Este
año me he desvirgado en lo que a festivales de género se refiere. Había estado
anteriormente en otros festivales de cine, pero es la primera vez que acudo a
uno dedicado única y exclusivamente al cine fantástico y de terror. Y pese a
que la calidad de los trabajos presentados pudiera ser más o menos discutible
–esto depende de los gustos de cada uno, claro está-, lo mejor de la
experiencia ha sido compartir momentos y pareceres con aficionados al género,
con personas que viven este tipo de festivales como si de algo vital se
tratase. Y por supuesto, uno de los puntos fuertes es el conocer a aquellas
personas que admiras.
Ha sido en el Nocturna
donde he perdido mi virginidad festivalera. Un festival pequeño, modesto, pero
al que sus responsables le ponen ganas, empeño. Eso se nota, pero no en su
organización. Se nota en su gente, en los fans que llenan sus salas, en el
prodigioso ambiente que se crea en éstas. Todo es contagioso. Risas, gritos,
comentarios jocosos, aplausos. Es una fiesta, una que merece la pena vivir.
Este año ha acudido un
maestro del terror. Don Coscarelli llegó el primer día, y no se fue hasta el
último. No sólo iba para recoger premio, sino también para presentar la edición
remasterizada de su ya mítica “Phantasma”. Tuve la suerte de hablar con él,
aunque fuera unos pocos segundos por culpa de una mala organización durante la
recogida de autógrafos, y no puedo decir más que cosas positivas. Amable,
simpático, entregado… Un hombre que sabe perfectamente que debe mucho a su
público, y lo demuestra. Un tipo de lo más majo que, según dicen, se quedó a
ver la película. Al menos, tras la proyección, allí seguía, para recibir
personalmente a sus seguidores.
Dentro de la sala, la
fiesta habitual. Algo que comparto. Es un festival de género y se presta al
jolgorio. Pero dentro de unos límites. No se debe confundir el ambiente
festivalero con el reírse porque sí, con faltar al respeto. Independientemente
de que Coscarelli estuviera allí o no, lo que no es de recibo es el escuchar
resoplidos y comentarios jocosos cuando ves algo que te resulta ridículo. O ver
cómo el tipo que tienes al lado suelta algún que otro “Madre mía” mientras se
distrae con su móvil.
A un festival de cine
de género debe irse con conocimiento de causa, consciente ya de lo que vas a
ver. En el caso de un clásico como “Phantasma”, con mayor razón. En el caso del
individuo que nos ocupa, sus resoplidos me hacen pensar que nunca había visto
la película. Muchos dirán que esos actos son propios de un festival de estas
características, que la gente que acude a ellos va sabiendo a qué se expone. No
parece ser el caso de este tipo, que parecía que ni siquiera había visto la
cinta.
Pero esto se extiende a
otras proyecciones en las que algunas risas y gritos sobran, llegando a
cargarse todo el buen ambiente que debería haber en una sala de cine. Y ya que
estamos, esto se extiende a cualquier tipo de cine, a cualquier tipo de
festival, al día a día, a todos esos que van al cine a tocar las narices,
impidiendo disfrutar al resto. Por respeto, por educación, que a algunos les
falta, escudándose en eso de que “Es que es el ambiente del festival”, que usan
como excusa y como mantra. No se es más fan o festivalero por comportarse así.
El hábito no hace al monje. Pero sí que el respeto hace al buen cinéfilo.
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