viernes, 28 de noviembre de 2014

LA CRÍTICA. Predestination

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?
Es admirable la inquietud que los hermanos Spierig presentan hacia el séptimo arte. De los zombis de “Undead” a los vampiros de “Daybreakers”, y ahora a la ciencia-ficción de “Predestination”. No se casan con ningún género en particular, son como niños que juegan y experimentan con las bases sobre las que se fundamentan cada uno de ellos. No innovan ni reinventan, pero sí manejan con soltura los resortes fundamentales que activan cada tipo de propuesta de la que se hacen cargo.

Su última película no inventa nada que no hayamos visto ya antes ni es la mejor dentro del subgénero de viajes en el tiempo. Por ella pululan “Looper”, “Los cronocrímenes”, Minority Report o “Men in Black 3”. Y tampoco le da una vuelta de tuerca a la ciencia-ficción, pero es capaz por un lado de jugar con sus cartas temporales sin perderse, algo muy fácil cuando se tiene entre manos un producto de este tipo en el que la coherencia del argumento puede verse resentida por una simple arista mal perfilada, y por el otro de ofrecer una película vibrante y entretenida de principio a fin, cuyos noventa minutos mantienen al espectador atento para no llegar al acto final sufriendo un derrame cerebral. Eso no quiere decir que no tenga golpes de genio, como esa distópica década de los 80 que bien podría ser el siglo XXII, o algo tan simple pero internamente tan complejo como un estuche de violín como máquina del tiempo.


“Predestination” es un film de estructura compleja, pero no es tan complicado de entender como pueda parecer en un principio. Es sencillo pero a la vez es un galimatías a desentrañar, una especie de enorme serpiente que se muerde a sí misma la cola, una enorme paradoja temporal en  la que cada acto tiene su justificación para entender toda la trama. Por el camino arrastra esa manía a dejar demasiadas pistas diseminadas a lo largo del relato, lo que puede hacerla algo previsible en algunos segmentos, un tramo central en un bar que ocupa la mitad de cinta y que puede hacer que algún espectador se apee tras su formidable prólogo, y unos giros argumentales sujetos con pinzas y descabellados en función de lo que el respetable sea capaz de soportar. Pero lo compensa con su dosis de entretenimiento modesto –no hace alarde de efectos, y los viajes temporales se consiguen con un sencillo visto y no visto en escena-, nada grandilocuente, con su perfecto diseño de producción, con un Ethan Hawke correcto y una Sarah Snook a la que le toca la difícil tarea de convencer con un personaje difícil, y con ese halo a cine noir que desprende desde el primer minuto


Los Spierig consiguen el que posiblemente sea su mejor trabajo hasta la fecha, un inmenso laberinto en el que poco es lo que parece, y que acaba por lanzarnos una bofetada difícil de encajar: que el libre albedrío no existe, que somos simples marionetas con un destino ya fijado, imperturbable. Y en esa predestinación calvinista nos hace preguntarnos qué fue primero, si el huevo o la gallina. La respuesta más simple, el gallo, aquí no es aplicable. Esta vez no.


A favor: a pesar de lo enrevesada que resulta, consigue mantenerte pegado a la butaca; Ethan Hawke y, sobre todo, Sarah Snook
En contra: sus giros argumentales pueden hacerse inverosímiles, y ciertos pasajes pueden ser algo previsibles y largos, pero necesarios

Calificación ***1/2

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