martes, 27 de mayo de 2008
Sidney Pollack (1934-2008)
jueves, 22 de mayo de 2008
LA CRÍTICA
Nostálgica montaña rusa
Cuando se es fan de una película y se realiza una nueva entrega, como fan uno no puede más que asistir a la sala con emoción pero con cierto temor de que alguno de los implicados la pifie. La trilogía de Indiana Jones es más que una serie de películas, por mucho que George Lucas se empeñe en demostrar lo contrario. Es un icono con el que creció toda una generación, nuestro Allan Quatermain particular, filtrado y remasterizado para los tiempos que corrían en los 80. Ser testigo en pantalla grande del retorno del héroe es para mostrar regocijo e invita, inevitablemente, a la nostalgia.
De eso está impregnada esta última aventura, de nostalgia. Cada pocos minutos, Spielberg y compañía realizan guiños a las entregas anteriores a través de situaciones -la fobia a las serpientes, la constante pérdida del sombrero-, diálogos, fotos y demás pistas, algunas de ellas ocultas, que seguramente resurgirán en un segundo visionado. Pero quizás, el momento cumbre de la nostalgia por la aventura pulp digna de los seriales de los 50 en los que se basa sea esa sombra en el coche, que alargando la mano, recupera su sombrero. Es en ese preciso instante cuando el corazón de un servidor dio un vuelco. Estaba ahí, era él. Lo siguiente consiste, en un acto de cierta mala baba y picardía, comprobar si han pasado los años para Harrison Ford y el látigo ya le viene largo. Ni siquiera en las escenas de acción, ni en los dobles, notamos la diferencia. Ford sigue enfundándose su ropa raída como entonces y luciendo ese carisma y socarronería que hicieran al personaje alzarse sobre el resto de aventureros del celuloide.
Superado ese miedo inicial, que rompe por completo la frenética secuencia de apertura, el resto consiste en dejarse llevar por lo mismo de siempre: los malos, en esta ocasión soviéticos, a la búsqueda de un tesoro que les permita dominar a la humanidad; el humor que caracteriza a la saga; la dosis de acción sin fin; la búsqueda de un tesoro, etc. Es repetir estos arquetipos, sazonados por la vuelta de una Karen Allen también en plena forma, lo que consigue que Indy mantenga su frescura, como si 20 años no fueran nada.
“Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” es una apabullante montaña rusa, como lo ha sido siempre la saga. Una montaña rusa que no permite bajarse hasta acabado el trayecto. Una montaña rusa que hace uso y abuso de la ya ley de “cuanto más, mejor”. Lo exagerado en esta película no es mezclar arqueología y alienígenas, que a mí por lo menos sí me ha convencido, sino lo poco creíbles que resultan las escenas de acción. Indy volando en una nevera, Shia LaBeouf de liana en liana cual Tarzán, la liosa persecución a través de la selva,... Un apabullamiento molesto en ocasiones que no permite descanso ni para desarrollar esa relación padre-fijo que debería establecerse entre Ford y LaBeouf más allá de sus flojos diálogos y que no deja que afloren como debieran las rencillas entre Indy y Marion, las cuales acaban en un desenlace quizás un tanto ñoño.
Lo importante es seguir los misterios que encierra esa calavera de cristal. El exceso en las secuencias de acción podría recordarnos al de las secuelas de “Piraras del Caribe”. Pero hay algo importante en lo que Spielberg, y un fantástico guionista como David Koepp, ganan sobremanera al cóctel digital soporífero de Gore Verbinski: la nostalgia y simpatía que Indy sigue despertando. El director, su estrella y todos los que han hecho posible esta mágica aventura logran un carrusel de diversión sin respiro, una película digna de formar parte de la saga, que crea tanta adicción por la palabra retorno como la que padece John Hurt. Y por si fuera poco, con una mala de altura, Cate Blanchett, cuya interpretación, y acento, se disfruta aún más si cabe en versión original. Esto es cine de aventuras con mayúsculas.
