a mí.

Varios enlaces:
http://www.megaupload.com/es/?d=LN95ADY1

3 comentarios:

lasaga dijo...

No tengo nada que aportar a tu análisis. Tan solo sumarme a nombrar a este trabajo de Carpenter como pequeña obra maestra

El Cinéfago dijo...

Muchas gracias, Manu. ¿Me aconsejas buscar esa peli?

Lasaga dijo...

jejejejeje, mmmm mejor déjala estar jeje

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