La próstata asimétrica
Casi una década antes
del colapso financiero que nos azota en estos tiempos, Tom DeLillo planteaba en
“Cosmopolis” no sólo el apocalipsis al que estaba condenado el capitalismo,
sino el devenir incierto de una humanidad que había aprendido a convivir con él
y aceptarlo como un mal necesario. DeLillo lo hacía a través de una prosa
cargada de contundencia, de difícil digestión por su profunda carga temática,
imposible de asimilar en una primera lectura. Invitaba a la reflexión, a
cuestionarse el futuro de una sociedad anclada en un materialismo que llegaba
mucho más allá de los que tienen el poder y el dinero.
Era, por tanto, un
plato suculento para que un cineasta como David Cronenberg, habitual de esos
callejones oscuros y putrefactos que rigen la condición humana, hiciera supurar
en cada fotograma esa nueva carne que ya creíamos perdida. “Cosmopolis” es eso
precisamente, la feliz bienvenida al director arriesgado –ya la misma
adaptación de la novela es un riesgo en sí misma- más que al acomodado en
trabajos recientes mucho más políticamente correctos.
Pero que haya vuelto a
sus pulsiones no quiere decir que haya gestado su película más redonda, ni
tampoco que sea mejor que sus tres propuestas anteriores. Si ya el referente
literario era de difícil lectura, pero daba margen de tiempo para la reflexión
que sólo un libro puede dar, su adaptación cinematográfica se antoja excesivamente
pretenciosa en unos diálogos petulantes y cargados de simbolismo que suceden a
tal velocidad que es imposible no perderse durante el camino, a menos que seas
un apasionado del tema del que hablan sus protagonistas.
Por la limusina de ese yuppi -estático, como requiere su papel, y
convincente Robert Pattinson- que se encuentra sumido en un vacío
tecnológico-existencial, sin más aspiración que cortarse el pelo mientras su
mundo, y el que le rodea, se desmorona, pasa toda una variopinta gama de personajes
que despiertan en sus discursos más o menos entusiasmo, más o menos interés.
Unos personajes que con sus palabras producen en el espectador una sensación de
hastío que ni su grandioso final, donde el conjunto cobra sentido a cargo de
ese roba escenas nato llamado Paul Giamatti, consigue paliar. Porque para cuando
llega, los somníferos ya han hecho su efecto.
Es una lástima, pues
todos sabemos que de David Cronenberg podía esperarse algo mucho mejor. Al
menos, pero esto no es una sorpresa, la fotografía acompaña de manera soberbia
a ese microcosmos cosmopolita que es la limusina último modelo, de la que apenas
saldremos durante todo el metraje. Y al menos, insisto, en su desenlace radica
su verdadera belleza, esa que el director canadiense lleva décadas mostrando,
la que sólo es posible encontrar en lo anormal, en esa próstata asimétrica
donde siempre estuvo la respuesta.
A
favor: que David Cronenberg haya vuelto a sus viejas
pulsiones, y que haya elegido al pétreo Robert Pattinson para hacerlo
En
contra: un guión que lleva al espectador a la somnolencia,
y que haya que esperar al final para darle sentido al conjunto
Calificación: **1/2
Un tostón
ResponderEliminar'Cosmopolis ' es otra criatura pretenciosa del Sr. Cronenberg (por qué no seguir el camino de 'Promesas del Este'?), perdido en sus masturbaciones capitalistas y apocalípticas disfrazadas de vampiros... Un saludo!!!
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