lunes, 4 de enero de 2016

LA CRÍTICA. El puente de los espías

Tierra sin muros
Finales de los años 50. La Guerra Fría supuso más una lucha por la obtención de información del bando enemigo que una contienda armada. Estadounidenses y soviéticos, temerosos del poder nuclear del otro, desplegaban toda una red de espionaje con el objetivo de saber lo máximo posible del adversario, en un clima de tensión que se extendió casi medio siglo, sin que ninguna de las dos partes llegase nunca a enfrentarse directamente.

En este tenso clima se desarrolla “El puente de los espías”, y lo hace desde el clasicismo más absoluto. Spielberg sabe perfectamente que para hablar de agentes dobles y de la Guerra Fría debe tirar hacia el thriller, y se muestra como lo que es, un auténtico maestro que se transmuta en un heredero contemporáneo de Hitchcock o Capra. La escena inicial es buena prueba de ello. Una atmósfera y una puesta en escena, ayudado por la excelente fotografía de Janusz Kaminski, que consiguen meter de lleno al espectador en la intriga que un film de este género necesita.

Hasta que llega la segunda mitad. Porque aquí tenemos dos películas en una. En la primera, un thriller judicial con ritmo, arropado por el carisma de Tom Hanks y la solvencia de un secundario de toda la vida, Mark Rylance, a quienes no hunde ni la desastrosa banda sonora de Thomas Newman. En la segunda, la que nos venden las sinopsis oficiales y los trailers, un viaje a esas dos capitales germanas separadas por un infranqueable muro, que también juega con las constantes del género, pero que comienza a decaer en interés y ritmo.


A Spielberg le juega una mala pasada la duración. No habría venido mal continuar con el tono de la primera mitad, o eliminar esos pasajes del piloto que no hacen más que romper con la linealidad de la historia. Aunque más bien se la juega un guión cuyo cambio de rumbo marca el punto de inflexión hacia el hastío, sin dejar de resultar interesante lo que cuenta. Un libreto en el que han participado los hermanos Coen, a quienes se intuye en algunos diálogos, en la resolución de alguna escena –la paranoica persecución bajo la lluvia-, o en ciertos chistes bien insertados y en determinados personajes que bien podrían haber salido del imaginario de sus películas.


Lo que rezuma “El puente de los espías” es pura clase, pero también un aroma a trabajo de encargo. En la dirección y en el guión. De nuevo queda esa sensación, como con “Lincoln”, de que el rey Midas ha echado mano de corrección. De oficio también, por supuesto, pero sobre todo de corrección. Y los hermanos con él. Quizá maniatados para dar al público yanqui su anual dosis de patriotismo, representada en este caso por un desenlace en el que América se erige como la tierra de las oportunidades. Sin muros que coarten su libertad.

A favor: la mano de Spielberg, la primera mitad, y Hanks y Rylance
En contra: la segunda mitad, y la sensación de que trata de ser políticamente correcta

Calificación ***
Merece la pena

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