Funny Games (1997) ***1/2
Hace unos días hablábamos del parecido que guarda el remake americano de “[REC]” con ésta, y eso que sólo se trataba del trailer. Esto no es nuevo. En la última década hemos vivido versiones infames, copias casi milimétricas de sus modelos. Preparándose está el remake del debut de Nacho Vigalondo, “Los cronocrímenes”, y ha sido el mismísimo Tom Cruise el interesado en el proyecto.
Fue el tal Cruise el encargado de traer para sus arcas una de esas buenas películas de suspense del señorito Amenábar, antes de perder parcialmente el rumbo con la sensiblera y manipuladora “Mar adentro”. El sueño y la pesadilla de “Abre los ojos” se convertían en esos cielos de amarillos soñados por Monet en “Vanilla Sky”, la hermana desquiciada y popera del segundo film de Amenábar. El propio Cruise asumió el papel de Eduardo Noriega, Penélope Cruz repetía y era Cameron Crowe, amiguete del protagonista-productor, quien tomaba la silla de dirección. ¿El resultado? Una película que copia la estructura y guión de la original, pero que en conjunto resulta totalmente distinta en su tratamiento. Algunos no entendieron esa especie de videoclip eterno de Crowe, pero reconozco que su versión tiene un encanto oculto, puede ser precisamente por su vertiente melómana propia del realizador de “Casi famosos”, y que hay pasajes que explica y matiza mejor que su homóloga española, como el desenlace por ejemplo.
Pero si existe una copia innecesaria es la del clásico de Hitchcock “Psicosis” realizada hace 10 años por el impredecible e imprescindible Gus Van Sant. Éste lo tuvo claro al ver que era imposible superar a la original, por lo que optó por la vía fácil y la vez más descabellada: copiarla plano a plano. Así, “Psycho” resultó una copia casi micrométrica pero en color, aunque fallida por demasiadas razones. Para empezar por lo innecesario de la misma versión en sí misma. A eso debemos sumar la exageración de sus actores, poco creíbles, y los mismos excesos del director, que añade planos desconcertantes para actualizar la obra, como las visiones durante la muerte de Arbogash.
Era precisamente al concepto de copia micrométrica de “Psycho” al que quería llegar. Cuando la película original es muy buena y de culto para muchas personas, seguramente su remake copiado plano a plano resultará como mínimo decepcionante y como máximo aceptable. La cosa cambia cuando es el director del original el encargado de remakear su trabajo segundo a segundo. “Funny Games” es una obra maestra para muchos, y un mero espectáculo morboso para otros. Yo me sitúo en un espacio intermedio. Se trata de una muy buena película que juega a despertar el morbo del espectador para hacerle ver hasta qué punto estamos insensibilizados frente a la violencia de los medios de comunicación. Su discurso y manera de manipular al público es tal que es odiada por muchos y venerada por otros. Para mí sus cualidades en cuanto a dirección son notables, y sí me convenció su discurso y manera de llevarnos a su terreno. En cuanto a su trasfondo, esos jóvenes bien posicionados y extremadamente que disfrutan con la violencia por el simple hecho de probar algo distinto a lo que sus acomodadas vidas les tienen acostumbradas puede asemejarse a “La naranja mecánica” de Kubrick, paralelismos que pueden entreverse también en las blancas vestimentas de sus protagonistas y en su trailer.
Usando el mismo razonamiento que Van Sant, Michael Haneke ha preferido copiar diálogo a diálogo y plano a plano sus juegos divertidos en un ejercicio de mimetismo que los yanquis no han entendido del todo. Existen dos tipos de personas a la salida de “Funny Games”: los que se sienten estafados, ya sea por considerarlo un espectáculo morboso (no muestra la violencia, la sugiere, y eso la hace todavía más violenta) y una tomadura de pelo o por no simpatizar con su discurso y su manera de plasmarlo, y los que salimos convencidos de que su moraleja es universal. Y si es universal, ¿para qué cambiar el cómo contarlo si funcionaba? No modificar nada implica trasladar la historia a EEUU; esto es, modificar nombres y algunas frases para hacer sus conversaciones más llevaderas para el público americano, pero mantener intactas sus virtudes y defectos. Hay tres rasgos a analizar en Funny Games U.S. que la diferencian por poco de su predecesora:
- Los actores. Naomi Watts convence por su naturalidad bastante más que Susanne Lothar en la primera media hora, mientras que Tim Roth se limita a sufrir en pantalla, y en ese sentido queda un poco por debajo de ese gran actor que era el desaparecido Ulrich Mühe. Pero si alguien sale ganando en el juego es Michael Pitt, buen actor independiente que consigue un personaje de Paul aún más terroríficamente infantil que el encarnado por Arno Frisch. En cuanto a Brady Corbet, nada tiene que hacer contra Frank Giering, y su caracterización resulta insatisfactoria respecto a la de éste. Sonreír malévolamente no es suficiente.
- La duración. A pesar de ser la misma película, distan entre sí unos pocos segundos. Esto es resultado de la adaptación al mercado USA. Haneke es consciente de la manera de concebir el cine al otro lado del Atlántico, y por ello intenta agilizar las muchas secuencias de diálogos y los momentos de silencio. SPOILER. Aún así, el momento cumbre de silencio, la muerte del hijo, se mantiene por fortuna intacto.
- El factor sorpresa. Es el principal factor en contra de la versión U.S. La historia ya se contó hace una década, y la copia tiene como consecuencia que para los que hayan visto la original, ahora no se aporte nada al conjunto.
Es el mismo hecho de haber sido realizada por Haneke lo que me ha causado mayor desconcierto, más incluso que los guiños cómplices de Paul a la cámara o la secuencia rebobinada. Me ha sido difícil posicionarme en torno a ella tras gustarme la versión del 97. Es inferior a ésta solamente por la falta de sorpresa. Pero es lógica la postura de Haneke. Antes de ver cómo otro destroza mi película, mejor la dirijo yo mismo, y dado que su mensaje sigue vigente y es universal, y en vista de lo bien que funcionó para aquellos que simpatizaron con ella, mejor hacerla exactamente igual.
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