martes, 31 de agosto de 2010

La película del mes

Viernes 13 ****

El destino perfecto para las vacaciones


Fin de las vacaciones veraniegas para muchos. Época de playa, piscina, viajes, excursiones campestres, campamentos de verano… En concreto uno se hizo célebre hace tres décadas, cuando un grupo de jóvenes decidió reabrir sus puertas tras permanecer 22 años cerrado. Para comprender las razones que llevaron a su clausura habría que remontarse años atrás, cuando en 1957 un niño, Jason Voorhees, moría ahogado en el lago por culpa del descuido de sus cuidadores, cuya muerte un año después llevó a echar el cierre a las instalaciones.

Ésta sería la semilla de la que acabaría germinando uno de los grandes psychokillers del séptimo arte, pero que a diferencia de compañeros de juerga como Freddy Krueger o Michael Myers, no aparecería hasta dos secuelas después tal y como le conocemos hoy en día. En esta primera entrega, quien se lleva las vidas de estos pobres incautos no fue otra que su madre, personaje del que no habíamos oído hablar hasta que quedan veinte minutos para el desenlace, en un giro de guión ya visto en filmes como “Carrie” o incluso “Psicosis” –en este caso fue al revés: la madre trastornada por la pérdida de su hijo se tomaba la justicia por su mano como poseída por su espíritu, hasta el punto de mantener conversaciones ficticias consigo misma.

¿Les suena el argumento? Es normal, porque aunque “Viernes 13” –o “Martes 13” en Argentina- no inventara el slasher, sí que recoge los tópicos recurrentes que salpicarían sus interminables secuelas, sus parodias y todas aquellas copias que a raíz de ella surgieron y que en nuestros días seguimos padeciendo. Chicas ligeras de ropa, adolescentes con las hormonas revolucionadas, muertes a cual más sangrienta e imaginativa, una localización apartada y una buena dosis de gore. Todo esto ya estaba presente en los trabajos de Brian de Palma, de John Carpenter, de Tobe Hooper y en el giallo de Mario Bava, pero fue precisamente “Viernes 13” la encargada de convertir esos referentes en carne de hacer películas basura –de serie muy pero que muy B, para entendernos, no de malas películas precisamente.



Así que no estamos ante una buena película para los entendidos en cine, pero sí ante una muy importante, nacida de la mente de un agudo hombre de negocios más que gran director llamado Sean S. Cunningham. Un año después de que John Carpenter barriera en taquilla con “Halloween”, Cunningham necesitaba un éxito, y fue precisamente con la cinta de Carpenter con la que se dio cuenta de que era el terror el mejor camino para conseguirlo. Habían pasado ya ocho años desde el reconocimiento de su última gran producción, “La última casa a la izquierda”, y sus películas como director, que iban desde absurdas comedias hasta flirteos tímidos con el terror más insustancial, no gozaban de demasiado interés ni para el público ni para la crítica. Así que se le ocurrió una historia de terror sencilla pero salvaje, que rompiera con el clasicismo que Carpenter mostrara en su “Halloween”. Así nació la originalmente titulada como “A long night at Camp Blood”. De aquel título sólo quedó el mote Camp Blood con el que se conocía por el lugar a Crystal Lake, el campamento ficticio donde se desarrolla la acción.

Con un presupuesto modesto de 700.000$ salidos del bolsillo del propio Cunningham, el rodaje duró cuatro semanas en el campamento Nobebosco, en Nueva Jersey, donde gracias a la fama alcanzada con la película figura una placa que recuerda a todo aquel que lo visite que ahí se rodó el filme. El presupuesto se fue en los efectos especiales, la distribución, los actores y el escaso equipo técnico y artístico que trabajaron en ella.



Para los efectos, uno de los puntos más logrados de la película a pesar de ser una producción independiente de serie B, se contó con el mago Tom Savini, a quien Cunningham admiraba tras ver su trabajo en “Zombie (Dawn of the Dead)” de George A. Romero, y que hace algún cameo, aunque no muestra su rostro.

