viernes, 19 de enero de 2018

LA CRÍTICA. Call me by your name

Ángulos imposiblemente curvos
Tal y como lo describe uno de los personajes del film de Luca Guadagnino, lo que convierte al arte del período helenístico del siglo V en un deleite para la vista es su carácter ambiguo, esos ángulos imposiblemente curvos y músculos firmes que exhiben las esculturas y que invitan al deseo. Una característica que se ha mantenido en el tiempo, y que supone todo un reto para el que las contempla. Un reto por lo prohibido, por descubrir esa sexualidad latente que lucha por no salir a la superficie.

Oliver es como una de esas esculturas helenísticas. Un ser perfecto física, personal e intelectualmente, encarnado con brillantez por un innegablemente atractivo para los sentidos Armie Hammer, que invita al deseo con sólo mirarle. Un hombre que supondrá el paso a la madurez del joven Elio, un magnífico, natural y espontáneo Timothée Chalamet que pese a su reticencia inicial, irá convirtiendo el inicial sentimiento de repulsión y celos ante el nuevo infiltrado en algo de mayor intensidad y peligroso para la época. Porque Oliver, como las esculturas que su personaje tanto admira, es un fruto prohibido en una sociedad que por aquel 1983 seguía sin estar preparada para el amor que presenta esta película.


El trabajo de Guadagnino constituye también una obra de arte en sí misma, en cada uno de sus aspectos. No sólo en la formidable interpretación de su pareja protagonista, sino en las labores de realización, fotografía, guión o banda sonora, por citar algunos de sus puntos fuertes. Pero especialmente, por retratar de una manera exquisita, sincera y con enorme frescura un amor de verano como el que todos hemos vivido alguna vez en nuestras vidas, tanto que no es difícil identificarse con lo que cuenta y cómo lo hace. Un amor con devastadora fecha de caducidad por su naturaleza estival, que en el caso que nos ocupa se torna en una tragedia mayor dada las circunstancias que rodean al relato.


Así, lo que presenta “Call me by your name” es una historia de amor veraniego cargada de sinceridad, sin manierismos más allá de su profundo y marcado carácter europeo, sin rincón para la sensiblería pero sí para la nostalgia. Una de las mejores películas del pasado año, y todo un ejemplo de virtud cinematográfica. Una deliciosa pieza artística repleta de ángulos imposiblemente curvos, que seguramente vivirá eternamente en el tiempo como tal. Lo merece.

A favor: su pareja protagonista, la frescura, sinceridad y exquisitez del relato
En contra: cierta desmesura en su metraje, por decir algo

Calificación ****1/2
Imprescindible

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