martes, 12 de mayo de 2009

LA CRÍTICA

Star Trek ****

La resistencia es fútil

En el episodio número 14 de la quinta temporada de “Perdidos”, durante la ya famosa cabecera de la serie, la nave Enterprise atravesó las letras y surcó la pantalla. J.J. Abrams, ante todo, es un habilidoso estratega, un maestro del marketing. Consiguió con su campaña de marketing viral por la red convertir a una película estilo “Godzilla” –eso sí, con mucha más sustancia- titulada “Monstruoso (Cloverfield)” en un fenómeno que reventó taquillas. Con “Star Trek” la campaña publicitaria emprendida por Abrams ha sido de nuevo eficiente, pero ya la historia es otra: el producto creado por Gene Roddenberry tiene ya tanto peso en el imaginario colectivo que se promociona a sí misma. El director solo le ha dado el impulso que necesitaba para volver a despertar el interés del público por ella.

Consciente del delicado producto que tiene entre manos, Abrams ha vuelto a los orígenes de la serie. Pero lejos de realizar un trabajo profundo y trágico en forma y contenido, moda que siguen colegas como Christopher Nolan, ha preferido dar al público un espectáculo de dos horas no exento de un cariño especial hacia la mitología trekkie, adaptada a los tiempos que corren, y desarrollando de forma soberbia la relación de amistad de amor/odio entre Spock y Kirk. Así, “Star Trek” resulta rabiosa, impactante, juvenil –que no infantil- y fresca, algo que ya reclamaba una saga que en sus últimas entregas había dado serios síntomas de autoparodia y agotamiento –descontando la para mí entretenida y bien resuelta “Star Trek: Primer contacto”-.

Si su primer trabajo tras las cámaras, M:i:III, gozaba de ciertas reminiscencias a “Alias”, los fans de “Perdidos” encontraremos en las triquiñuelas temporales usadas por Abrams, Alex Kurtzman y Roberto Orci –creadores a su vez de otra joya televisiva reciente, “Fringe”- una referencia clara a una de las mejores series de lo que llevamos de siglo. Aunque, a diferencia de la ya de culto serie, en esta ocasión los trucos temporales ya no obedecen al “lo que pasó, pasó”, sino a la existencia de realidades alternativas. Una jugada maestra con el espacio-tiempo que permite recuperar a Leonard Nimoy como Spock, al que le da la réplica juvenil Zachary Quinto, tan cómodo en su papel como el del imprescindible Sylar de “Héroes”.

Lo peor de “Star Trek” es que es tan salvajemente buena, tan endiabladamente entretenida e inteligente que crea adicción, como la misma “Perdidos”. Sin ser precisamente un trekkie, aunque sí lo es Orci, el realizador respeta al máximo el universo de Roddenberry y lo hace propio, da sus toques personales ya visibles en sus trabajos televisivos y demuestra que ha hecho los deberes, como ya hiciera en su primera película. Todo para dar dos horas trepidantes de un agujero negro inmenso que arrastra al espectador al borde de ese mismo entretenimiento y seriedad simultáneos que ya consiguiera Irvin Kershner en “El imperio contraataca”, la mejor entrega dentro del universo “Star Wars”.

No soy un trekkie, lo confieso. Al igual que la serie “Héroes”, vi “Star Trek” pero no puedo decir que me convirtiera en adicto a sus tópicos. Nunca acabó de fascinarme como sí lo hicieran “Expediente X” o “Twin Peaks”, por ejemplo. Pero no importa. Abrams ha sabido contentar a los fanáticos a la vez que ha sido capaz de captar a nuevos adeptos. El poder de su “Star Trek” es tal que se hace adictivo. Como dirían los Borg, “La resistencia es fútil”.

A favor: la nostálgica aparición de Leonard Nimoy
En contra: que se hace corta, a pesar de durar dos horas

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