viernes, 26 de octubre de 2007

LA CRÍTICA

Familia colateral ***1/2

Debo reconocer que no siempre estoy inspirado en las críticas, que hay películas con las que los escritos me salen automáticamente y otras con las que no sé por donde comenzar a analizar. No es que las primeras sean mejores que las segundas, ni viceversa, es una simple cuestión de desarme de argumentos a la hora de alabar o deleznar un film.

Me ocurrió con “Muerde el ladrillo”, y ha vuelto a pasarme con “Familia colateral”. Desestructuraciones familares y familias alternativas hay muchas, y si no que se lo pregunten a los Corleone o los Addams, pero pocas veces con tanto humor negro y mala baba como en el segundo mediometraje (más corto que el anterior pero igualmente medio) de Manuel Ortega Lasaga. Por su media hora siguen pululando los más variopintos personajes, las más hilarantes situaciones, pero en esta ocasión con un mayor nivel de realización y planificación, sin por ello perder ese toque de cine experimental e improvisado que destilaba su debut.

Familia colateral nos habla no sólo de cómo un chaval acaba descubriendo el amor incondicional y casi de reality show macabro (ese abrazo entre el protagonista y Nico con banda sonora in crescendo es impagable) en otra pecualiar familia más normal que la suya propia, sino también de múltiples tramas colaterales, mezcladas con la principal. Así, vemos desvíos del argumento principal como el imborrable cameo de un Carlos Iglesias que anima al público a comprar entradas de “Un franco, 14 pesetas” en la misma entrada de un cine.

Lo primero que debe hacerse para disfrutar de “Familia colateral” es olvidarse de “Muerde el ladrillo”, no establecer comparaciones. Cierto es que le falta ese no sé qué que convertía al ladrillo en el remedio esencial de las crisis humanas, que no cuenta con Carlos Miyagi Ortega como gurú espiritual, pero la propuesta no deja de ser original y divertida. En lo que sí gana es en realización y sobre todo en ese sentido del humor tan negro que a veces hace sangre, el mismo sentido del humor que destila su sorprendente desenlace y algún que otro comentario acerca del trabajo del crítico cinematográfico con el que no dejo de estar de acuerdo.

Estamos ante el segundo desfile de infraurbanistas en mediometraje de la carrera de Lasaga -atención a la gran Loli García y al ya imprescindible Cristian Ortega-, ante la confirmación de que debe seguir adelante, ante una película tan bien construida como contada, con tantas ramas colaterales que incluso se ocultan en lo más oscuro de cada plano -¿qué lleva en las manos Loli García cuando vuelve a su casa?-. Y para terminar una mención especial a Jesusito, sin el cual no habría historia y al que esperamos ver aunque sea fugazmente en posteriores trabajos. Esta crítica no alcanza a satisfacer en palabras las sensaciones que el trabajo del director comienza a dejar en mí. Me pregunto por qué será.

A favor: un nivel de puesta en escena mayor y su macabro sentido del humor
En contra:
verla pensando en "Muerde el ladrillo"

Título original: "Familia colateral"; Año: 2007; Nacionalidad: España; Duración: 30 minutos; Dirección, producción, guión, montaje, ...: Manuel Ortega Lasaga; Intérpretes: Cristian Ortega, Loli García, Nico Gutiérrez, Carlos Iglesias, Jesusito

lunes, 15 de octubre de 2007

LA CRÍTICA

El orfanato ***1/2

Alejandro Amenábar ya nos avisaba en su aventajada ópera prima “Tesis” que el cine es una gran industria de hacer dinero, una industria que debe dar al público lo que quiere y que el cine español alcanzará el éxito que tanto busca sólo cuando comience a pensar en términos de industria. Si analizamos el cine americano reciente no vemos más que nuevas vueltas de tuerca a viejas películas, al trabajo de otros en forma de referentes calcados y explotados hasta la saciedad en las secuelas.

Dicho esto podría pensarse que el perfecto mainstream nacional será aquel que venda su alma al diablo en pos del dinero. Nada más lejos de la realidad. Amenábar hasta ahora ha saboreado con cada nuevo trabajo las mieles del éxito y ha sido a base de aplicarse a sí mismo la doctrina de su debut pero sin perder ni un ápice de identidad propia.

Viendo “El orfanato” veríamos a J.A. Bayona como un discípulo no sólo de Amenábar, sino del Spielberg que hace tres décadas creara el concepto de blockbuster con “Tiburón”. Su película es un continuo vaivén de referencias -lo mismo que hacen al otro lado del charco para construir sus taquillazos, sobre todo en materia de terror- que van de clásicos como “Al final de la escalera” hasta recientes joyas del terror patrio como ese caserón desvencijado estilo “Los otros” o esa historia “románticas” historias de fantasmas del Balagueró de “Frágiles”. No hay más que ver la secuencia de la grabación en Súper 8 para vislumbrar lo determinante que el realizador de “Los sin nombre” y “Darkness” ha sido en el resultado final.

Es la resistencia a no perder su identidad lo que hace de esta película una obra autónoma del que por ahora es uno de los pocos artesanos -lo de autor deberá ganárselo a pulso más adelante- de nuestro cine, con permiso del mismo Amenábar. Da al público exactamente lo que quiere, domina el arte cinematográfico, tanto en la forma como en el contenido, y muestra un profundo respeto tanto por lo que cuenta como por todos esos filmes a los que debe la vida. No copia, más bien hace propio lo ajeno, lo moldea con clase y buen gusto para que parezca distinto, aunque a veces los evidentes parecidos le pasen factura.

