sábado, 29 de septiembre de 2007

La semana de Manuel Lasaga

Familia colateral

Les presento el último trabajo de Manuel Lasaga, la historia de un chaval (el habitual Cristian Ortega) que para ganarse unas perrillas hace las veces de canguro del supuesto bebé de una desquiciada señora (la también habitual Loli García). Mejor no adelantar nada más del argumento y que se sorprendan al igual que yo de la fatídica noche (o no tanto) que experimentará el protagonista. De nuevo en cuatro trozos. Ah, y atentos al gran cameo de la película, de auténtico lujo.

Cacho 1 de 3

Cacho 2 de 3

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Ganadora en la Sección Bizarra de Caostica V

viernes, 28 de septiembre de 2007

La semana de Manuel Lasaga: LA CRÍTICA

Muerde el ladrillo ****

Bienvenidos al séptimo arte

De las muchas clasificaciones que podrían hacerse en el cine existe una que es clave para diferenciar si nos encontramos ante una película justa o no, que es la que atiende a los delirios de grandeza de una producción dentro de sus posibilidades. En este sentido tenemos dos tipos de cine: aquél que tiene muy altas pretensiones y el que carece de ellas. Muchas superproducciones americanas recientes (y no citaré títulos) caen en un error fundamental: aspirar a mucho y quedarse en nada.

La ópera prima de Manuel Ortega, difícilmente clasificable en cuanto a metraje (no sé si es un largo, un medio o un corto, pero lo mismo da), sí puede fácilmente clasificarse en cuanto a sus aspiraciones artísticas y conceptuales. En ningún segundo de los 36 minutos que dura “Muerde el ladrillo” puede apreciarse esa tendencia actual de las primeras películas de algunos directores a dejar huella, en ningún instante se la puede acusar de aparentar lo que no es, y en ese sentido es una película absolutamente humilde y consecuente con sus posibilidades, y ante todo justa consigo misma.

La idea de “Muerde el ladrillo” está clara desde el principio: su protagonista atraviesa una dura etapa de crisis en la que no importan las razones, simplemente las consecuencias. A la par se desarrolla una ambición por la experimentación que atrae más que crea repulsa. Porque “Muerde el ladrillo” es eso, un experimento estimulante no sólo sobre cómo un ser absolutamente torpe y despreciable puede encauzar su vida de la manera aparentemente más tonta (aunque más de uno debería morder de vez en cuando el ladrillo), pero sobre todo es un experimento cinematográfico, un extraño híbrido entre cine puramente voyeur y película cargada de conceptos, en un ejercicio de descubrimiento personal del séptimo arte.

Rodada en vídeo con supuestos pocos medios, la película se hace respetar de la misma manera que respetamos y nos divertimos con esas películas caseras hechas entre amigos, esas que con los años miramos con añoranza. Su sucesión de personajes pretendidamente freaks (entre ellos Carlos Ortega, auténtico profesor Miyagi lleno de naturalidad, carente de cualquier atisbo de preparación previa y auténtico agujero negro en las escenas en las que aparece) y su montaje audiovisual lleno de planos experimentales no están muy lejos de los trabajillos que en su momento hicieran en vídeo también los ahora reconocidos Steven Spielberg y M. Night Shyamalan, o incluso nuestro Alejandro Amenábar, en sus tiempos de juventud.

Con todo, “Muerde el ladrillo” debería ser distribuida como merece, como la primera cinta de un director que empieza, porque es con este tipo de películas, ésas que suponen un ejercicio de experimentación constante, con las que realmente se entiende de qué va esto del cine.

