domingo, 30 de marzo de 2008

Medio siglo de "La noche del cazador"

Recupero la versión íntegra del reportaje que dediqué hace dos años a una de mis películas favoritas, "La noche del cazador", cuya imagen ilustra la portada de esta web. Y digo versión íntegra porque la original ha sufrido innumerables cambios para poder ser publicada en periódicos y revistas.

Medio siglo de La noche del cazador

Muchos son los actores que se han pasado a la dirección, pero muy pocos, o casi ninguno, pueden presumir de haber gestado en su ópera prima una auténtica obra maestra. Es el caso de Charles Laughton, un grandísimo actor británico que eligió la novela de Davis Grubb adaptada por James Agee como fuente para su primera y única incursión tras las cámaras en “La noche del cazador”.

El best seller de Grubb, al igual que la cinta, transcurre en tiempos de la crisis económica de los años 20, aquella que sumió a clase obrera y acomodada en la más absoluta miseria. Una época en la que, mientras los ricos se suicidaban arrojándose desde los edificios, los pobres intentaban subsistir a través del pillaje o el asesinato.

Como si de una historia bíblica se tratara, la Sra. Cooper (una magistral Lillian Gish, actriz activa desde los albores del cine) recuerda a sus niños ante un cielo estrellado las enseñanzas de la última sesión, entre las que destaca una frase: “desconfiad de los falsos profetas con piel de cordero, pues en su interior se esconden feroces lobos; por sus actos los reconoceréis”. Tras un plano de unos niños contemplando el cadáver de una mujer de la que sólo vemos las piernas, la advertencia de la Sra. Cooper sirve como carta de presentación del protagonista, el predicador Will Powell (Robert Mitchum en uno de los mejores papeles de su carrera), un hombre que en sus conversaciones con Dios deja clara su intención: casarse con viudas ricas para conseguir su dinero, según él, en nombre del Señor. Laughton consigue en apenas unos segundos que el espectador sienta aversión ante el personaje y quede advertido de su presencia y su ambigua religiosidad, que él mismo califica como “el camino religioso que el todopoderoso y yo hemos convenido”. Powell es apresado por el robo de un coche en un cabaret, donde mira con desprecio a una bailarina mientras cierra su mano izquierda con la palabra HATE (ODIO) escrita en los nudillos.

En prisión se enterará por casualidad de un hecho interesante: Ben Harper (Peter Graves), antes de ser arrestado por asesinato y condenado a la soga ante la atónita mirada de su hijo que parece no entender qué ocurre, entrega a sus dos hijos diez mil dólares y les hace jurar que no dirán dónde se encuentran. A la vista de la cuenta que lleva Powell de sus víctimas el espectador sabe ya que intentará casarse con la viuda de Harper, Willa (Shelley Winters). Laughton nos deja claro que es así en varias secuencias. En una de ellas, Willa y su jefa, la señora Spoon, hablan de la necesidad de la primera de un marido mientras el realizador alterna la palabra hombre con un plano de un tren (acompañado de una banda sonora que seguirá al personaje de Mitchum el resto de la película) en el que sabemos sin necesidad de verlo que va el predicador. En otra secuencia, mientras Ben cuenta a su hermana Pearl la historia de un rey despojado por los malos de sus tierras y que esos hombres volverán al reino en busca de las riquezas del monarca, vemos que el niño contempla la silueta característica de Mitchum en la pared. Powell se casará con Willa y la someterá a su ferviente y puritana forma de entender la religión.

Antes de asesinar a Willa somos testigos de un momento crucial en la película y en el cine en general: la historia del AMOR y el ODIO. El primero, escrito en la mano derecha, lucha con el segundo entrelazando sus dedos en una batalla que dura ya milenios, y en la que el amor triunfa con aplastante fuerza. Esta secuencia es rememorada incluso actualmente en películas como “Master & Commander”.