La historia y el avance de la misma no es que sean originales, pero Bayona es capaz de mezclar sin sobrecargar una serie de valores artísticos y de relatos clásicos que la hacen atractiva a todos los niveles. Incluso se arriesga con rarezas como la secuencia del atropello seguida por una mandíbula desencajada y con una secuencia paranormal de espiritismo que haría las delicias de los mismísimos Jiménez del Oso e Iker Jiménez y que realmente pone los pelos de punta. Y todo con una clásica y rotundamente sincera Belén Rueda, auténtico peso de este cuento de cuentos de fantasmas, la perfecta Wendy que decidió no vivir en Nunca Jamás para vivir en esa realidad de negación, realidad esta que no permite ver el otro mundo, ese que solo aquellos que tienen un pie entre dos mundos son capaces de contemplar.

A favor: Belén Rueda y los muchos aciertos a nivel cinematográfico
En contra: el excesivamente aclaratorio plano final de la tumba y la sensación de déjà vu

Títuto original: "El orfanato"; Género: Terror; Nacionalidad: España; Año: 2007; Duración: 97 minutos; Dirección: J.A. Bayona; Guión: Sergio G. Sánchez; Intérpretes: Belén Rueda, Fernando Cayo, Geraldine Chaplin, Roger Príncep, Mabel Rivera

viernes, 12 de octubre de 2007

Próximamente...

REC

Imaginen que desean cubrir un reportaje acerca de una noche cualquiera en las vidas de los bomberos, y que tienen la mala suerte de verse en un edificio acordonado por la amenaza de un temible virus que transforma a los infectados en seres sedientos de sangre y carne. Ésta es la premisa de la última aportación al cine fantástico y de terror de uno de los mejores realizadores del género de nuestro país, Jaume Balagueró.

“REC” es una claustrofóbica pesadilla que bebe directamente del cine de zombies de Romero y lo mezcla con el cine documental de “El proyecto de la bruja de Blair”. Ayudado por otro valor del terror español, Paco Plaza, Balagueró abandona por ahora sus historias sobre fantasmas y el amor para darnos una de miedo puro y duro, sin más concesión que la posible crítica a la voracidad de los medios de comunicación.

Visto el argumento podríamos pensar que “REC” no es más que otra de muertos vivientes, o más bien de infectados carnívoros como los de “28 días después” y su rotunda secuela. Pero la novedad de esta vuelta de tuerca al género es que todo lo que el espectador ve en pantalla es lo que el cámara del reportaje recoge, lo que aumentará la tensión conforme avanza la trama.

Ovacionada en el reciente Festival de Sitges, “REC” ha sido equiparada a la última película del maestro Romero, “El diario de los muertos”, también presentada en el festival. Sin embargo, según afirma la crítica especializada, el punto de vista del maestro es más humorístico que el del discípulo, y han llegado a declarar que Balagueró y Plaza superan a Romero. El 23 de Noviembre llega a nuestras salas, y ya puedo asegurarles que el trailer es de los más tensos que he visto en lo que llevamos de año. Si el resto del filme es como se nos muestra en él más nos vale estar preparados para pasarlo realmente mal en la butaca. Y esto no es una amenaza.

Teaser trailer

Trailer definitivo

domingo, 7 de octubre de 2007

LA CRÍTICA

Promesas del Este ****

Metamorfosis

Si hubiera que comparar “Promesas del Este” con cualquier otra película de la filmografía de David Cronenberg es con su más cercana hermana comercial, “Una historia de violencia” . Ambas comparten el retrato de una violencia cotidiana pero nada glorificada ni criticada, la elección de Viggo Mortensen como insuperable protagonista, una visión más dirigida al público que en ocasiones anteriores y sobre todo ese acercamento a lo extraño desde la más absoluta normalidad. Pero ahí acaban las coincidencias. Su protagonista podría ser una extensión del Tom Stall de la anterior, el héroe inesperado que ha acabado por aceptar su violento pasado de miembro de una familia mafiosa. Y digo podría porque su último film rompe cualquier similitud con su predecesora y no es que redefina el concepto de thriller, sino que muta bajo la batuta de su autor.

En ningún sólo segundo de metraje se deja notar repetición ni de situaciones ni de trama, aunque sí de temática. A pesar de ser otro escarceo del realizador canadiense por los senderos de Hollywood, “Promesas del Este” tiene más en común con su filmografía de lo que podemos imaginar. A través de la historia de ese chófer de un capo mafioso ruso asistimos a otra de las transformaciones del universo Cronenberg, la que hará que un simple conductor se perfile como el nuevo jefe de una organización mafiosa, la de un infiltrado que hará todo lo posible por inmiscuirse más en su misión. Una transformación moral similar a la que padecía Mortensen en “Una historia de violencia”, y equivalente a la metamorfosis física y psíquica del Jeff Goldblum de “La mosca”, del James Woods de “Videodrome” o de los dos Jeremy Irons de “Inseparables”. Es decir, una modificación de la psique humana reflejada en un deterioro físico.

Estamos también ante la metamorfosis cinematográfica de un director imprescindible, de la mutación de un creador que sólo ha cambiado su empaque -las sombrias calles londinenses infectan la atmósfera- y que quizás ya no puede ser tan venéreamente sucio como en otras películas, pero que en esencia sigue hablándonos de las mismas insanas obsesiones. Incluso en más de una secuencia se permite dejar ver su descarnada marca de identidad, como la que abre precisamente el film, que une unívocamente nacimiento y muerte, o la de esa memorable pelea en la sauna.

