Terror de verdad
Habría que preguntarse
qué convierte a una película de terror en remarcable, en digna de perdurar en
la memoria. Para quien esto escribe, es sencillo. Que tras su visionado temas a
la oscuridad, a quedarte solo en tu casa, que veas sombras tras las ventanas,
que sientas una presencia que te acecha en el rincón menos iluminado de tu
habitación. Sí, se agradece también que te lo hagan pasar mal durante la
proyección, pero lo realmente complicado es lo que viene después.
Desde este punto de
vista, “Creep” era una película de lo más terrorífica. Un film que hacía de su
sencillez y cotidianidad sus mejores armas para provocar desasosiego in
crescendo en el espectador. Y finalmente, terror. Porque lo que Patrick Brice y
Mark Duplass contaban en ella podía ocurrirle a cualquiera. Josef podía ser
nuestro vecino, nuestro amigo de toda la vida. La persona en la que más
confiamos, y por ello la más peligrosa, podría vivir en nuestra calle, o puerta
con puerta.
En su secuela,
guionista y director repiten la fórmula. A todos los niveles. El found footage como excusa formal, y de
nuevo un ser ávido de historias nuevas –en este caso una bloguera, desnuda en
cuerpo y alma en plena devoción por sus followers-
que acabará metiéndose en la guarida del lobo. Humor negro, insano, bastante
puñetero, que se extiende incluso a sus sustos de manual, con los que sus
creadores juegan a sabiendas de que ya forman parte de la caótica personalidad
de su personaje protagonista. Y un McGuffin que viene a intentar responder a la
pregunta existencial de qué le ocurre a un serial
killer cuando pierde la motivación, cuando asesinar ya no le llena el alma.
Todos sus ingredientes
son de sobra conocidos para los que disfrutaron o sencillamente vieron la
primera entrega, pero sus responsables se resisten a ofrecer más de lo mismo.
Porque pese a su carácter de secuela de fórmula heredada y extendida, casi
copiada, esto no es más que un sentimiento impostado. “Creep 2” sigue
sorprendiendo, sigue mostrando un carácter imprevisible, infectado por un Mark
Duplass que vuelve a ofrecer todo un recital del horror en su rostro, ya
adueñado de su propio personaje. Y del humor. Sigue haciendo gala de ese humor
tan incómodo. Tan creepy. Es difícil
saber por dónde va a tirar este juego del ratón y el lobo, por dónde va a
asestar el golpe al espectador. Lo que sí es cierto, es que el mayor golpe para
un servidor ha sido tener miedo a enfrentarme a la oscuridad y la soledad de mi
casa. Eso, queridos aficionados al género, es terror de verdad. Gracias, Josef,
Aaron… o como quiera que te llames ahora.
A
favor: Mark Duplass, su carácter juguetón e imprevisible,
y que provoca auténtico terror
En
contra: algunos puede que solo vean más de lo mismo
Calificación ***1/2
Merece mucho la pena
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