Paseó su penetrante mirada por infinidad de películas en blanco y negro y color. “El zurdo”, “El buscavidas” o “La leyenda del indomable”, entre otras, fueron testigo de su perseverancia y de dicha mirada. Pero sus potentes ojos verdes brillaron más que nunca en una de mis películas favoritas, “La gata sobre el tejado de zinc”, cinta que potenció mi amor platónico hacia el intérprete de la misma manera que “Un tranvía llamado deseo” hiciera con Brando o “Al Este del Edén” con James Dean.
El Hollywood clásico, y por extensión el actual, pierde a una de sus más fuertes presencias, a un actor que hasta en su últimos meses de vida, en lo que sería la crónica de una muerte anunciada, prefirió morir en casa con los suyos antes que entre las frías paredes de un hospital y confirmó con ello su eterna imagen de rebelde, pero esta vez con causa.
Para finalizar, recomiendo la entrada dedicada a la película de Richard Brooks en un blog imprescindible, Fuego En El Cuerpo.
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