A todos los que critiquen este nuevo giro en su carrera les invito a destripar sus dos últimas películas, a diseccionarlas y descubrir que dentro de tan aparente normalidad se esconde el extraño y desconocido Cronenberg de antaño, aunque algo remodelado por la industria. No estamos, no obstante, ante su mejor película, culpa posiblemente de un avance de los acontecimientos que hace que cada nueva escena sea un continuo clímax que no ve final, que deja una extraña sensación de no terminar de desarrollarse nunca. Pero sobre todo, algunos echamos de menos a ese director de la Nueva Carne, aquel que sin tapujos mostraba el horror venéreo en toda su brutalidad, el que encarnizaba la fusión hombre-tecnología de la manera más nauseabunda posible, el descerebrado que era capaz de crear atmósferas e imágenes horrendas de las que ni los espectadores ni los personajes pueden escapar.

Título original: "Eastern Promises"; Nacionalidad: Reino Unido-Canadá-EEUU; Duración: 99 minutos; Género: Thriller; Dirección: David Cronenberg; Guión: Steve Knight; Intérpretes: Viggo Mortensen, Naomi Watts, Vincent Cassell, Armin Mueller-Sathl

sábado, 29 de septiembre de 2007

La semana de Manuel Lasaga

Familia colateral

Les presento el último trabajo de Manuel Lasaga, la historia de un chaval (el habitual Cristian Ortega) que para ganarse unas perrillas hace las veces de canguro del supuesto bebé de una desquiciada señora (la también habitual Loli García). Mejor no adelantar nada más del argumento y que se sorprendan al igual que yo de la fatídica noche (o no tanto) que experimentará el protagonista. De nuevo en cuatro trozos. Ah, y atentos al gran cameo de la película, de auténtico lujo.

Cacho 1 de 3

Cacho 2 de 3

Cacho 3 de 3

Ganadora en la Sección Bizarra de Caostica V

viernes, 28 de septiembre de 2007

La semana de Manuel Lasaga: LA CRÍTICA

Muerde el ladrillo ****

Bienvenidos al séptimo arte

De las muchas clasificaciones que podrían hacerse en el cine existe una que es clave para diferenciar si nos encontramos ante una película justa o no, que es la que atiende a los delirios de grandeza de una producción dentro de sus posibilidades. En este sentido tenemos dos tipos de cine: aquél que tiene muy altas pretensiones y el que carece de ellas. Muchas superproducciones americanas recientes (y no citaré títulos) caen en un error fundamental: aspirar a mucho y quedarse en nada.

La ópera prima de Manuel Ortega, difícilmente clasificable en cuanto a metraje (no sé si es un largo, un medio o un corto, pero lo mismo da), sí puede fácilmente clasificarse en cuanto a sus aspiraciones artísticas y conceptuales. En ningún segundo de los 36 minutos que dura “Muerde el ladrillo” puede apreciarse esa tendencia actual de las primeras películas de algunos directores a dejar huella, en ningún instante se la puede acusar de aparentar lo que no es, y en ese sentido es una película absolutamente humilde y consecuente con sus posibilidades, y ante todo justa consigo misma.

La idea de “Muerde el ladrillo” está clara desde el principio: su protagonista atraviesa una dura etapa de crisis en la que no importan las razones, simplemente las consecuencias. A la par se desarrolla una ambición por la experimentación que atrae más que crea repulsa. Porque “Muerde el ladrillo” es eso, un experimento estimulante no sólo sobre cómo un ser absolutamente torpe y despreciable puede encauzar su vida de la manera aparentemente más tonta (aunque más de uno debería morder de vez en cuando el ladrillo), pero sobre todo es un experimento cinematográfico, un extraño híbrido entre cine puramente voyeur y película cargada de conceptos, en un ejercicio de descubrimiento personal del séptimo arte.

Rodada en vídeo con supuestos pocos medios, la película se hace respetar de la misma manera que respetamos y nos divertimos con esas películas caseras hechas entre amigos, esas que con los años miramos con añoranza. Su sucesión de personajes pretendidamente freaks (entre ellos Carlos Ortega, auténtico profesor Miyagi lleno de naturalidad, carente de cualquier atisbo de preparación previa y auténtico agujero negro en las escenas en las que aparece) y su montaje audiovisual lleno de planos experimentales no están muy lejos de los trabajillos que en su momento hicieran en vídeo también los ahora reconocidos Steven Spielberg y M. Night Shyamalan, o incluso nuestro Alejandro Amenábar, en sus tiempos de juventud.

Con todo, “Muerde el ladrillo” debería ser distribuida como merece, como la primera cinta de un director que empieza, porque es con este tipo de películas, ésas que suponen un ejercicio de experimentación constante, con las que realmente se entiende de qué va esto del cine.

