Torturando a una saga agotada
A partir aproximadamente de la tercera entrega de la saga, “Saw” se había convertido en un macabro juego que se deleitaba en el sufrimiento y en una desesperanzadora visión del ser humano, cogiendo una idea prometedora y torturándola hasta el extremo. Tras el abandono de Leigh Whannell y Darren Lynn Bousman, creadores originales junto al irremplazable James Wan, del proyecto, la nueva pareja, Marcus Dunstan y Patrick Melton , casi consiguen dar un soplo de aire fresco a una saga que quizás nunca debió pasar de la primera parte. Pero sus intentos fueron vanos tras la rutinaria “Saw V”, que se limitaba a explicar los cabos sueltos más que en dar una nueva dimensión de la historia y en poseer el mismo engranaje de insuperable e insufrible máquina de tortura.
En eso se ha convertido el juego de Puzzle, en pura casquería y violencia gratuitas salpicada de incontables flashbacks que explican la relación entre los personajes y el pasado del asesino, en pruebas ya no tan originales pero bastante repugnantes, en trucos de guión que deparan una sorpresa final valiéndose de lo que no se nos ha mostrado, en explicar hasta la saciedad lo que ocurre en películas anteriores, lo que hace que posea aún más agujeros de guión si cabe. Pero lo más alarmante es el carácter de mala serie B que ha cogido el producto por culpa de su pobre estética de filme televisivo de sobremesa. Cada entrega está realizada con menos ingenio, pero paradójicamente más presupuesto, que la anterior. Sus responsables prefieren liar la madeja hasta lo imposible con una estructura no lineal que sirve como perfecto McGuffin, como medio de distracción para que el espectador no se anticipe al final sorpresa, pero han ido descuidando cada vez más el aspecto visual.
“Saw VI” es exactamente igual a todas las anteriores. Los nuevos dueños de la franquicia conocen al dedillo los gustos de sus fans y dan más de lo mismo, lo cual para ellos será más que suficiente. Pero si algo la alza por encima de sus predecesoras es que su director, Kevin Greutert, sin abandonar las constantes de la saga ha cuidado bastante más que ellas el aspecto visual. Ya no da tanto la sensación de encontrarnos ante un mal producto de serie B, y a la vez que vuelve a diseccionar de una manera tan radical la condición humana, manda un mensaje político muy poco sutil, pero efectivo, hacia el precario sistema sanitario americano. Si Puzzle existiera, la ley cambiaría rápidamente.
El prometedor arranque ya deja claro de qué va el juego. Es posiblemente esta sangrienta secuencia, una de las más salvajes de toda la saga, la que haya hecho que se gane la calificación X. Esto sin duda atraerá a mucha gente a verla presa del morbo. Pero hay que advertir que no hay nada en “Saw VI” que no hayamos visto anteriormente, y la película no está por encima en crueldad que, por ejemplo, “Hostel”. Posiblemente estemos, junto a la segunda y cuarta entregas, ante una de las mejores secuelas de la saga. Pero en conjunto todo vuelve a sonar conocido y bastante agotado. Por lo menos esperemos que no deje de aparecer el ya imprescindible Tobin Bell.
En eso se ha convertido el juego de Puzzle, en pura casquería y violencia gratuitas salpicada de incontables flashbacks que explican la relación entre los personajes y el pasado del asesino, en pruebas ya no tan originales pero bastante repugnantes, en trucos de guión que deparan una sorpresa final valiéndose de lo que no se nos ha mostrado, en explicar hasta la saciedad lo que ocurre en películas anteriores, lo que hace que posea aún más agujeros de guión si cabe. Pero lo más alarmante es el carácter de mala serie B que ha cogido el producto por culpa de su pobre estética de filme televisivo de sobremesa. Cada entrega está realizada con menos ingenio, pero paradójicamente más presupuesto, que la anterior. Sus responsables prefieren liar la madeja hasta lo imposible con una estructura no lineal que sirve como perfecto McGuffin, como medio de distracción para que el espectador no se anticipe al final sorpresa, pero han ido descuidando cada vez más el aspecto visual.
“Saw VI” es exactamente igual a todas las anteriores. Los nuevos dueños de la franquicia conocen al dedillo los gustos de sus fans y dan más de lo mismo, lo cual para ellos será más que suficiente. Pero si algo la alza por encima de sus predecesoras es que su director, Kevin Greutert, sin abandonar las constantes de la saga ha cuidado bastante más que ellas el aspecto visual. Ya no da tanto la sensación de encontrarnos ante un mal producto de serie B, y a la vez que vuelve a diseccionar de una manera tan radical la condición humana, manda un mensaje político muy poco sutil, pero efectivo, hacia el precario sistema sanitario americano. Si Puzzle existiera, la ley cambiaría rápidamente.
El prometedor arranque ya deja claro de qué va el juego. Es posiblemente esta sangrienta secuencia, una de las más salvajes de toda la saga, la que haya hecho que se gane la calificación X. Esto sin duda atraerá a mucha gente a verla presa del morbo. Pero hay que advertir que no hay nada en “Saw VI” que no hayamos visto anteriormente, y la película no está por encima en crueldad que, por ejemplo, “Hostel”. Posiblemente estemos, junto a la segunda y cuarta entregas, ante una de las mejores secuelas de la saga. Pero en conjunto todo vuelve a sonar conocido y bastante agotado. Por lo menos esperemos que no deje de aparecer el ya imprescindible Tobin Bell.
A favor: por fin cuidan el aspecto visual
En contra: no deja de ser más de lo mismo
Bueno amigo, qué decirte, excelente la crítica. Coincidimos de cabo a rabo. Principalmente en la idea que remarcás al paso de que no debió haber pasado de la primera..
ResponderEliminarTe invito a que te pases por mi blog y veas un especial que le dediqué a esta saga que apunta a terminar con esta entrega, aunque seguro la seguirán ensanchando para hacerlo del mismo modo con sus bolsillos.
http://el-blog-de-palitoh.blogspot.com/2009/11/especial-i-wanna-play-game.html
Saludos!!
Un abrazo!
Me sigo quedando de todos los finales sorpresa con aquel en que Tobin Bell se levantaba del suelo y decía fin del juego. Me puso los pelos de punta.
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