viernes, 2 de febrero de 2018

LA CRÍTICA. Los archivos del Pentágono

El mecánico toque Spielberg
Que una película como ésta llegue a las carteleras en un momento como este no es fruto de mera casualidad. Más allá de cierta sub lectura que pueda extraerse de ella en pos del movimiento feminista que sacude Hollywood recientemente, lo más relevante de lo nuevo de Steven Spielberg es la defensa que hace de la libertad de prensa, enmarcando la trama en un periodo histórico que no dista del que hoy en día se vive en Estados Unidos. Décadas de mentiras por parte del sistema, que culminaron con uno de los episodios más bochornosos protagonizados por un ex presidente, mientras la prensa escrita era obligada a callar o enfrentarse a querellas multimillonarias.

Y que llegue en plena era Trump no es casualidad, es necesario y además es de agradecer. Porque el thriller político de corte periodístico suele dar buenos resultados en pantalla grande si tras la cámara existe un cineasta capaz de otorgar a la interesante historia del dinamismo que la propuesta requiere. En eso, Spielberg es un maestro. “Los archivos del Pentágono”, si algo tiene, es dinamismo, conseguido a base de plantear la historia como si de una trama de espionaje se tratase.


Pero además, como no podía ser de otra manera, es un film de una factura técnica impecable, que la hacen reconocible para los que están familiarizados con la obra del responsable de “La lista de Schindler”. La fotografía de Janusz Kaminski o la banda sonora de John Williams son marcas de identidad del cine de Spielberg, y si a eso unimos a una excepcional pareja protagonista como Tom Hanks y Meryl Streep, el trabajo parece estar ya hecho.


Sin embargo, lo que constituyen puntos positivos para la película, pueden acabar convirtiéndose en no tan positivos si al final la sensación que queda es la de producto mecánico, prefabricado con el toque Spielberg. Porque lo peor de esta etapa que ha emprendido estos últimos diez años es su escasa capacidad para sorprender, para maravillarnos como antaño y mantener su status de creador de sueños en celuloide, de Rey Midas de la Meca del Cine que se ganó a pulso especialmente en los 80 y 90. Da la sensación de que dirige cualquier trabajo que le caiga en las manos, con la eficiencia de un gran artesano, pero sin demasiada alma más allá de una serie de virtudes precocinadas, programadas de antemano para funcionar con la precisión y frialdad de un reloj atómico.

Igual lo peor de acercarse a cada nueva propuesta suya sea esperar eso, que vuelva a sorprendernos, pero es lo menos que se le puede pedir a alguien que nos ha regalado obras tan personales y mágicas como “El imperio del sol” o “El color púrpura”, o ya en este nuevo siglo “Atrápame si puedes” o “Múnich”. Sí, sigue haciendo buenas películas, pero los tiempos en los que nos hacía soñar parecen haber quedado atrás. A ver si lo consigue con su próxima aventura, y conseguimos reconciliarnos con este viejo maestro.

A favor: la pareja protagonista, su dinamismo, y el toque Spielberg
En contra: hace tiempo que ese toque se convirtió en algo mecánico y prefabricado

Calificación ***
Merece la pena 

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