Tras varios intentos de soborno a los ya huérfanos hijos de los Harper y secuencias simplemente redondas (como la del predicador avanzando hacia la casa mientras la imagen se cierra cual ojo de buey para mostrar dónde están los pequeños), los niños dan esquinazo a su cazador y emprenden la huida en barca. Pero el cazador, como advierte el joven Ben en una frase, no duerme nunca, y su sombra en el horizonte acompañada de su tema musical (ese Dreaming, Dreaming tan poco tranquilizante) atemoriza también al público. Es el arte de infundir terror sin mostrar, mediante la sugestión; un arte explorado por ejemplo por Spielberg en obras como “Tiburón” o, más recientemente, en la infravalorada “La guerra de los mundos”.

Tras ese viaje son recogidos por la Sra. Cooper, siendo llevados a su casa de acogida repleta en su mayoría de niños huérfanos por la crisis. Allí, los pequeños aprenderán una nueva forma de fe fundamentada en el amor y radicalmente opuesta a la de Powell. La contraposición entre la idea de Cooper de la fe y la del reverendo queda clara en un solo papel, el de la mayor de los Cooper, una adolescente con inquietudes por los hombres. A estas alturas de la película queda clara la visión del papel de Mitchum acerca de este tipo de mujeres (recordar la secuencia del cabaret), pero la del personaje de Lillian Gish se resuelve mediante el perdón de la joven por parte de la anciana.

Sin embargo, es el personaje de Ben el que avanza realmente en la película. De su mirada de incompresión ante el arresto de su padre pasamos a una mucho más adulta, manifestada en sus conversaciones con la Sra. Cooper en la que ésta le habla de tú a tú, como si de un adulto se tratara. Todo lo que venga luego, la lucha entre AMOR (Lillian Gish) y ODIO (Robert Mitchum), entre el BIEN y el MAL, se convierte en secundario, quedando el personaje de Powell y su ya claro futuro en un segundo plano. Como dice la Sra. Cooper, los niños son los verdaderos afectados en esa tragedia, pero sorprende la fuerza con que asimilan y superan las cosas. Su carácter y en parte su visión infantil de la vida les hace sobrevivir y esto a su vez les hace madurar.

Sorprende esta enseñanza en un actor como Laughton que nunca tuvo buenos roces con los niños (fue el mismo Mitchum quien servía de intermediario entre estos y el director), pero que terminó dando una joya poco reivindicada y en la que se rumorea que tuvo algo que ver en el resultado final del guión porque el libreto original de Agee le parecía horroroso. Con una fotografía en blanco y negro simplemente sublime la película, llena de múltiples matices y lecturas que no cabrían en un reportaje, cumple ahora 50 años. A pesar de que en su época fue mal entendida e ignorada por crítica, público e industria (fue hecha en una época en la que el color era la moda y fue rodada en formato standard cuando todos los cines proyectaban en Cinemascope), el tiempo se ha encargado de ponerla en el sitio que merece. Pero buena parte de este reconocimiento es gracias a la misma película, una obra maestra que sorprende y crece con cada nuevo visionado, como si el espectador fuera un niño en pleno proceso de madurez.

miércoles, 26 de marzo de 2008

RAFAEL AZCONA (1926-2008)

"La vaquilla", "Plácido", "El vergudo", "Belle Epoque", "¡Ay, Carmela!",... Todo obra de la misma mente, del mismo cineasta. Rafael Azcona, escritor y guionista, falleció el domingo a los 82 años de edad en el más absoluto secretismo. Así era él, poco dado a los homenajes multitudinarios, tanto que su muerte sólo trascendió una vez fue incinerado, tal y como rezaban sus deseos. Lo mejor que podemos hacer, lejos de hablar de su vida y logros, es revisar su extensa obra a las órdenes de los grandes, de Trueba, Berlanga, Saura,... directores que deben a Azcona todo su sabio humor negro que ha hecho posible algunas de las mejores películas de la historia del cine español. Descanse en paz.

lunes, 17 de marzo de 2008

LA CRÍTICA

Pozos de ambición
(There will be blood) ****

No ha hecho falta la ampulosidad y artificio del Scorsese de Gangs of New York para contar el gran sueño americano en lo que llevamos de siglo XXI. Era necesario narrarlo desde el sudor y la sangre de quien lo ha forjado con el trabajo y el sacrificio, y sin necesidad de hacerlo cinematográficamente majestuoso, con grandes batallas o guerras.