A favor: no es un debut con delirios de grandeza
En contra: prefieres que no acabe tan rápido

Título original: Muerde el ladrillo; Año: 2005; Nacionalidad: España; Duración: 36 minutos; Dirección y guión: Manuel Ortega Lasaga; Intérpretes: Cristian Ortega, Carlos Ortega, Loli García, Raquel Lanza, David García, Chechu Orellana

miércoles, 26 de septiembre de 2007

La semana de Manuel Lasaga

Muerde el ladrillo

Improvisación, experimento cinematográfico, mediometraje artesanal que nos devuelve un cine hecho entre amigos, de ese que tanto divierte y enseña, y una moraleja final sin precedentes. Lo que da de sí un ladrillo. Y si no que se lo digan al pobre “infraurbanista” de esta película, un despojo humano (dicho con todo el cariño del mundo) que vive una crisis personal. El aleccionador final y una especie de profesor Miyagi con el inmejorable rostro y sabiduría de Carlos Ortega (este hombre chupa cámara en cuanto aparece) convierten a “Muerde el ladrillo”, la primera incursión a medio camino entre el corto y el largo de Manuel Lasaga, en una opera prima fresca, nada pretenciosa y con mucha coña puesta en ella. Se la presento más injustamente mutilada que “Grindhouse”, pero es lo que tiene Youtube y las subidas y demás historias. Que la disfruten.

Cacho 1 de 4

Cacho 2 de 4

Cacho 3 de 4

Cacho 4 de 4

Ganador en la Sección Bizarra del Festival Caostica IV


Web de Manuel Lasaga en telefonica.net
Space Planeta Imaginario
Foro cineydvd.com

lunes, 24 de septiembre de 2007

La semana de Manuel Lasaga

Abandono mis quehaceres cinematográficos habituales (la presentación de la programación del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria en el Festival de San Sebastián, por ejemplo) para centrarme durante toda esta semana en un solo nombre, Manuel Lasaga. Lasaga es un realizador bien conocido en los mundillos de Internet que ha gestado cortos (o mediometrajes en algunos casos) dignos de ser tenidos en cuenta. Sus personajes son inadaptados sociales, individuos con especiales problemas y traumas que marcan su existencia. Es decir, son unos freaks, pero unos freaks tratados con cariño por su creador.

Dedico la semana del 24 al 30 de Septiembre a este talento emergente y a sus películas, donde impera mucha componente bizarra e improvisación. Antes de comenzar con uno de sus amados “infraurbanistas” (así me ha dado por bautizarles), no podemos hablar de Lasaga sin hablar del Festival Caostica de Cortos, certamen celebrado en el mes de Junio en Bilbao y que ya va por su quinta edición, y del que Lasaga es ya una constante anual.

Situados en el tema comenzamos por una de sus criaturas, Joe. Se trata de una serie de cortos que por ahora va por su tercera entrega y que nos relata las peripecias de Joe, otro inadaptado “infraurbanista” que conoce a su némesis, llamado precisamente Joe. Ambos son el mismo personaje, encarnado por el genial David García, pero mientras el Joe “bueno” es torpe y un perdedor, el “malo” es aparentemente un triunfador y se dedica a increpar al “bueno”. A continuación les presento los tres cortos de la serie dedicada a este verdadero pardillo nacional, y su hijo de puta asociado, que nació de la improvisación más absoluta a partir del precipitado encargo de una compañera de clase. Que los disfruten.

Joe Vs. Joe
2004, 2 minutos
Dirección: Manuel Ortega Lasaga
Intérprete: David GarcíaPrimer episodio en el que conocemos a Joe y su némesis, Joe. Ganador del Tercer Premio en la Sección Bizarra de Caostica III.



Joe y la puta
2006, 6 minutos
Dirección: Manuel Ortega Lasaga
Guión: Manuel Ortega Lasaga y David García
Intérprete: David García, Cristian Ortega

Joe contrata los servicios de una prostituta muy particular -Cristian Ortega, otro habitual de la filmografía del director-, pero sale perdiendo como siempre. Mención especial de la Sección Bizarra de Caostica IV.

Joe el “Boss”
2007, 6 minutos
Dirección: Manuel Ortega Lasaga
Intérpretes: David García, José Ángel Lestón

Las cosas se pondrán difíciles para Joe cuando intente conseguir encontrar entradas para un concierto de su ídolo, Bruce Springsteen. Atentos al cartel final de dos grandes, Juanito Navarro y Kike Camoiras.

Web oficial de Manuel Lasaga
Web oficial de Caostica

Los cortos de Lasaga

jueves, 20 de septiembre de 2007

Perdidos, de misterios y vidas cruzadas

20 de Septiembre y ya estoy de vuelta. Lo más común tras volver de las vacaciones es hacer un repaso de todo lo acaecido durante el verano. Pero por llevar la contraria a la mayoría, unido a que lo más destacable de este verano en materia cinematográfica ha sido el formidable cierre de la saga Bourne, me saldré por la tangente y hablaré de algo que prometí hace tiempo a alguien que (no) era yo mismo.

Cinéfagos Anónimos fue concebida como una página dedicada a todos los que devoramos el cine, pero la ficción televisiva estadounidense ha alcanzado cotas que superan a cualquier blockbuster veraniego. “Perdidos” finalizó su tercera temporada al otro lado del océano de una manera sobresaliente, y en sólo tres años de vida se ha erigido como todo un referente, se ha convertido en una obra de culto que ha servido para que otras respetables series como “Prison Break” o “Jericho” vean la luz.

