domingo, 30 de noviembre de 2014

LA CRÍTICA. Mortadelo y Filemón contra Jimmy El Cachondo

El regreso de la bombona de butano
No hay mejor objeto para describir la filmografía de Javier Fesser que la bombona de butano. Y a la vez no existe mejor elemento representativo de esta España que arrastra chapuza tras chapuza. Así la ha entendido también siempre Francisco Ibáñez. Para los dos no existe mejor forma de retratar nuestro país que reírse de él a base de botijos, cachiporras y porrazos en la napia. Ya en 2003, Fesser entendía el humor de Ibáñez como un divertidísimo slapstick de límites inabarcables, al mismo tiempo que convertía su filmografía de la bombona de butano en la única capaz de llevar las aventuras de los agentes de la T.I.A a la gran pantalla, con todo el riesgo que ello conlleva.

Por esta razón, la vuelta del universo del director al del historietista no podía ser más bienvenida, pues los dos tienen un concepto idéntico de lo que es la comedia, y la concepción de ese humor y de sus mundos no podría encajar más perfectamente. No hay nada en “Mortadelo y Filemón contra Jimmy El Cachondo” que no explotara ya Fesser en “La gran aventura de Mortadelo y Filemón”. Mismo sentido del gag patrio basado en reírse de la actualidad más inmediata, aunque ello conlleve insertar algún pasaje de comicidad discutible –la mofa hacia cierto reality revienta audiencias-, y en la idea de que no hay límites físicos para sus protagonistas.


Pero aquí hay una diferencia fundamental. Su condición de película de animación 3D le permite ir más allá al cineasta de lo que ya lo hizo hace una década. Fesser se mueve como pez en el agua en su salto a la animación y plasma con todo lujo de detalles el universo de Ibáñez, y a la vez lleva aún más al borde del imposible las capacidades físicas de sus personajes. Puede que su guión no sea todo lo complejo que pudiera haber sido, o que esté pasada por un filtro infantil que no impide que disfruten de ella los mayores, o incluso que algún gag se alargue demasiado en el tiempo, pero su modelo de entretenimiento está tan bien calibrado que no levanta el pie del acelerador en ningún momento.


Estamos posiblemente ante la mejor cinta de animación 3D española de la historia, esa que aúna algo que a otras compañeras como “Las aventuras de Tadeo Jones” o “Planet 51”, aunque muy buenas ambas, se les resistía: su capacidad de ser originales y de dar gags visuales y de guión a la altura de la factura técnica del producto. Y pese a que la filosofía del trompazo constante y el sentido del ritmo frenético de esta nueva misión imposible de los dos agentes puedan resultar a partir de cierto punto de la historia algo repetitivas y agotadoras, no deja de ser un divertimento que funciona con más precisión que un invento del profesor Bacterio. Fesser ya ha pedido disculpas por abandonar al dúo de Ibáñez tras el desastre de su secuela. No es necesario, con este film se ha redimido. Pocas veces me ha hecho tan feliz ver una bombona de butano en la gran pantalla. O más de una.

A favor: su factura técnica, sus gags, la vuelta de Fesser y las posibilidades de la animación 3D de llevar al imposible el slapstick
En contra: su sentido del ritmo y su filosofía del trompazo constante pueden resultar agotadores

Calificación ****

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