El mecánico toque Spielberg
Que una película como ésta
llegue a las carteleras en un momento como este no es fruto de mera casualidad.
Más allá de cierta sub lectura que pueda extraerse de ella en pos del
movimiento feminista que sacude Hollywood recientemente, lo más relevante de lo
nuevo de Steven Spielberg es la defensa que hace de la libertad de prensa,
enmarcando la trama en un periodo histórico que no dista del que hoy en día se
vive en Estados Unidos. Décadas de mentiras por parte del sistema, que
culminaron con uno de los episodios más bochornosos protagonizados por un ex
presidente, mientras la prensa escrita era obligada a callar o enfrentarse a
querellas multimillonarias.
Y que llegue en plena
era Trump no es casualidad, es necesario y además es de agradecer. Porque el thriller
político de corte periodístico suele dar buenos resultados en pantalla grande
si tras la cámara existe un cineasta capaz de otorgar a la interesante historia
del dinamismo que la propuesta requiere. En eso, Spielberg es un maestro. “Los
archivos del Pentágono”, si algo tiene, es dinamismo, conseguido a base de
plantear la historia como si de una trama de espionaje se tratase.
Pero además, como no
podía ser de otra manera, es un film de una factura técnica impecable, que la
hacen reconocible para los que están familiarizados con la obra del responsable
de “La lista de Schindler”. La fotografía de Janusz Kaminski o la banda sonora
de John Williams son marcas de identidad del cine de Spielberg, y si a eso
unimos a una excepcional pareja protagonista como Tom Hanks y Meryl Streep, el
trabajo parece estar ya hecho.
Sin embargo, lo que
constituyen puntos positivos para la película, pueden acabar convirtiéndose en
no tan positivos si al final la sensación que queda es la de producto mecánico,
prefabricado con el toque Spielberg. Porque lo peor de esta etapa que ha
emprendido estos últimos diez años es su escasa capacidad para sorprender, para
maravillarnos como antaño y mantener su status de creador de sueños en
celuloide, de Rey Midas de la Meca del Cine que se ganó a pulso especialmente
en los 80 y 90. Da la sensación de que dirige cualquier trabajo que le caiga en
las manos, con la eficiencia de un gran artesano, pero sin demasiada alma más
allá de una serie de virtudes precocinadas, programadas de antemano para
funcionar con la precisión y frialdad de un reloj atómico.
Igual lo peor de
acercarse a cada nueva propuesta suya sea esperar eso, que vuelva a
sorprendernos, pero es lo menos que se le puede pedir a alguien que nos ha
regalado obras tan personales y mágicas como “El imperio del sol” o “El color
púrpura”, o ya en este nuevo siglo “Atrápame si puedes” o “Múnich”. Sí, sigue
haciendo buenas películas, pero los tiempos en los que nos hacía soñar parecen
haber quedado atrás. A ver si lo consigue con su próxima aventura, y
conseguimos reconciliarnos con este viejo maestro.
A
favor: la pareja protagonista, su dinamismo, y el toque
Spielberg
En
contra: hace tiempo que ese toque se convirtió en algo mecánico
y prefabricado
Calificación ***
Merece la pena
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