Hablar de “Perdidos” es hablar de un genio de la pequeña pantalla, J.J.Abrams. Estamos ante un auténtico devorador de la tele, un hombre que ha revolucionado la televisión americana como lo hicieron antaño David Lynch con “Twin Peaks” y “Chris Carter” con Expediente X, quien posteriormente pariera otra joya televisiva injustamente cancelada, “Millennium”. Aunque actualmente se ha desentendido del producto, es el pulso de Abrams y su fanatismo por la “caja tonta” lo que ha hecho de esta aventura lo que es. Un fanatismo que late en el corazón de otra serie suya como “Alias” y de su única película hasta la fecha como director y guionista, la tercera entrega de “Misión: Imposible”. “Perdidos”, por la que sus creadores ganaron un Emmy hace ya dos años, es fruto de esa mente creadora de Abrams y colaboradores, todo un derroche de ingenio, originalidad y profundidad dramática y conceptual.

Todo comenzó con un ojo abierto en medio de la selva en el episodio piloto, dirigido con desbordante solvencia por el mismo Abrams. El orwelliano ojo (Orwell y su Gran Hermano planean con bastante frecuencia por la serie) era el de Jack, médico reconvertido a héroe a su pesar que tras asimilar que está en medio de la selva acudirá a los gritos de socorro que llegan desde la nada, para encontrarse finalmente con la angustiosa verdad: el vuelo en el que viajaba, el 815 de Oceanic que cubría el trayecto Sidney-EEUU, se ha estrellado en una isla aparentemente desierta, y en la orilla de la playa yacen los restos del avión, equipajes y un interminable caos de pasajeros al que Jack intentará, como lleva haciendo toda su vida, poner orden. Así arrancaba la primera temporada de esta ilustre odisea que alterna todos los géneros posibles de manera creíble y calculada. En los sucesivos días los supervivientes se toparán con un monstruo con sonido mecánico que mata al piloto, osos polares en un supuesto clima tropical, susurros en la jungla, una francesa también náufraga que habla de una extraña enfermedad que acabó con sus compañeros y de unos nativos conocidos como Los Otros que no ven con muy buenos ojos a los nuevos inquilinos.

¿Qué hace que “Perdidos” se haya convertido en una serie de culto? En primer lugar su cóctel de géneros, que abarca desde el drama hasta la comedia pasando por la aventura y el suspense, con la dosis justa de terror y con bastante ciencia-ficción. En segundo lugar su impecable factura, ya puesta de manifiesto en el piloto dirigido por Abrams y continuada por los ya habituales realizadores Jack Bender o Deran Sarafian, entre otros. En tercer lugar la banda sonora del ya imprescindible Michael Giacchino, un compositor cada vez más demandado por el séptimo arte y que combina también todos los estilos posibles en sus exquisitas partituras. Y en cuarto lugar, y constituyendo uno de los grandes pilares de la serie, los flashbacks. Cada episodio está dedicado a un personaje en concreto de la isla, y a través de los flashbacks descubrimos sus vidas, sus fantasmas del pasado y sus intenciones. Con ellos hemos descubierto el conflicto de Jack con su padre y su eterno estigma de salvador de todos; las venas delincuentes del estafador Sawyer, que busca al hombre que acabó con su idílica infancia y le convirtió en lo que es, y Kate, la más fugitiva de las “perdidas”; las habilidades ocultas de Walt y su rechazo inicial a un padre al que nunca ha conocido; los desquiciantes y malditos números de Hurley; el pasado de Sayid en Irak o la misteriosamente saneada minusvalía de Locke, entre otros muchos. Y es que pocas series han mostrado un cuidado tan meticuloso de sus personajes a través de unos retazos de sus vidas en los que descubrimos que todos se cruzan unos con otros, hecho explotado también en la reciente idea de sus creadores, “Seis grados”.

La primera temporada se saldó en EEUU y en el extranjero, incluido España, con unas audiencias de vértigo. Fue la encargada de enganchar al público, de sentar las bases de la trama y del estilo de la serie. Acabó de manera insuperable, con Jack y Locke mirando al interior de la condenada escotilla. La segunda temporada de las aventuras de los losties fue más destinada a la acción que al misterio, aunque dejó abiertas importantes puertas. Así, vimos desveladas incógnitas como el destino del resto de supervivientes del avión a través de los otros 48 días; qué hay al otro lado de esa escotilla; qué era eso tan grave que hizo Kate; cuál fue el motivo de que el vuelo 815 se estrellara, etc. Nuevos personajes y un botón que debe ser pulsado cada 108 minutos si se quiere evitar el fin del mundo introduciendo los números de Hurley ocuparon toda esta segunda entrega. Entre tanto los famosos flashbacks, tanto de los de siempre como de los nuevos personajes, la pérdida de fe de Locke, la muerte de algunos de manera inesperada y la sensación de que la batalla entre destino (Locke) y casualidad (Jack) no está del todo acabada.

El 26 de este mes parece que La2 de TVE estrena la tercera temporada, aquella en la cual quien sea verdadero fan de la serie seguirá hasta el final, pues alcanza una carga moral y conceptual de tintes casi bíblicos. Puestos a no desvelar demasiado sabremos mucho más de Los Otros pero no lo suficiente, su historia y por qué nunca son encontrados, por qué Locke quedó inválido y hasta qué punto está dispuesto a llegar por preservar su paraíso, qué ocurrió con el “verdadero” vuelo 815 y sus supervivientes, que realmente todos están por una razón (¿o será por casualidad como profesa Jack?), etc. Por si fuera poco seremos testigos de alguna muerte sentida y macabra, con personajes inmortales, con la “aparición” de Jacob en uno de los momentos más acongojantes de toda la temporada, con algunos protagonistas matando literalmente sus viejos fantasmas y con un final que da esperanza pero a la vez estremece y cambia por completo la filosofía de la serie. En definitiva, veremos La Biblia de “Lost”.