A favor: no es un debut con delirios de grandeza
En contra: prefieres que no acabe tan rápido

Título original: Muerde el ladrillo; Año: 2005; Nacionalidad: España; Duración: 36 minutos; Dirección y guión: Manuel Ortega Lasaga; Intérpretes: Cristian Ortega, Carlos Ortega, Loli García, Raquel Lanza, David García, Chechu Orellana

miércoles, 26 de septiembre de 2007

La semana de Manuel Lasaga

Muerde el ladrillo

Improvisación, experimento cinematográfico, mediometraje artesanal que nos devuelve un cine hecho entre amigos, de ese que tanto divierte y enseña, y una moraleja final sin precedentes. Lo que da de sí un ladrillo. Y si no que se lo digan al pobre “infraurbanista” de esta película, un despojo humano (dicho con todo el cariño del mundo) que vive una crisis personal. El aleccionador final y una especie de profesor Miyagi con el inmejorable rostro y sabiduría de Carlos Ortega (este hombre chupa cámara en cuanto aparece) convierten a “Muerde el ladrillo”, la primera incursión a medio camino entre el corto y el largo de Manuel Lasaga, en una opera prima fresca, nada pretenciosa y con mucha coña puesta en ella. Se la presento más injustamente mutilada que “Grindhouse”, pero es lo que tiene Youtube y las subidas y demás historias. Que la disfruten.

Cacho 1 de 4

Cacho 2 de 4

Cacho 3 de 4

Cacho 4 de 4

Ganador en la Sección Bizarra del Festival Caostica IV


Web de Manuel Lasaga en telefonica.net
Space Planeta Imaginario
Foro cineydvd.com

lunes, 24 de septiembre de 2007

La semana de Manuel Lasaga

Abandono mis quehaceres cinematográficos habituales (la presentación de la programación del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria en el Festival de San Sebastián, por ejemplo) para centrarme durante toda esta semana en un solo nombre, Manuel Lasaga. Lasaga es un realizador bien conocido en los mundillos de Internet que ha gestado cortos (o mediometrajes en algunos casos) dignos de ser tenidos en cuenta. Sus personajes son inadaptados sociales, individuos con especiales problemas y traumas que marcan su existencia. Es decir, son unos freaks, pero unos freaks tratados con cariño por su creador.

Dedico la semana del 24 al 30 de Septiembre a este talento emergente y a sus películas, donde impera mucha componente bizarra e improvisación. Antes de comenzar con uno de sus amados “infraurbanistas” (así me ha dado por bautizarles), no podemos hablar de Lasaga sin hablar del Festival Caostica de Cortos, certamen celebrado en el mes de Junio en Bilbao y que ya va por su quinta edición, y del que Lasaga es ya una constante anual.

Situados en el tema comenzamos por una de sus criaturas, Joe. Se trata de una serie de cortos que por ahora va por su tercera entrega y que nos relata las peripecias de Joe, otro inadaptado “infraurbanista” que conoce a su némesis, llamado precisamente Joe. Ambos son el mismo personaje, encarnado por el genial David García, pero mientras el Joe “bueno” es torpe y un perdedor, el “malo” es aparentemente un triunfador y se dedica a increpar al “bueno”. A continuación les presento los tres cortos de la serie dedicada a este verdadero pardillo nacional, y su hijo de puta asociado, que nació de la improvisación más absoluta a partir del precipitado encargo de una compañera de clase. Que los disfruten.

Joe Vs. Joe
2004, 2 minutos
Dirección: Manuel Ortega Lasaga
Intérprete: David GarcíaPrimer episodio en el que conocemos a Joe y su némesis, Joe. Ganador del Tercer Premio en la Sección Bizarra de Caostica III.



Joe y la puta
2006, 6 minutos
Dirección: Manuel Ortega Lasaga
Guión: Manuel Ortega Lasaga y David García
Intérprete: David García, Cristian Ortega

Joe contrata los servicios de una prostituta muy particular -Cristian Ortega, otro habitual de la filmografía del director-, pero sale perdiendo como siempre. Mención especial de la Sección Bizarra de Caostica IV.

Joe el “Boss”
2007, 6 minutos
Dirección: Manuel Ortega Lasaga
Intérpretes: David García, José Ángel Lestón

Las cosas se pondrán difíciles para Joe cuando intente conseguir encontrar entradas para un concierto de su ídolo, Bruce Springsteen. Atentos al cartel final de dos grandes, Juanito Navarro y Kike Camoiras.

