El gen Abrams
Se le pueden reprochar
muchas cosas a J.J. Abrams, pero no que no sepa cómo vender sus productos, cómo
atraer al público a las salas y hacer crecer las expectativas del espectador. “Lost”
fue su primer producto de consumo masivo, una ficción que semana tras semana
enganchaba a medio planeta, mientras iba afianzando su status de culto
televisivo para toda una generación. Y luego demostró con “Monstruoso
(Cloverfield)” que era un as en esto de generar revuelo en la red, de hacer del
marketing viral un arma de seducción masiva.
E igual que repitió la
fórmula del éxito de la publicidad con su secuela/spin-off, lo ha vuelto a
hacer con “The Cloverfield Paradox”, todo un ejemplo de campaña agresiva, tan
agresiva que ha resultado prácticamente inexistente. Su mera existencia es una
paradoja en sí misma, como reza su título. Un estreno sorpresa con la alianza
de la todopoderosa Netflix, otra abanderada contemporánea de sorprender en lo
que a vender sus propuestas se refiere.
Pero por supuesto, al
igual que es capaz de recoger lo mejor del responsable de la maravillosa “Súper
8”, es también portadora del gen Abrams, ese que mucho promete pero poco
abarca. Porque los seguidores de la serie que le dio el salto al estrellato
definitivo, y aquellos que se han sentido decepcionados por ejemplo con su
aventura galáctica, lo saben de sobra. Que es un vende humo, que disfruta
creando misterios y detalles de lo más cool,
pero a los que luego no da salida ni explicación.
Y eso también afecta a
esta nueva entrega, plagada de momentos que funcionarían sin problemas de
manera aislada –el momento imán, la inundación en la cabina-, junto a otros tan
cómicos como ridículos –ay, esa mano traviesa-, pero que no tienen razón de ser
aparente dentro de la propia lógica del film. El guión no se preocupa por
resolver los muchos interrogantes que plantea, a la espera de que alguna
entrega futura lo haga.
Pero más allá de eso,
que podrá indignar de nuevo a aquellos que ya no le rían las gracias a la
manera de entender el cine de este señor, hay algo realmente destacable en “The
Cloverfield Paradox”. Sí, tiene muchos defectos, como esa sensación de pastiche
que deja su visionado –por ahí resuenan “Alien”, “Esfera” u “Horizonte final”-,
su plana realización y casting, o lo soso de parte de su desarrollo, pero al
final lo que destaca de ella es lo bien que abre toda una línea argumental que
encaja a la perfección con lo visto en sus dos predecesoras. Porque aunque
algunos se nieguen a verlo, esta odisea espacial guarda más relación con las
dos anteriores que, por ejemplo, la segunda con la primera. Naturalmente, el
pertenecer a esta saga, que bien podría no haberlo hecho, le da una nueva
dimensión. A sí misma como la más floja de la trilogía -no por ello mala, ojo-, y a la propia
franquicia abriendo nuevos y sugerentes arcos narrativos. Y la línea que abre,
tan inesperada como atractiva, es digna de ser vista. Aunque sea por el gen recesivo
que define su paradójica existencia.
A
favor: la sugerente línea que abre en la franquicia, y lo
bien que encaja con las anteriores
En
contra: sus clichés, lo plano de su desarrollo, y esa
maldita tendencia de su productor de lanzar ideas sin explicarlas
Calificación **1/2
Se deja ver muy bien
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