Ya el título original, no esa traducción española de telenovela, nos lo advierte. Durante dos horas y media correrá la sangre, incluso más que el petróleo. There will be blood es la pequeña gran historia del magnate del petróleo Daniel Plainview, grande en el fondo y pequeña en su forma. Lo que se nos cuenta es la lucha de dos grandes poderes, el capitalismo más feroz y la cristiandad fundamentada en una mezcla de fe y superchería, en la vida de un ambicioso hombre de negocios que acabará odiando a todos por el poder y su oposición ante un predicador y su manera de entender la fe. Plainview no es un hombre de fe, es un capitalista en el más etimológico sentido de la palabra, el del trabajador incansable que persigue un gran sueño, ganar dinero a costa de abandonarlo todo y a todo el mundo.

Si bien Daniel Day-Lewis compuso un personaje ya mítico en la película de Scorsese, es en There will be blood donde sus gestos, su manera de hablar y caminar y su sola presencia llenan toda la pantalla. No habría película sin él. El actor da forma a uno de los más salvajes y despreciables personajes de la historia del cine, un particular Ciudadano Kane que va disminuyendo en humildad y humanidad conforme avanza la película, y que experimenta un ascenso y caída moral, aunque no social y económico. Frente a él está la otra alma de este filme, el director y guionista Paul Thomas Anderson. A priori podría pensarse que el otrora artífice de las excéntricas historias cruzadas de las geniales Boggie Nights, Magnolia y de la aún más febril aunque a la vez más injustamente comprendida Punch-Drunk Love no es el mejor candidato para llevar el pulso de este proyecto. Sin embargo, Thomas Anderson, lejos de perder su vivo estilo personal lo lleva a un nivel más depurado y clásico pero sin dejar atrás su hambre megalómana ni su manera de entender el ritmo fílmico. Se gana así un lugar en el olimpo de los grandes.

There will be blood es, en definitiva, la unión de dos grandes mentes para construir una historia épica sin concesiones a los efectos especiales ni a la grandiosidad que podría esperarse de una obra como esta. Su propia grandilocuencia emana de su alma de película independiente, alma que sólo podía darle un cineasta indie que no ha perdido ni un ápice de su verborrea cinematográfica original. No es la mejor de sus películas, incluso le sobra algo de metraje, a pesar de que no sepa decir dónde, pero nos regala uno de los mejores recitales interpretativos, fotográficos y musicales (dos factores estos últimos también presentes en películas anteriores) de los últimos años. Para terminar resaltar la secuencia final, esa que da fin a la lucha entre el magnate y el falso profeta, y la última frase del personaje protagonista. Efectivamente, corrió la sangre.

Lo mejor: Daniel Day-Lewis, sin lugar a dudas
Lo peor: puede hacerse un poco larga

Título original: "There will be blood"; Año: 2007; Nacionalidad: EEUU; Género: Drama; Duración: 158 minutos; Dirección y guión: Paul Thomas Anderson, adaptación libre de la novela "Oil" de Upton Sinclair; Intérpretes: Daniel Day-Lewis, Paul Dano, Ciarán Hinds, Dillon Freasier, Kevin J. O'Connor

martes, 11 de marzo de 2008

Primeras imágenes de Watchmen

No, no es un espejismo. Se trata de dos de las primeras imágenes que han salido a la luz de la adaptación de "Watchmen que realiza" Zack Snyder. Ambas están relacionadas con Rorscharch, y en la segunda podemos ver una de las más representativas de la novela gráfica original: Rorscharch paseando por la calle ante un cartel que anuncia el nuevo mandato de Richard Nixon y un graffitti en el que se lee "¿Quién vigila a los vigilantes?". En la web oficial hay storyboards, detalles de la producción, entrevistas, etc.

Por fin Snyder ha hecho públicas las imágenes reales de los anti-héroes de la obra de Allan Moore. El Comediante/Edward Blake (Jeffrey Dean Morgan)








Búho Nocturno/Dan Dreiberg (Patrick Wilson)








Ozzymandias/Adrian Veidt (Matthew Goode)








Rorscharch (Jackie Earlie Haley)








Espectro de Seda/Laurel Juspeczyk (Malin Akerman)







Los caracteres están bien conseguidos, aunque quizás uno más que otros, pero la cosa va prometiendo. A la vista de ello, estoy deseando ver cómo será el Dr. Manhattan cinematográfico.