Lo mejor: que por Indy no pasan los años, y Cate Blanchett
Lo peor: el exceso en las secuencias de acción y el cursi final
Título original: "Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull"; Género: Aventuras; Año: 2008; Nacionalidad: EEUU; Duración: 120 minutos; Dirección: Steven Spielberg; Guión: David Koepp, basado en un argumento de George Lucas y Jeff Nathanson; Intérpretes: Harrison Ford, Cate Blanchett, Shia LaBeouf, Ray Winstone, Karen Allen, John Hurt, Jim Broadbent
martes, 20 de mayo de 2008
Indiana Jones: 27 años de emociones
Indiana Jones: 27 años de emociones (vía Megaupload)
Indiana Jones: 27 años de emociones (vía Rapidshare)
viernes, 16 de mayo de 2008
LA CRÍTICA
Crimen y castigo
¿Quién dijo que los clásicos no pueden volver por la puerta grande? Sidney Lumet fue testigo y uno de los artífices de esa corriente política y dura que azotó al Hollywood de los años 60 y 70. Junto a compañeros como John Frankenheimer, Alan J. Pakula o William Friedkin, entre otros muchos, formuló el estilo de cine que se constituiría como el relevo del Hollywood dorado que predominó hasta la década de los 50. Eran filmes secos, ásperos, duros y realistas. Thriller, suspense, drama e incluso terror -”El exorcista”, en su forma, tampoco escapa de este estilo- estaban cortados con el mismo patrón antes de la llegada del blockbuster de Spielberg y Lucas.
Superada la peligrosa barrera de los 80, edad a la cual se hace difícil hacerse un hueco en el panorama cinematográfico, Lumet no sólo ha vuelto, sino que lo ha hecho con un thriller soberbio, a medio camino entre el clasicismo de su etapa de esplendor como realizador, como si no hubieran pasado los años desde “Tarde de perros” o “Doce hombres sin piedad”, y los cánones del cine actual.
“Antes que el diablo sepa que has muerto” muestra las causas y consecuencias de un crimen, las motivaciones y el castigo, en un ejercicio de salto en el tiempo que toma como referencia el momento del robo. Los flashbacks y flashforwards, que irrumpen en la escena actual de una manera elegante y reconocible en cuanto a montaje, cuentan los motivos que llevan a una pareja de hermanos a robar en la joyería familiar, y el castigo posterior que sigue el efecto de bola de nieve, con estimulantes giros de guión, previsibles en su mayoría pero lógicos, que harán que un simple robo se convierta en algo mucho más complicado de lo que la pareja protagonista pudiera haber imaginado.
Con esta historia, simple en esencia pero compleja a nivel de tratamiento, recuperamos al Lumet de antaño. “Antes que el diablo sepa que has muerto” no desfallece en ningún momento, crece en intensidad y se desarrolla de una manera ejemplar. Entre otros muchos factores, lo que quizás le haga ocupar una posición en el ranking de mejores películas del año es la transición que hace del thriller al drama familiar. Porque en el fondo se trata de una película sobre la familia, retratando las relaciones paterno-filiales de un modo más contundente que el tono general y alcanzando el mismo nivel de dureza que las películas que en otro tiempo ya nos ofrecieran los cineastas de su generación.
Intenso, soberbio, contundente viaje del policíaco con tintes a cine negro al seco drama familiar, la última obra magistral de un director en plena forma cuenta además con un reparto de altura, en el que destacan un actor siempre arrollador, Philip Seymour Hoffman, y un partenaire que nunca olvida cómo dar la perfecta réplica a sus compañeros de reparto, Ethan Hawke. Junto a ellos dos nombres de altura, Albert Finney y Rosemary Harris, y una convincente Marisa Tomei, ayudados por una puesta en escena que roza la perfección. Bienvenido de vuelta, maestro.
