Misión… Imposible
Hace un par de entregas
que la saga “Fast & Furious” juega a poner a prueba la capacidad de aguante
del espectador. Esto dejó ya de ser lo que era en sus primeras tres entregas, una
franquicia de canis y aficionados al tunning, e incluso abandonó hace tiempo el
thriller de acción que Toretto y su familia, por entonces prófugos eternos de
la justicia, protagonizaran. Siguen siendo macarras, sí, pero ahora transformados
en una suerte de agentes secretos que convierten al Ethan Hunt de “Misión: Imposible”
en Maxwell Smart.
James Wan llevó hasta
el extremo el poder de verosimilitud de la franquicia en forma de paroxística e
hiperbólica action movie cargada de
esteroides, tan exagerada e imposible como las venas de los brazos y los
cuellos de algunos de sus protagonistas. Y lo peor de aquel divertimento era
que la cota de fantasmadas por fotograma era tan elevada que la siguiente
aventura debía tirar aún más si cabe la casa por la ventana.
Paradójicamente, lo que
más sorprende de la cinta de F. Gary Gray es que no ha tomado precisamente ese
camino. Sí, aquí los coches siguen volando, sus personajes son capaces de las
proezas más imposibles, el guión sigue bordeando la línea que separa el
esperpento de la credibilidad –ay esas nuevas alianzas, tan difíciles de
encajar fuera de este universo-, y la acción sigue avanzando a ritmo de reggaetón
y cámaras lentas. Pero sin duda no alcanza los grados de enajenación mental del
film de Wan, y esto se agradece y a la vez debemos recibirlo con cierto recelo.
Porque después de ver cómo Dwayne Johnson volaba por una ventana y sólo se
rompía unos pocos huesos, cómo un coche saltaba entre los edificios de Dubai, o
cómo Jason Statham quedaba reducido a un autómata capaz de reventar él solito
todo un hospital, volver atrás no es el paso más lógico, si bien contentará a
aquellos cuya suspensión de incredulidad ya quedó en entredicho hace dos años.
Lo que resulta, en definitiva, es más de lo mismo. Una película enormemente entretenida y que
vuelve sobre los propios pasos de la franquicia, con muchos puntos a su favor -las incoporaciones de Charlize Theron y Helen Mirren, entre ellos-, pero demasiado falta de empuje
y alma como para ofrecer algo distinto a lo ya visto. Para entendernos, no hay
demasiada diferencia entre lo que ofrecía Justin Lin y lo que Gray nos sirve. Se
conforma con ser una secuela funcional, sin atisbo de ingenio y buenas ideas en
su realización, pero con un pulso narrativo lo suficientemente consistente como
para asegurar más de dos horas de desconexión y diversión. Que para eso existe
este tipo de productos. Para eso y para postularse como el comienzo de un
spin-off, el que deberían protagonizar los carismáticos Johnson y Statham,
auténticos amos y señores de la función. El segundo, reconvertido incluso en
una especie de Chow Yun-Fat del “Hard Boiled” de John Woo. Sí, y con bebé a
bordo.
A
favor: el carisma de la pareja Johnson-Statham, y la
diversión que proporciona
En
contra: le falta ofrecer algo distinto a lo ya visto
Calificación ***1/2
Merece mucho la pena
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