Web oficial de Manuel Lasaga
Web oficial de Caostica

Los cortos de Lasaga

jueves, 20 de septiembre de 2007

Perdidos, de misterios y vidas cruzadas

20 de Septiembre y ya estoy de vuelta. Lo más común tras volver de las vacaciones es hacer un repaso de todo lo acaecido durante el verano. Pero por llevar la contraria a la mayoría, unido a que lo más destacable de este verano en materia cinematográfica ha sido el formidable cierre de la saga Bourne, me saldré por la tangente y hablaré de algo que prometí hace tiempo a alguien que (no) era yo mismo.

Cinéfagos Anónimos fue concebida como una página dedicada a todos los que devoramos el cine, pero la ficción televisiva estadounidense ha alcanzado cotas que superan a cualquier blockbuster veraniego. “Perdidos” finalizó su tercera temporada al otro lado del océano de una manera sobresaliente, y en sólo tres años de vida se ha erigido como todo un referente, se ha convertido en una obra de culto que ha servido para que otras respetables series como “Prison Break” o “Jericho” vean la luz.

Hablar de “Perdidos” es hablar de un genio de la pequeña pantalla, J.J.Abrams. Estamos ante un auténtico devorador de la tele, un hombre que ha revolucionado la televisión americana como lo hicieron antaño David Lynch con “Twin Peaks” y “Chris Carter” con Expediente X, quien posteriormente pariera otra joya televisiva injustamente cancelada, “Millennium”. Aunque actualmente se ha desentendido del producto, es el pulso de Abrams y su fanatismo por la “caja tonta” lo que ha hecho de esta aventura lo que es. Un fanatismo que late en el corazón de otra serie suya como “Alias” y de su única película hasta la fecha como director y guionista, la tercera entrega de “Misión: Imposible”. “Perdidos”, por la que sus creadores ganaron un Emmy hace ya dos años, es fruto de esa mente creadora de Abrams y colaboradores, todo un derroche de ingenio, originalidad y profundidad dramática y conceptual.

Todo comenzó con un ojo abierto en medio de la selva en el episodio piloto, dirigido con desbordante solvencia por el mismo Abrams. El orwelliano ojo (Orwell y su Gran Hermano planean con bastante frecuencia por la serie) era el de Jack, médico reconvertido a héroe a su pesar que tras asimilar que está en medio de la selva acudirá a los gritos de socorro que llegan desde la nada, para encontrarse finalmente con la angustiosa verdad: el vuelo en el que viajaba, el 815 de Oceanic que cubría el trayecto Sidney-EEUU, se ha estrellado en una isla aparentemente desierta, y en la orilla de la playa yacen los restos del avión, equipajes y un interminable caos de pasajeros al que Jack intentará, como lleva haciendo toda su vida, poner orden. Así arrancaba la primera temporada de esta ilustre odisea que alterna todos los géneros posibles de manera creíble y calculada. En los sucesivos días los supervivientes se toparán con un monstruo con sonido mecánico que mata al piloto, osos polares en un supuesto clima tropical, susurros en la jungla, una francesa también náufraga que habla de una extraña enfermedad que acabó con sus compañeros y de unos nativos conocidos como Los Otros que no ven con muy buenos ojos a los nuevos inquilinos.

¿Qué hace que “Perdidos” se haya convertido en una serie de culto? En primer lugar su cóctel de géneros, que abarca desde el drama hasta la comedia pasando por la aventura y el suspense, con la dosis justa de terror y con bastante ciencia-ficción. En segundo lugar su impecable factura, ya puesta de manifiesto en el piloto dirigido por Abrams y continuada por los ya habituales realizadores Jack Bender o Deran Sarafian, entre otros. En tercer lugar la banda sonora del ya imprescindible Michael Giacchino, un compositor cada vez más demandado por el séptimo arte y que combina también todos los estilos posibles en sus exquisitas partituras. Y en cuarto lugar, y constituyendo uno de los grandes pilares de la serie, los flashbacks. Cada episodio está dedicado a un personaje en concreto de la isla, y a través de los flashbacks descubrimos sus vidas, sus fantasmas del pasado y sus intenciones. Con ellos hemos descubierto el conflicto de Jack con su padre y su eterno estigma de salvador de todos; las venas delincuentes del estafador Sawyer, que busca al hombre que acabó con su idílica infancia y le convirtió en lo que es, y Kate, la más fugitiva de las “perdidas”; las habilidades ocultas de Walt y su rechazo inicial a un padre al que nunca ha conocido; los desquiciantes y malditos números de Hurley; el pasado de Sayid en Irak o la misteriosamente saneada minusvalía de Locke, entre otros muchos. Y es que pocas series han mostrado un cuidado tan meticuloso de sus personajes a través de unos retazos de sus vidas en los que descubrimos que todos se cruzan unos con otros, hecho explotado también en la reciente idea de sus creadores, “Seis grados”.

