El corruptor cinéfilo
Ya podemos hacerlo definitivo. Edgar Wright es desde ya el corruptor de géneros del cine. Y para muestra una secuencia, la del apaleamiento del zombie a ritmo del “Don’t stop me now” de Queen en “Shaun of the dead” (o “Zombies Party” en su versión española). Porque sus dos trabajos anteriores, la ya citada y la menor aunque reivindicable “Arma fatal”, no eran meras parodias del género de terror zombi o el policiaco, sino vueltas de tuerca de un auténtico corruptor genérico, un terrorista del celuloide capaz de conjurar cómic, televisión, videojuegos, nostalgia pop y por supuesto cine en un envoltorio dinámico, explosivo y de envidiable factura.
Así que no debe extrañar que en su tercer largometraje –aunque no debemos olvidar la capacidad de subversión que ya destilaba el falso tráiler de “Grindhouse” titulado “Don’t!”, uno de los mejores de toda la sesión de Rodríguez & Tarantino en mi opinión- haya decidido adaptar la saga Scott Pilgrim de Brian Lee O’Malley a la gran pantalla, aunque a simple vista parezca muy alejada de lo que hasta ahora nos tenía acostumbrados el director británico. Nada más lejos de la realidad. “Scott Pilgrim contra el mundo” no es solamente fiel a la obra original en su argumento, sino en su presentación formal. La película es, literalmente, un videojuego cinematográfico que concilia como nunca hasta ahora estos dos universos tan dispares, y tan mal hermanados. Y todo con una potente banda sonora, una narración que bebe del manga, del cómic –incluso se permite el lujo de usar onomatopeyas como si de un serial del antiguo Batman catódico se tratara-, del punk y, claro está, del cine indie, el único capaz de gestar rarezas como esta y de cuyo espíritu, que no presupuesto, está impregnada toda la película.
Wright se mueve como pez en el agua y da rienda suelta a todo su friquismo y necesidad de fusionar estilos en esta amalgama de géneros y vertientes provista de un reparto de lujo. Desde Michael Cera como (anti)héroe de la historia hasta un carismático, y patético, villano encarnado por Jason Schwartzman, pasando por Chris Evans –dos actores que no son plato de mi gusto, pero que aquí están soberbios y autoparódicos- o Kieran Culkin como el confidente amigo gay que cada día tiene a un tío nuevo en su cama, y que encima comparte con el protagonista, todos ponen su importante grano de arena a este arriesgado experimento que tiene en su excesiva fidelidad a su propia premisa su gran punto débil. Porque el videojuego fílmico del cineasta se puede tornar abusivo y puede costar entrar en su juego a la primera. Eso sí, no hay que ser un geek para disfrutarla, sólo simpatizar con su propuesta. “Scott Pilgrim contra el mundo” sigue estando a años luz de la opera prima de Wright, pero lo confirma como un absoluto corruptor cinéfilo. Esperemos que siga por este camino.
A favor: Edgar Wright dando una vuelta de tuerca, otra vez, al cine
En contra: puede costar seguirle el juego
Estos papeles están hechos a la medida de Michael Cera, siempre con ese perfil de pánfilo le da en el clavo en esta pelicula. Aun no la he visto pero tiene buena cara. Saludos.
ResponderEliminar