martes, 23 de enero de 2018

LA CRÍTICA. El instante más oscuro

El héroe de la nación
El biopic. Ese género cinematográfico tan recurrente en el séptimo arte, y también el más fácil de encasillar o enclaustrar dentro de una serie de tópicos. Tópicos que, no siendo manejados con inteligencia, pueden acabar siendo peligrosos para el film en sí. Uno de ellos, el más común, el del tedio, el de hacer un trabajo plomizo en el que cada minuto de metraje pese como una losa. Y el otro, tanto o más peligroso que el anterior, el de caer en el discurso panfletario.

“El instante más oscuro” incurre en ambos. El primero es casi inevitable. Juntemos flema británica, con sus cadencias de ritmo habituales, a un empeño por el dossier de prensa cinematográfico, que no deja lugar para algún instante de complicidad con sus personajes. Y ojo, que tras la cámara está Joe Wright, un especialista en esto de crear personajes empáticos, de lograr instantes de grandilocuente belleza. Ahí están “Orgullo y prejuicio”, “Hanna” o, especialmente, “Expiación” para demostrarlo. Encima es ayudado por la excelente partitura de Dario Marianelli y por un trabajo de fotografía sobresaliente.


Sin embargo, Wright no es aquí más que una marioneta al servicio de su patria. La cinta demuestra carisma, que no personalidad, en la dirección. Se agradecen los planos cortos, los cenitales y los travellings, pero Wright no es aquí más que un documentalista sin alma, totalmente encorsetado por la corrección política que el retrato de su personaje protagonista debe otorgar a su país. Porque “El instante más oscuro” no es más que la disección sesgada de todo un héroe para su nación, centrada más en señalar sus virtudes que sus defectos, más el por qué es una figura importante para la historia que a la persona en sí misma, sin ahondar demasiado en los bochornosos momentos pasados de los que fue partícipe. Y con un sentimiento de lo más patriótico y manipulador, que tiene su mayor apogeo en una escena en el metro que invita a la sonrisa por vergüenza ajena, de esas de exaltación de la bandera nacional.


Aunque este segundo tópico, horriblemente manejado, no empaña su más que evidente necesidad de ensalzar al otro héroe de la función. Gary Oldman está enorme, independientemente de su convincente maquillaje. Ya sabemos que es un pedazo de actor, y que es difícil elegir una interpretación dentro de su trayectoria que no esté al nivel de esta, o que incluso sea superior. Pero aquí es él la mayor parte de la película. Es un vehículo de lucimiento que mejora la cinta en sí. Pero a él le permitimos lucirse de esta manera. Él debería ser el verdadero héroe al que su nación rinda tributo.

A favor: Gary Oldman, inconmensurable, y la correcta dirección, la fotografía y la banda sonora
En contra: esa sensación panfletaria de querer vendernos a un héroe nacional

Calificación **
Se deja ver

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