Corre como un rayo, estréllate como
un trueno
Si algo demostró “Blue
Valentine”, además de que el amor se puede transformar en desamor por la acción
del desgaste del tiempo, es que Derek Cianfrance es un tipo grandilocuente. Le
preocupa el amor, la pérdida, las relaciones entre padres e hijos, entre seres
humanos, sus actos y los resultados de los mismos, cómo es fácil juzgar por los
primeros y cómo se puede convertir en héroe en base a los logros personales,
merecidos o no. Y ser grandilocuente no es un aspecto negativo, no es malo
tratar de aleccionar sobre la vida, siempre que se haga desde la sencillez y
con una estructura coherente como la de su anterior trabajo.
“The Place Beyond the
Pines” –una matrícula de honor para el simio que traduce los títulos en España-
responde a esa ambición temática de su realizador. La película no solamente
juega con el paso del tiempo como elemento que saca a relucir una verdad oculta
a punto de ebullición, sino con el paso del testigo en la narración de unos
personajes a otros, de una generación a la siguiente. Sus protagonistas corren
como rayos en sus acciones, y acaban estrellándose como truenos ante las
consecuencias de las mismas, y la moraleja final es que somos consecuencia de
los errores de nuestros padres.
Así, Cianfrance divide
la narración en tres actos, una decisión lógica para plasmar ese paso del
testigo de padres a hijos, pero no necesariamente obligatoria. Su anterior
película jugaba sabiamente con el montaje oscilando constantemente entre el
pasado y el presente, mostrando primero a la pareja protagonista en un momento
de felicidad para a continuación darle la vuelta y presentar esa misma
situación desde el otro lado del espejo. Aquí, la estructura del film es lo que
más juega en su contra.
El director no consigue
que las tres historias entrecruzadas que componen su ambicioso retrato
generacional despierten el mismo interés, y de hecho éste va en caída libre a
partir del minuto cincuenta aproximadamente. Sucede justo en el momento en que
abandonamos la atractiva historia protagonizada por un genial Ryan Gosling,
aquí alternando la pose “Drive” con ese magnetismo animal con la cámara que ya se
empezaba a echar de menos en trabajos recientes, para pasar a la interesante
trama del solvente Bradley Cooper con la sensación de que la narración ha
decaído con un segundo relato que carece de la fuerza del primero. Cianfrance
vuelve a dar una sonora bofetada al espectador con esta ruptura, pero al
contrario que en su anterior film, la bofetada no es devuelta al respetable y la
sensación final es agridulce, culminando todo en una tercera parte bastante
previsible donde ya la desconexión con lo anteriormente visto es absoluta.
Lo paradójico de la película
es que las decisiones tomadas en ella son lógicas. Su estructura lo es, pero
también lo son su acto final, que realmente da sentido a la propuesta, y su
duración, necesaria para narrar una historia como ésta. Sin embargo, eso no
quiere decir que fueran las más acertadas, y la pregunta es si una
estructuración en la que se diera un peso equitativo a cada una de sus partes
habría constituido una solución. Sea como fuere, una buena película, unos
actores acertadísimos –gran trabajo también de Eva Mendes, y Ray Liotta resulta
amenazante sólo con la mirada-, una banda sonora ambiental desconcertante y un
relato de interés en descenso, pero igualmente interesante y recomendable.
A
favor: sus actores, especialmente Ryan Gosling, y el
primer relato
En
contra: que sus otros dos actos, especialmente el tercero,
no tengan la misma fuerza
Calificación: ***1/2
Hola Muñekita Cat, me encanta que te guste el blog, y muchísimas gracias por tus palabras. Estaré encantado de ponerme en contacto contigo. Un saludo.
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