"Watchmen" se estrenará el 6 de Marzo del próximo año, y se verá las caras con la adaptación de George Miller ("Mad Max", "Babe", Happy Feet") de la reunión de héroes de DC Comics en "La Liga de la Justicia", con la cuarta de "Terminator" y con el último y esperadísimo trabajo de James Cameron, "Avatar". Y por cierto, se está considerando realizar otra película coral de superhéroes llevando a la gran pantalla "Los vengadores", el compendio de estrellas de la Marvel.

domingo, 2 de marzo de 2008

LA CRÍTICA

IX Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria
GALA DE INAUGURACIÓN


Cometas en el cielo ***

América mira hacia Oriente

En el cine actual estamos acostumbrados a que el cine estadounidense diseccione su misma sociedad, que el cine europeo y de Oriente hagan lo propio con la suya, e incluso que Europa mire al otro lado del Atlántico y analice la política e hipocresía yanquis. Así, Lars Von Trier se ha preocupado por entender el presente de América diseccionando con inteligencia el pasado en “Dogville” y “Manderlay”, y su compatriota Thomas Vinterberg hizo las veces del Michael Moore de “Bowling for Columbine” en “Querida Wendy”. Los estadounidenses son expertos en cuestionar su propio sistema, en especial últimamente con la administración Bush, pero fallan estrepitosamente al mostrar al bando contrario, cayendo en tópicos y estableciendo dos claros frentes, el de los buenos y el de los malos. Pocas películas han acertado tanto en mostrar a los “malos” y los “buenos” como “United 93”. Pero claro, su director, Paul Greengrass, es británico.

El objetivo es criticar la guerra sin más, obviando en todo momento las vidas de los otros o en última instancia mostrándolos como los malos absolutos. Por ello sorprende que se haya hecho una película como “Cometas en el cielo” con patrimonio hollywoodiense. El habitualmente interesante Marc Foster (“Monster’s Ball”, “Descubriendo Nunca Jamás”, “Más extraño que la ficción” y la próxima de James Bond) se pone tras la cámara para adaptar la novela de Khaled Hosseini, y lo hace sin tremendismos, sin exagerar las situaciones dramáticas al estilo hollywoodiense, a excepción de la excelente idea de seguir las cometas en su vuelo.

Ya sea por mantenerse fiel al libro, algo que consigue con creces, o por ese sentimiento de realizar algo distinto, la mirada de Foster hacia Oriente resulta respetuosa, sincera y realista. La historia del joven que intenta volver al Afganistán talibán tras haber sufrido la invasión soviética, ser testigo directo desde su posición acomodada de la discriminación a su mejor amigo en un país dividido por una latente guerra civil y su posterior cobardía personal está retratada con honestidad, sólo lastrada por las pocas veces que la película destila sabor yanqui (ese final tan cinematográfico). Sin embargo, no hay concesiones a la gloria americana, sólo a la realidad del pueblo afgano.

En este relato en pocos momentos dulce acerca de la redención y el perdón, de la discriminación de otros por su procedencia y creencias, hay una serie de secuencias pequeñas pero mucho más interesantes que las más ampulosas y aparentemente importantes. De todas me quedo con el empujón del padre del protagonista al médico de origen ruso y la valentía del mismo comparada con la de su hijo cuando hace frente al soldado soviético.

Película cruda y esperanzadora cuando le conviene serlo, en la que puede que ciertas partes del viaje de regreso a casa suenen a estrambóticas, quizás por el hecho de que en la ficción las cosas siempre resultan menos cercanas y más cuestionables que en la realidad. Especial mención a la dirección de Foster, a los actores y a la música de Alberto iglesias.

Lo mejor: su profunda honestidad
Lo peor: la realidad supera a la ficción

Título original: "The kite runner"; Año: 2007; Nacionalidad: EEUU; Género: Drama; Duración: 127 minutos; Dirección: Marc Foster; Guión: David Benioff, basado en la novela de Khaled Hosseini; Intérpretes: Khalid Abdalla, Homayoun Ershadi, Zekiria Ebrahimi, Ahmad Khan Mahmoodzada, Shaun Toub