La primera temporada se saldó en EEUU y en el extranjero, incluido España, con unas audiencias de vértigo. Fue la encargada de enganchar al público, de sentar las bases de la trama y del estilo de la serie. Acabó de manera insuperable, con Jack y Locke mirando al interior de la condenada escotilla. La segunda temporada de las aventuras de los losties fue más destinada a la acción que al misterio, aunque dejó abiertas importantes puertas. Así, vimos desveladas incógnitas como el destino del resto de supervivientes del avión a través de los otros 48 días; qué hay al otro lado de esa escotilla; qué era eso tan grave que hizo Kate; cuál fue el motivo de que el vuelo 815 se estrellara, etc. Nuevos personajes y un botón que debe ser pulsado cada 108 minutos si se quiere evitar el fin del mundo introduciendo los números de Hurley ocuparon toda esta segunda entrega. Entre tanto los famosos flashbacks, tanto de los de siempre como de los nuevos personajes, la pérdida de fe de Locke, la muerte de algunos de manera inesperada y la sensación de que la batalla entre destino (Locke) y casualidad (Jack) no está del todo acabada.

El 26 de este mes parece que La2 de TVE estrena la tercera temporada, aquella en la cual quien sea verdadero fan de la serie seguirá hasta el final, pues alcanza una carga moral y conceptual de tintes casi bíblicos. Puestos a no desvelar demasiado sabremos mucho más de Los Otros pero no lo suficiente, su historia y por qué nunca son encontrados, por qué Locke quedó inválido y hasta qué punto está dispuesto a llegar por preservar su paraíso, qué ocurrió con el “verdadero” vuelo 815 y sus supervivientes, que realmente todos están por una razón (¿o será por casualidad como profesa Jack?), etc. Por si fuera poco seremos testigos de alguna muerte sentida y macabra, con personajes inmortales, con la “aparición” de Jacob en uno de los momentos más acongojantes de toda la temporada, con algunos protagonistas matando literalmente sus viejos fantasmas y con un final que da esperanza pero a la vez estremece y cambia por completo la filosofía de la serie. En definitiva, veremos La Biblia de “Lost”.

¿Qué le depara a esta serie en el futuro? Por supuesto cerrar como se pueda las intrigas y las historias de los personajes antes de su final, previsto para 2010, y los rumores de apariciones estelares como la de Bruce Willis, confeso seguidor de la serie. Pero la palabra clave de cara a la cuarta temporada, que no llegará a EEUU hasta Enero de 2008, y las futuras es la palabra flashforward, el concepto innovador que dejará boquiabiertos a los espectadores tan sólo a dos minutos del final de temporada y que cambiará totalmente la serie a partir de ahora. Mientras tanto nos conformaremos con los proyectos de Abrams en el cine, que abarcan desde un misterioso film sin título y del que sólo existen pistas en Internet e imágenes promocionales hasta la próxima entrega de “Star Trek”, con las emisiones en FOX y La2 de la tercera temporada y, para los más desesperados, la web Lostzilla, portal en el que encontrarán todo tipo de noticias, anécdotas, avances, spoilers y demás de la serie. Ah, y no olvidar que el gran Terry O’Quinn recibió el domingo el Emmy al Mejor Actor Secundario por su papel de John Locke, uno de los personajes más completos y complejos de toda la isla. Ya era hora.

lunes, 3 de septiembre de 2007

LA CRÍTICA

Death Proof ****

El orgasmo personal de Tarantino

Hace unos días leí un artículo del gran Jess Franco en el que alababa la intención de Tarantino y sus discípulos de hacer cine outsider, sin seguir las normas de la industria y con el único objetivo de entretener. El proyecto Grindhouse, basado en las sesiones dobles de cine de serie B (y Z incluso) de antaño, llevado a cabo por Tarantino y su “hermano” Rodríguez y secundado por los jóvenes valores Eli Roth y Rob Zombie es precisamente eso, un entretenimiento sano como este crítico no ha visto en mucho tiempo.

