En las afueras…
Si por algo se ha
caracterizado el cine de Martin McDonagh es por ese corrosivo sentido del humor
con el que el director y guionista siembra sus propuestas. Un humor a veces ridículo,
a veces muy negro, ya visto con anterioridad en otros directores como Guy
Ritchie –el bueno, el de “Lock & Stock” o “Snatch”-, y que le iba como
anillo al dedo a las criminales historias que contaba en “Escondidos en Brujas” y
“Siete psicópatas”.
“Tres anuncios a las
afueras” es la confirmación de que ésa es la impronta del cineasta.
Independientemente de la trama que cuente. Porque lo que debería ser un drama o
un western contemporáneo seco, al más puro estilo de los hermanos Coen, con la
historia de esa madre que la emprende contra las autoridades locales para hacer
justicia para con su hija violada y asesinada, se ve impregnado de cotas de
humor que bordean el ridículo –esa conversación con las pantuflas-, el humor
negrísimo –un oficial escuchando ABBA mientras al fondo se produce una situación
trágica-, o sencillamente están fuera de sitio –ese flashback de la hija.
Y aquí está el mayor
riesgo que McDonagh asume. Pues lo que tan bien funcionaba en sus dos trabajos
previos, aquí puede producir el efecto contrario, el de que el espectador salga
continuamente de la cinta y no llegue a empatizar con ella. Pero que esta
apreciación, ya personal para cada uno, no lleve a engaño. “Tres anuncios en
las afueras” sigue teniendo virtudes que la hacen merecedora de la estampa de
buena película. Principalmente su reparto, rubricado con las poderosas
interpretaciones de Frances McDormand, Sam Rockwell y Woody Harrelson, en tres
roles que representan a esa América profunda, ajena a toda ley del mundo
civilizado, donde la única regla es la que hace cada uno por su propia cuenta. Tres
personajes, eso sí, marcados por el sello de su creador, que les acerca de vez
en cuando peligrosamente a la línea del absurdo y la burla deliberada.
Y por supuesto, tiene
momentos de grandeza, especialmente dos que ocurren entre llamas. Momentos a
los que también nos había acostumbrado McDonagh anteriormente, de esos que hay
que ver con la boca bien abierta. Pero grandes momentos no hacen una gran
película, y el resultado es un film irregular, que funciona a ratos, cuando su exacerbado
sentido del humor se lo permite. Quizá era su objetivo, que los que comulguen
con sus salidas de tono salgan encantados de verla, y que los que no lo
consigan se queden precisamente en las afueras. Si es así, objetivo cumplido.
A
favor: su trío protagonista, y sus momentos de grandeza
entre las llamas
En
contra: su peligrosa tendencia hacia la comedia
Calificación ***
Merece la pena
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