Lo mejor: el inteligente paso del thriller policíaco al contundente drama familiar
Lo peor: ¿Por qué la comparan con el cine de Tarantino?Título original: "Before the Devil knows you're dead"; Género: Thriller-Drama; Año: 2007; Nacionalidad: EEUU; Duración: 116 minutos; Dirección: Sidney Lumet; Guión: Kelly Masterson; Intérpretes: Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Albert Finney, Marisa Tomei, Rosemary Harris
domingo, 11 de mayo de 2008
LA CRÍTICA
Duelo de titanes
Sin concesiones, sin explicaciones. Así comienza “Seraphim Falls”, cruda y certera como la bala que alcanza a un magnífico Pierce Brosnan -cuando quiere, puede serlo- mientras se refugia en el calor de un fuego en medio de la nieve. Comienza la cacería. El incombustible cazador tiene el porte y la presencia en pantalla del siempre grande Liam Nelson. El duelo de titanes alcanzará suresorte épico en el momento oportuno, en el que es uno de los grandes duelos interpretativos de los últimos años.
David Von Ancken, curtido realizador televisivo en series como "CSI: NY o "The Shield", debuta con este sobrio western rodado como lo habrían hecho los maestros Mann y Hawks, incluso con algo del sucio spaghetti de Lucio Fulci. Von Ancken se ha aprendido debidamente la lección de lo que es la posmodernidad. En su respeto a los clásicos radica precisamente ésta. Con pocos diálogos, salvo los estrictamente necesarios, somos testigos de un film que desprende una maestría impropia para un debutante.
Justo en el momento del gran duelo final comienza a entreverse el desastre. Durante hora y media gozamos con una persecución cinematográfica ejemplar, sin fisuras ni coartadas. Un flashback mal insertado -habría sido mejor contar las razones con unas simples líneas de diálogo, por ejemplo- rompe la linealidad del relato y le impide alcanzar el status de joya del celuloide que llevaba. Era evidente que dicho flashback llegaría, en vista de los flashes en los sueños de sus protagonistas, pero podría haberse evitado. Lo que sí choca con el resto del estilo de la película es ese intercambio de almas final con Wes Studie y Anjelica Huston, hecho que conduce al perdón por tener otra prioridad: la supervivencia.
Pese a ese desenlace heredero de los intentos de posmodernidad del cine indie actual y lo innecesario de buscar justificaciones en el pasado, no se consigue lastrar una cinta seca, árica y tan directa como esta. Su posmodernidad, insisto, radica no en ese epílogo onírico fruto de los estragos del desierto, sino en su profundo respeto al cine de antaño. Así lo habrían hecho los maestros.
Lo mejor: todo hasta la primera hora y media
Lo peor: los últimos minutos le impiden alcanzar el status de joya cinematográfica
("Seraphim Falls"; Western, EEUU, 2006, 111 minutos) Dirección: David Von Ancken; Guión: David Von Ancken y Abby Everett Jaques; Intérpretes: Pierce Brosnan, Liam Neeson, Michael Wincott, Anjelica Huston, Wes Studie, Ed Lauter, Kevin J. O'Connor
jueves, 8 de mayo de 2008
Perdidos: La Teoría del Bucle Temporal
¿Tiene explicación lógica, dentro de los parámetros de las reglas de la ciencia-ficción, la serie "Perdidos"? Según sus creadores podemos estar tranquilos. Todo lo que ocurre en la isla está sucediendo realmente, dejando atrás teorías de que están muertos o que todo suceda en la mente del perro Vincent, y absolutamente todo está planeado y encontrará una justificación al final. En ese sentido, una teoría está corriendo como la espuma en Internet, y explica la mayoría de las cosas que ocurren en la serie. La ha desarrollado Jason Hunter y achaca tanto misterio a un nuevo concepto de viaje temporal en el cual los losties se encuentran atrapados. Se ayuda para ello de una serie de mapas, fotos y datos que apoyan la teoría. Para los interesados, disponen de la teoría completa en la web oficial www.timelooptheory.com . Gracias a los chicos de lostph.blogspot.com tenemos una versión resumida y traducida. A mí me ha costado seguirla, y cabos sueltos personales aparte, le he encontrado cierto sentido. Espero que a ustedes no les estalle la cabeza.
viernes, 2 de mayo de 2008
LA CRÍTICA
El maestro es el maestro
Cuando “El diario de los muertos” se estrenó en el pasado Festival de Sitges, todas las miradas se centraron en una película española de similar temática, “[REC]”, insinuando incluso unos pocos que los alumnos habían superado al maestro. Estamos ante George A. Romero, el gran padre del cine zombie, y cualquier comparación con él es cuanto menos irrisoria. Por tanto, antes de escribir esta crítica me encaucé en la idea de que son dos películas totalmente dispares, y que la visión de Romero sería muy distinta a la de Balagueró y Plaza. No me equivoqué, pero tampoco lo hicieron en Sitges.
