lunes, 16 de septiembre de 2013

LA CRÍTICA: Bienvenidos al fin del mundo (The World's End)

NO a la Starbucks-ización
¿Qué hacemos si sufrimos un apocalipsis zombi, si un encapuchado comienza a asesinar a personas y si los cadáveres de nuestros vecinos se empiezan a amontonar en las calles? ¿Y si estamos ante el mismísimo fin del mundo? ¿Y si todo el destino de la Humanidad depende de nosotros? Pues no pasa nada. Nos tiramos en el sofá, miramos a otro lado, aceptamos la nueva situación como si nada hubiese cambiado, siempre que no altere nuestras costumbres y vicios, y nos echamos unas birras.

Simon Pegg, Nick Frost y Edgar Wright llevan casi una década promoviendo el inmovilismo en unos tiempos en los que la tecnología evoluciona a pasos agigantados, en que la sociedad parece alienada y se limita a aceptar como normales muchos de los cambios a los que se la somete, donde el contacto con el prójimo pasa por una pantalla LED y los jóvenes campan a sus anchas por las calles como tribus urbanas clónicas. Una sociedad adaptada al modelo Starbucks, donde los pubs han perdido toda su identidad noventera, el escenario perfecto para que unos personajes anclados en los 90 recorran su Milla del Oro. 5 amigos. 12 bares. 60 pintas –o 50 si uno opta por el agua mineral-. Un objetivo: sobrevivir a la borrachera y llegar vivos al último pub, el Fin del Mundo… mientras el planeta entero se va al traste.


“Bienvenidos al fin del mundo” marca el fin de una era, de una trilogía que ha tirado de la parodia como herramienta de análisis de una sociedad en contra de la Starbucks-ización. Del terror zombi de “Shaun of the dead” y el policíaco british de “Hot Fuzz” pasamos ahora a la ciencia-ficción tipo “La invasión de los ladrones de cuerpos”, en la que sus personajes, más que luchar por el futuro de una raza que bien merece una lección de buenos modales, lo hacen por su resistencia al cambio y al paso del tiempo, por la defensa de la nostalgia de que todo tiempo pasado siempre fue mejor.

La cinta supone una alegre y divertida despedida a una trilogía en conjunto sublime, pero también se convierte en el amargo adiós a dos actores y un director con una química que traspasa la pantalla. Todo lo que se podía decir de positivo de sus dos anteriores trabajos es aplicable a la que nos ocupa –los secundarios, la elección de la banda sonora, esa flema británica inteligente en su sentido del humor, su juego con los clichés del género que parodia-, y al igual que en aquéllas, sus puntos más débiles –le cuesta algo arrancar, pero cuando lo hace ya no hay marcha atrás- pueden ser fácilmente pasados por alto entre tanto desmadre.


“Bienvenidos al fin del mundo” es, en definitiva, un canto a la libertad del individuo, con todas sus consecuencias, a un ser humano que es mejor cuanto más imperfecto se muestra, narrado a través de la cruzada de cinco mosqueteros –fantásticos Martin Freeman, Paddy Considine y Eddie Marsan completando el grupo- dispuestos a arrancar cabezas con tal de preservar un estilo de vida. Y además es el dignísimo broche a un tipo de cine al que vamos a echar de menos. Al menos, nos queda una moraleja para la posteridad, que bien podría resumir toda la trilogía: en el país de los bebedores, el borracho es El Rey. Con mayúsculas.

A favor: todo (todo lo que ha funcionado a la perfección en la trilogía)
En contra: le cuesta algo arrancar y entrar en faena

Calificación: ****
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