¿Qué le depara a esta serie en el futuro? Por supuesto cerrar como se pueda las intrigas y las historias de los personajes antes de su final, previsto para 2010, y los rumores de apariciones estelares como la de Bruce Willis, confeso seguidor de la serie. Pero la palabra clave de cara a la cuarta temporada, que no llegará a EEUU hasta Enero de 2008, y las futuras es la palabra flashforward, el concepto innovador que dejará boquiabiertos a los espectadores tan sólo a dos minutos del final de temporada y que cambiará totalmente la serie a partir de ahora. Mientras tanto nos conformaremos con los proyectos de Abrams en el cine, que abarcan desde un misterioso film sin título y del que sólo existen pistas en Internet e imágenes promocionales hasta la próxima entrega de “Star Trek”, con las emisiones en FOX y La2 de la tercera temporada y, para los más desesperados, la web Lostzilla, portal en el que encontrarán todo tipo de noticias, anécdotas, avances, spoilers y demás de la serie. Ah, y no olvidar que el gran Terry O’Quinn recibió el domingo el Emmy al Mejor Actor Secundario por su papel de John Locke, uno de los personajes más completos y complejos de toda la isla. Ya era hora.

lunes, 3 de septiembre de 2007

LA CRÍTICA

Death Proof ****

El orgasmo personal de Tarantino

Hace unos días leí un artículo del gran Jess Franco en el que alababa la intención de Tarantino y sus discípulos de hacer cine outsider, sin seguir las normas de la industria y con el único objetivo de entretener. El proyecto Grindhouse, basado en las sesiones dobles de cine de serie B (y Z incluso) de antaño, llevado a cabo por Tarantino y su “hermano” Rodríguez y secundado por los jóvenes valores Eli Roth y Rob Zombie es precisamente eso, un entretenimiento sano como este crítico no ha visto en mucho tiempo.

Ahora bien, en una sesión doble como la que nos preocupa es inevitable realizar una comparación entre las dos películas exhibidas, y desde el punto de vista del entretenimiento un servidor se queda con la orgía visual de Rodríguez antes que con los delirios de grandeza intelectualoide y plomiza de Quentin. En ese sentido, “Planet Terror” supera con creces a este “Death Proof”, a pesar de que ambos son respetuosos y febriles homenajes al cine de Romero y John Carpenter en el primer caso y al slasher y sexploitation setentero con reminiscencias a la televisión retro del segundo.

La palabra que mejor podría diferenciar ambas obras es orgasmo, distinto en cada una de ellas. En “Planet Terror” queda claro que Rodríguez busca lucirse en un intento por satisfacer sus más bajas pasiones y llegar al orgasmo personal, pero consigue canalizar toda esa fiebre al espectador y éste es partícipe del clímax colectivo de toda la cinta. En cambio, Tarantino busca también lucirse y lo consigue con creces, pero su película parece mucho más un intento de satisfacerse a sí mismo y a su selecto público que a todos los espectadores por igual.

Así, lo que tenemos en esta segunda entrega de Grindhouse no es más que a un director consciente de su propia trascendencia e importancia, adquirida ante todo tras el fenómeno “Kill Bill”, que sigue el estilo del proyecto y da sus toques propios, pero que llena el film de sus característicos, redundantes e innecesarios diálogos sobre televisión, música y demás menesteres de sus ansias cinéfagas. Tarantino tiene también todo un torrente de sexualidad y virtuosismo escénico plasmado en la forma tan erótica de filmar a sus actrices protagonistas, un intento de sodomía en el que todo parece un gran harén y él es el anfitrión, satisfaciendo una vez más su líbido personal.

Su condición de director de una generación que tiene su podio personal queda latente incluso en la forma de promocionar “Death Proof”. Ha logrado estrenarse por todo lo alto en Cannes y conseguir casi media hora más de metraje en Europa estrenándose por separado de la de Rodríguez, dos circunstancias que han provocado que “Planet Terror” pase como un mero divertimento para crítica y público a la espera de la llegada de esa gran obra maestra de Tarantino. Y aquí reside el gran problema de esta película, su larga duración fruto de la escisión del proyecto original. Casi media hora de más que no aporta mucho y que lastra por completo a una película que con menos diálogo y más acción tarantiniana -perfectas las secuencias del accidente desde cuatro puntos de vista ya marca de la casa, el asesinato de la fugaz Rose McGowan y su mordaz final-, que es cuando el director se luce realmente.

Eso sí, la película posee demasiados aciertos, que ni ese redundante metraje adicional consigue echar por tierra. “Death Proof” es un sentido homenaje al oficio de intérprete y sobre todo del especialista. Todos los personajes de la película son o estrellas en alza o intérpretes reconocidos. Pero si con algo me quedo de esta mejorable aunque rotunda película que habría convertido la doble sesión en cargante y aburrida es con un apoteósico y recuperado Kurt Russell, que parece no habérselo pasado tan bien interpretando desde sus trabajos con el maestro Carpenter. Junto a él, la imponente banda sonora, el estreno en la fotografía del director, muchas secuencias dignas de pasar a la historia, un baile sensual que rivaliza con la vampírica Salma Hayek de “Abierto hasta el amanecer” pero la sensación de que Tarantino comienza a creérselo demasiado. Y eso podría echarle a perder.

