Nido de ratas
El Mr. French de
“Infiltrados” lo dejaba bien claro: él era quien decidía a quién se podía
golpear y a quién no. En una de las escenas más memorables de “Black Mass”, el
mafioso James Whitey Bulger explica a su hijo que debe golpear cuando nadie
esté mirando. Si nadie lo ha visto, no ha pasado. Son dos enseñanzas de la
calle, dos lecciones de la vida que separan a un criminal de una persona
honrada, a un delincuente de un agente de la ley. Aunque como decía Frank
Costello en la cinta de Martin Scorsese: “Cuando tienes un arma en las manos,
¿cuál es la diferencia?”.
La comparación con la
oscarizada película del maestro italoamericano no es gratuita. La nueva
propuesta de Scott Cooper, a pesar de mantener el tono sobrio de “Out of the Furnace”,
tiene claras reminiscencias scorsesianas.
Ya en principio, ambas transitan por ambos lados de la ley y cómo se desdibuja
la línea que separa sendos bandos, erigiendo un enorme nido de ratas en el que
es más importante tener a tus enemigos cerca antes que a tus amigos.
Sí, le falta el sentido
del ritmo de Scorsese–o más bien, la buena mano de la editora Thelma
Schoonmaker-, pero tiene algunos momentos que bien podrían haberse sacado de
“Uno de los nuestros” o del ascenso al poder del Tony Montana de “Scarface”. El
gran problema de “Black Mass” es, precisamente, que no está a la altura de
ninguno de sus referentes. Cooper bucea entre grandes, y a pesar de que la
realización es correcta, no logra nunca ese chispazo de genio que la haga
desmarcarse de ningún otro producto que se mueva por lo estrictamente criminal.
El reclamo aquí, lo que
realmente brilla, no es ni siquiera su reparto. Algunos sobran, como Dakota
Johnson o Juno Temple. Otros están de paso, como Corey Stoll y Jesse Plemons. Otros
están por hacer bulto y rellenar el elenco de estrellas de peso, como Kevin
Bacon o Benedict Cumberbatch. Los demás, como Joel Edgerton, aportan su buen
hacer habitual al cast. Todos correctos, sin destacar. Porque todos se mueven
alrededor del gran atractivo de la función, un Johnny Depp que por fin no sólo
se maquillaje físicamente, sino interiormente, componiendo una interpretación
contenida pero contundente, la figura amenazante de un auténtico psicópata al
que temer con sólo una sonrisa o una palmada en el hombro.
Él es “Black Mass”.
Todo gira en torno a él. El envoltorio, arropado por la acertada partitura de
Tom Holkenborg, es sencillamente solvente. Incluso llega a perderse entre tanto
flashback, y el conjunto se vuelve
ligeramente plomizo conforme avanza el metraje. Un buen film, en definitiva,
pero a años luz de los grandes títulos sobre gánsteres que ya todos conocemos.
Correcta, pero no remarcable.
A
favor: Johnny Depp y la música de Tom Holkenborg
En
contra: es sencillamente correcta, sin brillar, y puede
hacerse algo pesada
Calificación ***
Merece la pena
No hay comentarios:
Publicar un comentario