La filosofía de “Sharknado:
The Second One” era sencilla. Si algo funciona es mejor seguir la misma fórmula
ofreciendo al espectador más de lo mismo, pero más grande. Eso que “Jurassic
World”, a la que hacen un inconsciente homenaje al situar buena parte de la
acción en el parque Universal de Orlando, llamaba “más dientes”, pero al estilo SyFy. Simplemente
cambiamos de escenario y ofrecemos mejores medios –es un decir, todos sabemos
el nivel de producción de esta clase de películas-, más tiburones, más referencias
cinéfilas y una mayor predilección que nunca por lo absurdo.
Todo lo malo que se le
puede achacar a la anterior persiste en la que nos ocupa. Intenta mejorar lo ya
visto a nivel técnico –atención a los créditos iniciales, una maravilla- y por ello resulta
peor, pero lo hace con una absoluta falta del sentido del ridículo, por lo que
a la vez acaba resultando una versión mejorada de las anteriores. Y por
supuesto, atesora la misma cantidad de fallos ya clásicos de la saga, esos que
la han definido como un fenómeno veraniego de nuestro tiempo. Mala realización
repleta de errores de continuidad, efectos todavía pobres, un guión que
desaprovecha buenas bazas como el personaje de Frankie Muniz o la subtrama
sobre la vorágine del éxito en la que vive inmerso su protagonista, y un bajísimo
nivel interpretativo para un reparto del que sólo se salvan Ian Ziering y David
Hasselhoff, los únicos que se toman lo suficientemente en serio sus papeles
como para parodiarlos hasta el extremo.
En
contra: que no mantenga ese nivel de bizarrismo durante
todo el resto del metraje
Calificación **
Se deja ver
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