Título original: Grindhouse: Death Proof; Género: Thriller-Acción; Año: 2007; Duración: 113 minutos; Dirección y guión: Quentin Tarantino; Intérpretes: Kurt Russell, Sydney Tamiia Poitier, Rosario Dawson, Vanessa Ferlito, Jordan Ladd, Rose McGowan, Tracie Thoms, Mary Elizabeth Winstead, Zoë Bell, Eli Roth, Quentin Tarantino, Michael Parks

jueves, 30 de agosto de 2007

LA CRÍTICA

La jungla 4.0 ***

Yippy ka hey!

John McClane siempre ha estado en el lugar equivocado en el momento menos oportuno. Convertido en héroe a su pesar y en azote de la amenaza terrorista sólo combatible mediante su propia filosofía de disparar sin hacer una sola pregunta, ha estado en medio de un gran robo en un emblemático edificio, en un aeropuerto tomado por terroristas y en un juego personal al gato y el ratón con un maníaco y sus bombas esparcidas por toda una ciudad.

No es de extrañar que en una cuarta entrega, y dados los tiempos que corren, hayan elegido situar al protagonista con la sonrisa más socarrona de la historia del cine de acción en medio del terrorismo virtual, de la crisis de una sociedad cuando le suprimen su exceso de información. Porque McClane es un dinosaurio anclado en la era analógica que sigue escuchando a los Creedence Clearwater Revival. Un reloj de cuerda en un mundo digital, perdido entre tanto malo experto en artes marciales, sofisticados softwares y audaces hackers que con una sola palabra de su jerga dejan fuera de juego al indestructible John. “La Jungla 4.0” tiene de todo un poco. Es la enésima demostración de que John McClane está fuera de lugar pero sigue siendo efectivo, fiel a su espíritu devastador usando sus propios puños y un arma. No importa que sus enemigos sean sofisticados expertos en informática, pues al final lo que impera es la paliza pura y dura.

Está claro que esta cuarta entrega de la saga es un vehículo de lucimiento para Bruce Willis, ya orgulloso de su calvicie y que sigue demostrando que en materia de actores de acción es de los mejores, aunque lo mismo sirve también para comedia, drama y terror, manteniendo la sonrisa sin resultar molesto. Pero si algo desprende “La Jungla 4.0” en cuanto a su actor protagonista es lo mismo que hace perderse a su papel en la película. Willis, a pesar de ser su película, se encuentra en medio de un carrusel de secuencias de apabullante descarga de adrenalina, un festín digital que casi ensombrece al personaje entre tanto caos de coches volando sobre su cabeza, jets amenazantes a la vuelta de la esquina y trampas mortales en el interior de un ascensor. Es la norma de la industria de cuanto más mejor.

A la relativa pérdida del personaje/actor en su propio entorno, quien sin embargo logra lucirse en más de una escena paliando así la sensación de atragantamiento digital -el momento en que el personaje refunfuña por su mala suerte es ya una constante en la saga-, hay que unir la sensación de que realmente no estamos del todo ante una película de John McClane. Falta, como ya dije, el verdadero lucimiento del protagonista entre tanto despliegue de medios técnicos, pero también un malo de renombre -Alan Rickman y Jeremy Irons dejan en ridículo al desconocido Timothy Olyphant-, un compañero a la altura -Justin Long no es Samuel L. Jackson- , e incluso ese sentido del humor que a veces posee -atención al careo con Kevin Smith acerca de “Star Wars”-, pero que es insuficiente. Podría haber sido otra película de acción con Willis de protagonista y habría dado lo mismo, aunque la expectación no habría sido la misma.

Esta apoteosis fruto de la era digital en la que toda proeza de abuelo Bruce está permitida es notablemente inferior a las dirigidas por John McTiernan, y echa un digno pulso con la segunda entrega de Renny Harlin. Len Wiseman pone su toque videoclipero particular que se deja notar en la fotografía y las secuencias nocturnas como hiciera en las dos entregas de “Underworld”, y ante todo ofrece un producto entretenido y que nos devuelve a un actor a la primera línea del cine que le dio la fama cuando decidió enfrentarse él solito a toda una horda de terroristas en cada una de las plantas del Nakatomi Plaza al grito de “Yippy ka hey!”. Se echaba de menos la frase, soltada al final de la película para contentar a los fans, pero seguiremos echando de menos al verdadero McClane.

Fecha de estreno: 7 de Septiembre

Título original: "Live Free or Die Hard"; Género: Acción; Año: 2007; Nacionalidad: EEUU; Duración: 123 minutos; Dirección: Len Wiseman; Guión: Mark Bomback; basado en un argumento de Mark Bomback y David Marconi; sobre el artículo "A farewell to arms" de John Carlin; Intérpretes: Bruce Willis, Justin Long, Timothy Oliphant.

sábado, 25 de agosto de 2007

LA CRÍTICA

CAÓTICA ANA ***1/2

Las vidas de Ana

Todos los que nos hemos sabido dejar llevar por el soplo de viento que supone el cine de Julio Medem tenemos una película iniciática en su filmografía. En mi caso no podría imaginar mejor iniciadora al turbador universo del realizador vasco que “Tierra”, por ser la obra quizás más cercana al público y en la que ya quedan asentadas las constantes del mundo de uno de los directores más personales de nuestro cine. Todo lo que se pueda ver después supone planear sobre las vidas de unos personajes avocados a la tragedia y el sexo sucio, explorar sus infinitos agujeros a través de los cuales tejer tu propia historia, verte en medio de cíclicos encuentros azarosos en medio de un gélido paisaje. En definitiva, bucear aún más si cabe en su particular manera de ver el cine como un medio en el que todo es posible, incluso romper los esquemas lógicos narrativos.