Ahora bien, en una sesión doble como la que nos preocupa es inevitable realizar una comparación entre las dos películas exhibidas, y desde el punto de vista del entretenimiento un servidor se queda con la orgía visual de Rodríguez antes que con los delirios de grandeza intelectualoide y plomiza de Quentin. En ese sentido, “Planet Terror” supera con creces a este “Death Proof”, a pesar de que ambos son respetuosos y febriles homenajes al cine de Romero y John Carpenter en el primer caso y al slasher y sexploitation setentero con reminiscencias a la televisión retro del segundo.

La palabra que mejor podría diferenciar ambas obras es orgasmo, distinto en cada una de ellas. En “Planet Terror” queda claro que Rodríguez busca lucirse en un intento por satisfacer sus más bajas pasiones y llegar al orgasmo personal, pero consigue canalizar toda esa fiebre al espectador y éste es partícipe del clímax colectivo de toda la cinta. En cambio, Tarantino busca también lucirse y lo consigue con creces, pero su película parece mucho más un intento de satisfacerse a sí mismo y a su selecto público que a todos los espectadores por igual.

Así, lo que tenemos en esta segunda entrega de Grindhouse no es más que a un director consciente de su propia trascendencia e importancia, adquirida ante todo tras el fenómeno “Kill Bill”, que sigue el estilo del proyecto y da sus toques propios, pero que llena el film de sus característicos, redundantes e innecesarios diálogos sobre televisión, música y demás menesteres de sus ansias cinéfagas. Tarantino tiene también todo un torrente de sexualidad y virtuosismo escénico plasmado en la forma tan erótica de filmar a sus actrices protagonistas, un intento de sodomía en el que todo parece un gran harén y él es el anfitrión, satisfaciendo una vez más su líbido personal.

Su condición de director de una generación que tiene su podio personal queda latente incluso en la forma de promocionar “Death Proof”. Ha logrado estrenarse por todo lo alto en Cannes y conseguir casi media hora más de metraje en Europa estrenándose por separado de la de Rodríguez, dos circunstancias que han provocado que “Planet Terror” pase como un mero divertimento para crítica y público a la espera de la llegada de esa gran obra maestra de Tarantino. Y aquí reside el gran problema de esta película, su larga duración fruto de la escisión del proyecto original. Casi media hora de más que no aporta mucho y que lastra por completo a una película que con menos diálogo y más acción tarantiniana -perfectas las secuencias del accidente desde cuatro puntos de vista ya marca de la casa, el asesinato de la fugaz Rose McGowan y su mordaz final-, que es cuando el director se luce realmente.

Eso sí, la película posee demasiados aciertos, que ni ese redundante metraje adicional consigue echar por tierra. “Death Proof” es un sentido homenaje al oficio de intérprete y sobre todo del especialista. Todos los personajes de la película son o estrellas en alza o intérpretes reconocidos. Pero si con algo me quedo de esta mejorable aunque rotunda película que habría convertido la doble sesión en cargante y aburrida es con un apoteósico y recuperado Kurt Russell, que parece no habérselo pasado tan bien interpretando desde sus trabajos con el maestro Carpenter. Junto a él, la imponente banda sonora, el estreno en la fotografía del director, muchas secuencias dignas de pasar a la historia, un baile sensual que rivaliza con la vampírica Salma Hayek de “Abierto hasta el amanecer” pero la sensación de que Tarantino comienza a creérselo demasiado. Y eso podría echarle a perder.

Título original: Grindhouse: Death Proof; Género: Thriller-Acción; Año: 2007; Duración: 113 minutos; Dirección y guión: Quentin Tarantino; Intérpretes: Kurt Russell, Sydney Tamiia Poitier, Rosario Dawson, Vanessa Ferlito, Jordan Ladd, Rose McGowan, Tracie Thoms, Mary Elizabeth Winstead, Zoë Bell, Eli Roth, Quentin Tarantino, Michael Parks