La fórmula del desastre
Un terremoto, un
tornado, un edificio en llamas, una ola de dimensiones dantescas, un meteorito
acercándose peligrosamente a la Tierra… Da igual cuál sea el cataclismo que se
nos avecina. El cine de catástrofes solamente tiene una máxima por delante, la
espectacularidad como leit motiv, la
fórmula del más y más como único vehículo narrativo con el que sacudir y
golpear al espectador. Y, por qué no, la seguridad que otorga a éste saber que
lo que ve es ficción, y que se encuentra cómodamente en su butaca.
“San Andrés” sigue esa
fórmula, y de ahí no se despega durante buena parte de su metraje. No pretende
ser pretenciosa ni grandilocuente, y da al público lo que quiere, toneladas de
edificios cayendo ante sus ojos y destrucción a mansalva. Más allá de eso no es
más que una mezcla de todos los tópicos y nada exigentes moldes que han
asentado este tipo de cine, y en ese sentido todo en ella cumple. El reparto
cumple -unos más que otros- sin estar brillante, Dwayne Johnson desprende carisma por cada músculo
de su cuerpo, las secuencias de acción son mastodónticas, los efectos
especiales también cumplen a pesar de que en más de una ocasión se les vea el
plumero, y la banda sonora de Andrew Lockington es efectiva y de lo más
adecuada para cada situación que presenta la cinta.
No es una propuesta
indicada para aquellos más exigentes que antepongan el guión sobre otros muchos
aspectos. Porque no deja de ser una película que bien podría haber dirigido
Roland Emmerich, pero tratando de tomarse a sí misma demasiado en serio, para
al final acabar resultando igual de estúpida. Personajes de cartón piedra -se lleva la palma el de Ioan Gruffud, arquetípico de este tipo de producciones-,
situaciones estereotipadas y que violan cualquier lógica física y argumental, y
una trama familiar de por medio más bien floja que puede interesar o aburrir soberanamente.
En ese sentido no
decepciona como entretenimiento pasajero, que se ve tan fácilmente como se
olvida, si no se va buscando más que eso. Es sincera en sus intenciones, y la
gran tapadilla dentro de los blockbusters
veraniegos. Pero tampoco será un referente dentro del género. La sucesión
de planos descaradamente digitales que propone Brad Peyton no está a la altura
de la artesanía de estudio de Mark Robson en “Terremoto”, pero tampoco lo
pretende. Siempre nos quedarán todos aquellos títulos de oro de los 70 repletos
de estrellas del celuloide.
A
favor: Dwayne Johnson, y su dosis de espectáculo digital
En
contra: el guión, e ir buscando en ella algo más que lo que
ofrece
Calificación **
Se deja ver
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