sábado, 16 de mayo de 2009

LA CRÍTICA

Ángeles y demonios ***
(Angels & demons)

Este mismo año llegó a nuestras carteleras una suerte de cine político e histórico con aires de thriller, un montaje y una puesta en escena ágiles y un actor, Frank Langella, recuperado del olvido y puesto ante la platea como un Nixon muy alejado de las dicciones y manías de Anthony Hopkins. Cuando “El desafío: Frost contra Nixon” se estrenó, a mucha gente le extrañó que semejante criatura hubiera sido parida por uno de los realizadores más odiados, y a la vez respetados por sus colegas de profesión, de la meca del cine. Quien esto escribe tampoco podía hacerse a la idea de que el ex niño prodigio Ron Howard, autor de sonoras herejías como “Una mente maravillosa” –para colmo de males se llevó el Oscar por ella-, estuviera detrás de las cámaras de un proyecto de tan alta calidad. No voy a cambiar mi manera de pensar acerca del “niño mimado de Hollywood”, pero debo reconocer que en sus dos últimas películas corre, como mínimo, sangre de artesano con mayúsculas.

Mucho parecen haber aprendido Howard y su equipo de los errores cometidos en la infame “El código Da Vinci”. Para empezar, debe tenerse en cuenta que parten de un material bastante más jugoso que el de la novela más famosa de Dan Brown. “Ángeles y Demonios” supone mejor novela que “El código Da Vinci”, básicamente porque ser mejor que ésta es extremadamente fácil. Sin embargo, una de las bazas a favor de su adaptación cinematográfica es el guión. Akiva Goldsman, sobrevalorado donde los haya, se ve ayudado en el libreto por un gran guionista, David Koepp, y eso se deja notar en el conjunto. “Ángeles y demonios” va directa al grano, no se molesta en presentar a sus personajes, encarnado su protagonista en esta ocasión por un Tom Hanks con un peinado más convincente y que sí parece tomarse en serio su trabajo, y la acción se desarrolla prácticamente desde el primer minuto de metraje. No faltan, aunque en menor medida, los rollos didácticos que lastraran seriamente a la primera película y la hicieran lenta, pesada y, en definitiva, un bodrio. Goldsman e insisto, Koepp, condensan la información más relevante de la novela en poco más de dos horas de duración, e incluso se atreven, cosa que se agradece, a no ser del todo fieles y no tomarse al pie de la letra el libro que tienen entre manos. Así, con un guión que no busca saturar el filme de todo el contenido disuelto en la novela, la película resulta muy fácil de seguir y no se ve sobrecargada por su propia información.

Quitando a Hans Zimmer, cuya banda sonora resultaba lo mejor de la primera entrega, y que aquí vuelve a convencer, quien realmente se lleva el gato al agua en esta frenética superproducción es el mismísimo Ron Howard. El realizador consigue un thriller bastante sólido y ante todo entretenidísimo, cuyo desenlace puede resultar previsible pero no por ello emocionante, regalándonos incluso una devastadora secuencia con el cielo iluminado digna del mejor de los artesanos. En “El código Da Vinci”, para situarnos, la tensión no existía por la manía de Howard de explicar en imágenes lo que ya sabíamos y antes de tiempo, como si fuéramos tontos. El cineasta, tras más de 20 años de trabajo a sus espaldas, parece haber comprendido por fin el arte de hacer cine. No es que “Ángeles y demonios” vaya a pasar a la posteridad de la historia del celuloide, pero sí que pasará al panteón particular de un director al que el reconocimiento le llegó demasiado temprano, cuando aún no había dado dos filmes tan estimulantes como sus dos últimos trabajos. Ahora sí mereces el apelativo de artesano, Ron. Esperemos que lo confirmes en el futuro.

A favor: es claramente superior a "El código Da Vinci"
En contra: algún exceso didáctico

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