(There will be blood) ****
No ha hecho falta la ampulosidad y artificio del Scorsese de Gangs of New York para contar el gran sueño americano en lo que llevamos de siglo XXI. Era necesario narrarlo desde el sudor y la sangre de quien lo ha forjado con el trabajo y el sacrificio, y sin necesidad de hacerlo cinematográficamente majestuoso, con grandes batallas o guerras.
Ya el título original, no esa traducción española de telenovela, nos lo advierte. Durante dos horas y media correrá la sangre, incluso más que el petróleo. There will be blood es la pequeña gran historia del magnate del petróleo Daniel Plainview, grande en el fondo y pequeña en su forma. Lo que se nos cuenta es la lucha de dos grandes poderes, el capitalismo más feroz y la cristiandad fundamentada en una mezcla de fe y superchería, en la vida de un ambicioso hombre de negocios que acabará odiando a todos por el poder y su oposición ante un predicador y su manera de entender la fe. Plainview no es un hombre de fe, es un capitalista en el más etimológico sentido de la palabra, el del trabajador incansable que persigue un gran sueño, ganar dinero a costa de abandonarlo todo y a todo el mundo.
Si bien Daniel Day-Lewis compuso un personaje ya mítico en la película de Scorsese, es en There will be blood donde sus gestos, su manera de hablar y caminar y su sola presencia llenan toda la pantalla. No habría película sin él. El actor da forma a uno de los más salvajes y despreciables personajes de la historia del cine, un particular Ciudadano Kane que va disminuyendo en humildad y humanidad conforme avanza la película, y que experimenta un ascenso y caída moral, aunque no social y económico. Frente a él está la otra alma de este filme, el director y guionista Paul Thomas Anderson. A priori podría pensarse que el otrora artífice de las excéntricas historias cruzadas de las geniales Boggie Nights, Magnolia y de la aún más febril aunque a la vez más injustamente comprendida Punch-Drunk Love no es el mejor candidato para llevar el pulso de este proyecto. Sin embargo, Thomas Anderson, lejos de perder su vivo estilo personal lo lleva a un nivel más depurado y clásico pero sin dejar atrás su hambre megalómana ni su manera de entender el ritmo fílmico. Se gana así un lugar en el olimpo de los grandes.
There will be blood es, en definitiva, la unión de dos grandes mentes para construir una historia épica sin concesiones a los efectos especiales ni a la grandiosidad que podría esperarse de una obra como esta. Su propia grandilocuencia emana de su alma de película independiente, alma que sólo podía darle un cineasta indie que no ha perdido ni un ápice de su verborrea cinematográfica original. No es la mejor de sus películas, incluso le sobra algo de metraje, a pesar de que no sepa decir dónde, pero nos regala uno de los mejores recitales interpretativos, fotográficos y musicales (dos factores estos últimos también presentes en películas anteriores) de los últimos años. Para terminar resaltar la secuencia final, esa que da fin a la lucha entre el magnate y el falso profeta, y la última frase del personaje protagonista. Efectivamente, corrió la sangre.
Lo mejor: Daniel Day-Lewis, sin lugar a dudasLo peor: puede hacerse un poco larga
Título original: "There will be blood"; Año: 2007; Nacionalidad: EEUU; Género: Drama; Duración: 158 minutos; Dirección y guión: Paul Thomas Anderson, adaptación libre de la novela "Oil" de Upton Sinclair; Intérpretes: Daniel Day-Lewis, Paul Dano, Ciarán Hinds, Dillon Freasier, Kevin J. O'Connor
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