La fórmula del refrito
J.J. Abrams. Un genio
deudor de esos encantadores blockbusters
ochenteros, un rescatador de franquicias por derecho propio, capaz de vender
siempre lo mismo pero otorgándole al conjunto una magia que lo hace parecer distinto
a cualquier cosa vista con anterioridad. Son apelativos que, para quien esto
escribe, se ha ganado a pulso a base de joyas de pura nostalgia spielbergiana como “Super 8”, o de
revitalizar sagas caídas en el exceso y el ostracismo autorreferencial como “Mission:
Impossible” o “Star Trek”.
Con su llegada a la
franquicia galáctica por excelencia lo tenía bastante fácil. En primer lugar
porque “Star Wars” no necesita ser rescatada, porque pese a las historias
secundarias y alternativas que lo pueblan, y su denostada trilogía previa, el
universo creado por George Lucas es tan rico que no conoce fin. Y en segundo
lugar, porque jugar con la nostalgia del espectador es sumamente sencillo en
este caso. Basta con que aparezca una nave o un sable láser de sobra conocidos
para que la platea aplauda a rabiar. Si a eso se le une la capacidad que tiene
Abrams para el espectáculo sin descanso, ya deberíamos tener una cinta que se
meta al público y a la crítica en el bolsillo.
Y sin embargo, la
fórmula que anteriormente le ha funcionado al director, aquí no acaba de
cuajar. “Star Wars: El despertar de la Fuerza” es, por supuesto, un título
dinámico en su desarrollo, entretenido y ameno, excelentemente dirigido por un
gran artesano, pero que falla en lo más básico, el guión. Y esto sorprende si
tenemos en cuenta que tras él está el mismísimo Lawrence Kasdan, y que Abrams
le ayuda en la tarea. Atesora tal cantidad de inconsistencias argumentales –la premisa
de la que parte se acaba diluyendo, hay tramas y personajes que están por estar
y desaparecen y reaparecen porque sí-, de unos personajes protagonistas no
demasiado dotados del suficiente carisma y de un pasado no del todo bien
desarrollado –ay, esos John Boyega y Oscar Isaac-, momentos forzados y metidos
con calzador –la aparición en escena de Han Solo-, y un tufillo Disney de lo
más palpable en su humor. Porque aunque no aparezca el logo de la casa del
ratón, el aroma a cine Disney está presente en las miradas, en algunos
chascarrillos. Ese tufillo todo lo rodea y lo penetra, y mantiene unida a la
película.
Pero sobre todo está
esa sensación permanente de déjà vu,
de haber visto esto antes. “Star Wars: El despertar de la Fuerza” recupera el
estilo de la trilogía original, mantiene ese encanto de space opera que la caracterizaba, pero a base de copiar los
esquemas de aquélla. Abrams lleva su fórmula de reciclaje más allá de la
velocidad de la luz, y lo que le queda es un refrito de las tres primeras
películas, con personajes desaprovechados y una propensión a quedar bien por
parte de su realizador con los fans, que saldrán encantados de la sala tras ver
cómo sus personajes favoritos desfilan de nuevo ante sus ojos –aunque en
algunos casos resulte decepcionante su participación en la trama-, tras ver
cómo hace uso de una artesanía que no acaba de quedar del todo bien cuando
también introduces personajes digitales, y tras quedar embargados por la
emoción de la fanfarria habitual de un John Williams eficiente, pero nada
memorable. Pero aún así, para pasar un muy buen rato en la sala de cine. Ahora
bien, no es ni siquiera mejor que los episodios II y III.
A
favor: que entretiene, y la esencia de la trilogía
original
En
contra: no deja de ser un refrito de dicha trilogía, y un
guión bastante deficiente
Calificación ***
Merece la pena
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