lunes, 20 de junio de 2011

LA CRÍTICA: Micmacs


Jaque a los vendedores de muerte

Que después de las deliciosas, y más accesibles para el gran público, “Amélie” y “Largo domingo de noviazgo”, Jean-Pierre jeunet nos sirva una película tan friqui –termino usado con el mayor de los respetos para alguien como él- como “Micmacs”, puede coger a más de uno desprevenido, especialmente si no conoce el resto de títulos que componen su filmografía.

Con esta película, el realizador galo da un paso atrás y vuelve a sus orígenes, cuando irrumpía en el panorama cinematográfico europeo acompañado de Marc Caro con aquella feliz rareza titulada “Delicatessen”, a la que le siguió otra joya, “La ciudad de los niños perdidos”. Jeunet recupera el humor físico, alternando el slapstick con la comedia de Chaplin, Keaton y demás maestros del cine mudo, para contarnos su historia más reivindicativa y panfletaria, y también la más arriesgada y, en comparación con trabajos anteriores, floja.

“Micmacs” cuenta la historia de Bazil, un empleado de un videoclub con una desafortunada relación con las armas. Su padre murió intentando desactivar una mina, y una bala acaba en su propio cerebro fruto de una cadena de sucesos azarosos, aunque en una película de Jeunet lo azaroso roza lo determinista. Una bala que será la causante de su desdicha, una bala por la que perderá el trabajo, la casa y todo cuanto tiene. Pero también una bala que le ayudará a emprender su venganza contra los principales responsables de su mala suerte, los fabricantes de armas, ayudado por un escuadrón estrafalario de chatarreros.


Es precisamente este cirque du freak –tenemos desde un  hombre bala hasta una contorsionista, y el propio Bazil bien podría ser el mimo- lo mejor de “Micmacs”- lo mejor de la película, donde Jeunet exhibe todo su derroche de ingenio. A este plantel de secundarios imprime el director todo su cariño, y en su caracterización, su manera de actuar y hablar, en los tejados franceses por los que se mueven es donde despierta la nostalgia de aquella ópera prima de la que se cumplen ya dos décadas. Se permite incluso una referencia a la misma aprovechando que tiene a Dominique Pinon en sus filas.


Pero lo que hace a “Micmacs” un trabajo necesario y bastante oportuno es su tema de fondo, lejos de los gags y el humor físico perfectamente planificado por un cineasta que brilla con luz propia en cuanto a estilo visual, que permanece intacto. Jeunet se atreve a poner nombres y rostros, aunque sea entre líneas, a los vendedores de muerte, y al final les da una lección. La película funciona a ratos, moviéndose entre el ridículo de sus situaciones y la sobriedad de su discurso, sin encontrar un equilibrio perfecto que pueda hacer a algunos disfrutar de su juego. Pero su mensaje sigue ahí, y va dirigido a un país que participa activamente en la venta de armas internacional. Inclasificable, difícil de encajar por su estructura y narrativa, por supuesto. Sin embargo, profundamente necesaria. Además, cada nueva propuesta suya, por estrambótica que sea, debe ser bien recibida para aquellos que le adoramos.

A favor: que, en parte, vuelva el Jeunet de "Delicatessen", y su circo de secundarios
En contra: deambula demasiado entre el ridículo y la seriedad

Valoración: ***

2 comentarios:

  1. La he visto este fin de semana, pero creo que está lejos de mostrar al mejor Jeunet. Para mí lo mejor es el reparto, porque si hablamos de la historia en sí y el trasfondo con la pertinente crítica a la industria armamentística se queda en nada, más cerca de la nadería infantil.

    Y por supuesto, comparar (no me refiero sólo a tu reseña) 'Micmacs' con el genio de Keaton o Chaplin, me produce risa.

    En mi defensa diré que no soy un enamorado de Jean-Pierre Jeunet. ;)

    Un saludo!!!

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  2. No comparo a Jeunet con Keaton y Chaplin, solamente puntualizo que usa su estilo de humor en esta película. Yo sí soy un enamorado de Jeunet, de ahí que me ciegue en parte y le de a la película una segunda oportunidad. Pero coincido, es de las más flojas que ha hecho.

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