¿Qué lleva a un ingeniero de estructuras a abandonar toda su carrera y su acomodada vida para robar un banco? Michael Scofield –Wentworth Miller, un recién llegado a la pequeña pantalla que de la noche a la mañana se hizo de oro- lo tenía claro: ser detenido e ingresar en la penitenciaría Fox River, prisión en la que se encontraba recluido su hermano, Lincoln Burrows –Dominic Purcell, un habitual de la tele en series como “House” o de protagonista de la cancelada “John Doe”-, a la espera de su ejecución en la silla eléctrica. El plan de Scofield consistía en utilizar su extrema inteligencia y sus conocimientos en edificación para organizar una de las fugas más sesudas y mejor hiladas de la historia.
Éste era el argumento del que partía “Prison Break” hace ya cuatro años. Creada por Paul T. Scheuring, guionista, productor y director, “Prison Break” partió de una de las bazas con las que juegan actualmente las series de televisión: contar con un director de cine en su episodio piloto. Si “House” tuvo a Bryan Singer, “Perdidos” a J.J. Abrams o la maltratada “Jericho” a Jon Turteltaub, “Prison Break” contó con la dirección de Brett Ratner, director irregular de las entregas de “Hora Punta”, la tercera parte de “X-Men” y “El Dragón Rojo”, entre otras.
Cuando en el piloto Scofield muestra a su hermano su cuerpo completamente tatuado con el plan de fuga comprendimos que aquella serie iba a marcar un hito. Y así fue. “Prison Break” supuso un boom mediático en una época en la que la ficción televisiva ganaba terreno a la cinematográfica. Puede que no tuviera el nivel de realización de otras compañeras de parrilla, pero su trama contenía el suficiente atractivo como para mantener al espectador clavado en su asiento y a la espera ansioso del siguiente capítulo.
Finalmente, en el episodio número 22 de la serie, Scofield consigue su objetivo, no sin antes arrastrar a seis presos más aparte de su hermano. Nacían así los Ocho de Fox River, ampliamente buscados por el FBI en la segunda temporada. Porque la fuga de Scofield y los suyos no acababa tras la marcha de Fox River. El ex ingeniero tuvo que agudizar el ingenio para eludir a las autoridades, y en especial a un némesis de mente tan brillante como la suya, el agente Alexander Mahone, interpretado por un gran secundario del cine, William Fichtner, recién salido de otra serie injustamente cancelada, “Invasión”, y que volvió a dar muestras de maestría en su recreación de hombre obligado por las circunstancias a realizar su trabajo. La serie contó además con otros conocidos secundarios como Robin Tunney, Michael Rapaport y Peter Stormare.
Los guionistas de “Prison Break” cometieron el error de alargar la serie más de lo debido. Jamás debió pasar de la segunda temporada, pero un giro final llevó a Michael a Sona, una cárcel panameña donde transcurriría la tercera temporada. Considerada por la mayoría como una temporada de relleno, el objetivo allí era el mismo de siempre: escapar de prisión. Afortunadamente, la huelga de guionistas obligó a acortar la temporada y dejarla en 13 episodios, por lo que Sona no duraría demasiado en la trama.
Y llegamos a la cuarta y definitiva temporada, emitida actualmente por FOX y laSexta en España, las cuales han parado misteriosamente de emitirla hasta Septiembre. Los creadores parecieron tomar conciencia de la situación a tiempo y decidieron acabarla en dicha temporada, que finalizó el pasado 16 de Mayo en EEUU. Elevó el nivel que la serie había perdido por culpa de la errónea tercera temporada, pero la audiencia estaba perdida. Tanto que el desenlace de la serie, en el cual Scofield consigue al fin la libertad para él y todos aquellos a los que ha arrastrado desde su huida, que son muchos, fue seguido solamente por 3.3 millones de espectadores, una cifra muy baja para una serie que comenzó en lo alto, por encima de los 9 millones. El desenlace fue justo con la misma historia, incluyendo un flashforward cuatro años después que mostraba cómo Scofield había muerto aparentemente por causas naturales, pero recordado por todos aquellos a los que ayudó en vida, y con la agradable sensación del trabajo bien hecho.
Quería dejarme para el final lo que para mí ha sido lo mejor de la serie, aparte de ser fiel a la máxima de “aquí cualquiera puede morir, nadie es imprescindible para la historia”. Se trata de Theodore Bagwell, alias T-Bag, interpretado magistralmente por Robert Knepper, el cual ha conseguido hacerse famoso gracias a este papel. El actor construyó un ser despreciable, rastrero, buscavidas, un pedófilo asesino que quedó en la memoria de todo el que viera la serie alguna vez, con ese particular compendio de gestos y manera de hablar con acento sureño que él convirtió en característicos, y al cual logró incluso humanizar. “Prison Break” no podría haber sobrevivido hasta el final sin T-Bag, del mismo modo que no habría sido posible sin Scofield a la cabeza.
Serie con grandes dosis de adrenalina, que la equiparan al ritmo sin descanso de la gran “24”, “Prison Break” ha acabado un poco tarde pero de una manera justa, consecuente y lógica con su propia historia. Un tanto precipitadamente, sí, pero de una manera bien calculada, como lo habría hecho el mismísimo protagonista. Adiós, Scofield, te echaremos de menos.
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