(The curious case of Benjamin Buton)
Días contados
“El curioso caso de Benjamin Button” comienza de una manera magnífica, con la historia de un relojero ciego que, con la esperanza de recuperar a su hijo fallecido en la guerra, construye un enorme reloj que gira en sentido antihorario. Justo al final del viaje de Button -el apellido, efectivamente, tiene que ver con los botones- por su larga y contradictoria vida, el reloj es descolgado y abandonado en un desván, pero sigue inexorable en su particular manera de marcar las horas.
Totalmente desubicado en espacio y en tiempo, Benjamin Button vive su vida al revés: comienza siendo un bebé anciano y acaba siendo un niño que debería ser anciano. Eso le lleva a estar fuera no solo de tiempo, sino de espacio: no pudo jugar con niños; se crió en un geriátrico, rodeado de las muertes de los que le rodeaban; no pudo disfrutar de su paternidad por temor a no ser un buen padre mientras se hacía un niño...
David Fincher aborda un ambicioso proyecto alejado aparentemente de sus trabajos anteriores. Pero como ya le ocurriera a Paul Thomas Anderson en la genial “Pozos de ambición”, en el corazón de esta formidable historia, que se convierte en su mayor aliciente, late con fuerza el despliegue técnico y visual que ya derrochara en todos sus trabajos anteriores y en sus spots publicitarios y vídeos musicales. No es tan salvaje como “El club de la lucha” o “Seven”, eso está claro, pero sí comparte con “Zodiac” el poseer una trama reposada, sin más necesidad que una gran historia, un buen guión y una perfecta puesta en escena. Habrá quienes piensen, no obstante, que Fincher se ha ablandado, y más teniendo en cuenta que el guionista es Eric Roth, responsable de la oscarizada “Forrest Gump”. Muchas son las similitudes entre el film de Robert Zemeckis y el que nos ocupa, como el avance a lo largo de la historia americana o la historia de superación “bigger than life”, pero ahí acaba el asunto. El director consigue alejarse de cualquier cursilería, incluso en las escenas de amor, e imprime su propia mirada a un relato quizás un tanto extenso en metraje, pero ágil en desarrollo y sincero en contenido.
Prodigio técnico donde los haya, algo propio de su realizador, este curioso caso del hombre que rejuvenece recuerda a otro caso, el de “El increíble hombre menguante”, por su retrato contrarreloj de una vida que tiene los días contados y su disección de la existencia. Sin llegar al nivel de profundidad cósmica al que pretendía llegar el film de Jack Arnold en su desenlace, a lo que sí llega esta película es a plasmar cómo para todos y cada uno de nosotros, nos dediquemos a lo que nos dediquemos y envejezcamos en el sentido en el que lo hagamos, el tiempo pasa inquebrantable no en el sentido horario, sino como una fatal cuenta atrás que nos alcanzará tarde o temprano. Y lo hace con una poderosa banda sonora, con una bellísima Cate Blanchet, con un muy comedido y físicamente perfecto Brad Pitt -eso sí, el maquillaje según pasan los años de algunos personajes, Cate Blanchet incluida, no resulta tan convincente como el suyo- que en su vejez recuerda mucho a Robert Redford, con una fotografía deslumbrante y con una de las historias de amor temporal más digestivas que un servidor recuerda, intercalada con un affaire al que se le saca muy poco partido, al igual que a una de las mejores actrices del cine actual, Tilda Swinton.
Lo mejor: un contenido Brad Pitt, la misma historia y que Fincher siga fiel a su estilo
Lo peor: el poco partido que se saca a la relación con Tilda Swinton
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