“Caótica Ana” tiene ese portentoso y característico aroma a cine de Medem. Los personajes son seres libres como pájaros a punto de caer en sus propios abismos, cerrados en sus puertas mentales personales detrás de las cuales existe una nueva vida. Seres independientes en apariencia, pero necesitados los unos de los otros, ya sea por la búsqueda de simple placer o por el encuentro del amor verdadero. El director echa una vez más una mirada a la mujer, a la que siempre ha mimado en su filmografía a pesar de mostrarla en toda su carnalidad, como objeto de deseo de los hombres pero como verdadera matriarca social. Y lo hace para contarnos en esta ocasión una de las muchas vidas de Ana, una joven recién salida de la cueva del monstruo para ir a parar al centro mismo de Madrid, donde dará rienda suelta a su libertad artística y espiritual.

No estamos ante una película tan cercana como lo fue “Tierra”, sino más próxima a la complejidad de “Lucía y el sexo” e incluso a la de “Los amantes del círculo polar”. Un viaje hipnótico en el que cualquier puerta puede ser abierta y que avanza como una cuenta atrás, como los pasos a los que Ana, en un intento de descubrirse a sí misma y entender al hombre, se ve sometida en su hipnosis.

Llegados al paso número 3 de la hipnosis ocurre algo con lo que un fan de Medem como yo no está de acuerdo. En lugar de sumergir al espectador como bien lo venía haciendo en su primer tramo a un caos sin remedio pero anunciado, “Caótica Ana” opta por escoger una de las muchas puertas posibles de la vida de Ana que es mejor no desvelar, y nos ofrece alguna que otra explicación de la trama redundante. Lo bueno del cine de Medem es la interpretación que se puede hacer de sus ensoñaciones oníricas, de su juego de personajes capicúa y encuentros fortuitos. La puerta elegida final, sin embargo, se perfila como la explicación de algo que ya se intuía pero que no necesitábamos conocer. Es decir, el camino que elige su director, a pesar de ser consecuente con la historia, puede no ser del agrado de los que hemos disfrutado con una primera hora y media que reboza la magia de su cine por todos sus poros. La secuencia final en un hotel americano, pretendidamente aleccionadora acerca de la bondad y maldad del hombre, y con claras reminiscencias a la crítica política, se hace incluso algo ridícula en su desarrollo.

Con todo, su redundante desenlace no acaba con el conjunto de la que puede que no sea su mejor película, pero ni mucho menos una de las peores. Para el recuerdo queda la siempre deslumbrante fotografía, la también hipnótica banda sonora, el descubrimiento de un talento como Manuela Vellés y la confirmación de la cantante Bebe como actriz sublime. Un homenaje a todas las Ana que han pasado por la vida de Medem, tanto las que están como las que no, siempre vivas a través de esos cuentos llenos de agujeros que nos regala en cada nueva película.

Título original: "Caótica Ana"; Género: Drama; Año: 2007; Nacionalidad: España; Duración: 113 minutos; Dirección y guión: Julio Medem; Intérpretes: Manuela Vellés, Charlotte Rampling, Bebe, Asier Newman, Nicolas Calazé, Raúl Peña, Matthias Habich, Lluís Homar

Web oficial
Crítica también disponible en locoporelcine.com y Locos_Por_El_Cine

miércoles, 22 de agosto de 2007

30 años sin Groucho

"Disculpen que no me levante". Así reza el epitafio de Groucho Marx, uno de los mejores cómicos que ha dado el siglo XX. Su frase de despedida no fue más que una de las muchas citas y ocurrencias célebres de este animal mediático que cultivó las facetas de actor teatral y cinematográfico, escritor y hasta presentador de televisión en los 50 con un programa, “Apueste su vida”, que le acercó a un público que ya hacía décadas que había olvidado a los Hermanos Marx.

Junto a sus hermanos, de nombres artísticos Harpo y Chico, realizó 14 películas de las 18 de su filmografía, en su gran mayoría éxitos de taquilla. Los esquemas narrativos de sus filmes eran siempre los mismos, pero merecían la pena por ver en escena ese humor irónico que Groucho, nacido en el seno de una familia de inmigrantes judíos alemanes bajo el nombre de Julius Henry Marx, impregnaba a los improvisados guiones. Incluso repetían papeles similares en cada película actrices como Margaret Dumont o Sam Wood en la dirección.

Se cumplen tres décadas del fallecimiento de este genial cómico que desarrolló como pocos el humor inteligente. Desde este blog se le rinde homenaje al actor que incluso fuera del cine hizo reír a un servidor. No es el objetivo realizar una biografía completa del personaje, pues eso le habría parecido plomizo al mismo Groucho, y a mí también, ni tampoco trataré de ser original buscando recovecos de su vida y personalidad que ya se conocen pero están ocultos para muchos. Me limitaré a hacer lo que todos, proporcionar esas chispeantes frases que nos legó para la posteridad en otro blog que he encontrado merodeando por la red. De boca de Groucho suenan mejor, así que les animo a revisar sus películas.

Frases célebres

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