Asentemos primeramente las dos diferencias fundamentales entre “[REC]” y la que nos ocupa. En primer lugar, Romero siempre carga el metraje con un mensaje que critica un determinado sector, ya sea político o social, y lo inserta con holgura por toda la cinta. El experimento español fue una película de terror al cien por cien, donde primaba la tensión que creaba el reducir el campo de visión al objetivo de una cámara y con la oscuridad de un pasillo como arma fundamental de aterrorizar. Su moralina no es tan evidente como la de Romero, y la de éste nunca pretende ser tan terrorífica como la otra.
El tratamiento de las historias en el caso del realizador neoyorquino dista mucho de ser el realista de los españoles. En esta película todo tiene esencia romeriana: el movimiento lento de los zombies, de lo cual se mofan con fortuna en una secuencia bastante bien conseguida, y su aspecto físico; el tratamiento de la imagen y la música; la composición de los planos... Es decir, a pesar de estar sujetas al mismo formato, ambas se diferencian en la manera en que están contadas, y esto hará las delicias de los fans de un cineasta que tras décadas en la industria apenas se ha vendido.
Ahora bien, una vez establecidas las claras diferencias, uno no puede dejar de dar la razón a quienes aseguraron que se quedaban con el tándem español. Romero es un maestro del género, eso no se pone en duda, y en “El diario de los muertos” vuelve a dar más de lo mismo, como ya hiciera en su genial predecesora, “La tierra de los muertos vivientes”. Pero es precisamente lo que se ha convertido en su marca de distinción lo que juega en su contra. El director parece no moverse del todo como pez en el agua en su nueva forma de contar el relato. Como si de un muerto viviente en una piscina se tratara, su mano se vuelve bastante errática moviéndose de cámara en cámara, y en ningún momento llega el conjunto a mostrar la veracidad que se espera de un documental.
En cuanto a su mensaje subliminal, éste no lo es tanto como debiera, e incluso puede pecar de pedante e ingenuo. No consigue llegar del todo como en ocasiones anteriores, aunque no deje de tener razón. O más bien debería decir mensajes, pues por la película se mueven con desigual fortuna la manipulación a la que nos someten los medios de información, incluidos los nuevos portales herederos del Youtube, el morbo que despierta el seguir mirando hacia un accidente en lugar de girar la vista o la alegoría de los hombres cazando hombres. Todo con la estela de fondo de no dejar de grabar bajo ningún concepto.
Es de la saga de los muertos la más tangencial, y a la vez la menos lograda. Todo lo que en las demás eran virtudes, Romero no ha sabido más que convertirlas en defectos. Si bien posee momentos divertidos y rocambolescos propios del maestro, como los zombies con el agua por encima del cuello, el amish sordo o la momia-zombie, además de unos personajes como siempre estereotipados y esperpénticos, su creador no ha sido del todo solvente a la hora de extraer las entrañas en el reality. Aunque eso parece precisamente, un mal reality show propio de ciertos programas actuales en el que la música, fruto de la post-producción del vídeo encontrado, acompaña con música cómica a las situaciones cómicas, música tenebrosa en las secuencias de suspense y dramatismo en las dramáticas. Y es ésta, precisamente, la crítica mejor conseguida por el maestro durante hora y media.
Lo mejor: parece realmente un mal reality show televisivo actual
Lo peor: haberse estrenado después que "[REC]"
Título original: "George A. Romero's Diary of the Dead"; Año: 2007; Nacionalidad: EEUU; Duración: 91 minutos; Género: Terror; Dirección y guión: George A. Romero