El miembro del reparto que más cobró fue la veterana de la pequeña pantalla Betsy Palmer, que aceptó encarnar a la Sra.Voorhees tras ver el cheque de 10.000$, cantidad que se embolsaría por los escasos 15 minutos que permanece en pantalla, en una época en la que tenía más deudas que ingresos. Dicho papel estaba en manos de Estelle Parsons (“Bonnie & Clyde”), pero declinó antes de comenzar el rodaje por la escasa calidad de la propuesta. Para el resto del cast, Cunningham quería chicos que parecieran salidos de un anuncio de Pepsi, y los encontró en los rostros de Adrianne King, para cuyo papel se presentó una por entonces desconocida Sally Field, y Kevin Bacon, en una de sus primeras apariciones antes del triunfo de “Footloose”.

Cunningham, a pesar de no ser un genial cineasta, supo jugar con los elementos comunes del género y hacer uso de la cámara subjetiva para generar tensión y suspense. Unido a la desasosegante banda sonora de Harry Manfredini y a un final sorpresa que aún no consigo sacar de mi retina, con Jason emergiendo del agua y dando pie a una más que posible secuela, todos estos elementos hacen de “Viernes 13” una imprescindible dentro de su gremio.

A todo esto, ¿y Jason Voorhees? Pues el archifamoso asesino de la máscara de hockey no hizo su aparición hasta la inminente secuela, y no se hizo con su elemento de atrezzo más característico hasta la tercera entrega, quedando en la primera únicamente ese horripilante aspecto del niño del desenlace, obra y gracia de Savini en una escena que no estaba en el guión de Victor Miller. De hecho, Miller dijo que nunca quiso una franquicia con Jason como asesino. Pero su aparición creó tanto impacto, y el final es tan ambiguo en su escenificación de lo que pueden llegar a esconder las aguas de Crystal Lake, que la segunda parte no se hizo esperar y Steve Miner, productor asociado de la primera, se puso tras las cámaras en “Viernes 13. 2ª parte”, donde Jason porta un saco en la cabeza que le confiere un temible aire de espantapájaros.Y así son las cosas. Jason es ya una celebridad dentro de los asesinos más despiadados del celuloide, a pesar de que no fuera más que un rumor en su comienzo, un mero elemento narrativo. En cada nueva entrega, cada una con menos calidad que la anterior, la importancia está en la originalidad y crueldad de las muertes, y en cuántos jóvenes sucumbirán a su machete.
La taquilla mandó, y los 40 millones de dólares recaudados solamente en suelo americano justificaron la aparición de hasta nueve secuelas, una serie de televisión, cómics, videojuegos y hasta un enfrentamiento con Freddy Krueger en la reivindicable “Freddy vs. Jason”. Pero la crítica no fue tan benevolente, nominándola a los Razzie como peor director y secundaria para Betsy Palmer, quien poco después renegó de la película. Eso sí, durante tres décadas ha vivido de ser la Sra. Voorhees. En cuanto a su director, como tal no volvió a repetir ni el éxito ni la calidad logradas con esta cinta, estando sus mayores logros en la producción de obras como “House” o alguna de las secuelas de la que nos ocupa. Pero el éxito estaba servido, y los acertados rumores de que la versión cinematográfica final contenía escenas censuradas para evitar la tan temida calificación X, que sí consiguió en países como Inglaterra, no hicieron más que arrastrar al público a las salas.

Y ahí tenemos a Jason Voorhees, convertido en todo un icono del género, en una película sobre la que me he encontrado todo tipo de comentarios. Hay quien la adora, y hay quien la detesta. Eso, y que es fin de las vacaciones y esta película para mí es tan veraniega como “Tiburón”, es lo que me ha animado a seleccionarla como película del mes. Porque merece un respeto, que la defiendan. Porque “Viernes 13” no es una obra maestra, no aportó mucho al terror más allá de una ominosa franquicia y un puñado de producciones que se extienden hasta nuestros días, pero es una película importante. Y por qué no, da miedo, especialmente cuando se es más inocente. Que levante la mano quien no ha tenido pesadillas con lo que se escondía bajo las aguas de Crystal Lake. Treinta años después, aún sufrimos las consecuencias.


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1 comentario:

lasaga dijo...

Si cinematográficamente es de dudosa calidad, e incluso hoy en día tiene hasta un ritmo un tanto pesado (al menos tras un reciente visionado).
Lo que no podemos negar es la influencia que ha tenido en el género, pero esto ya lo acabas de decir tú.
Me uno al club de los acojonados por ese final y el fondo del lago.

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